LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

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Aylynt
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LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aylynt » Lun Sep 03, 2012 2:21 pm

¡Hola, compañeras! Imagen
Aquí estoy de vuelta con nuevas aventuras de las de la Vega. Espero que os guste, yo lo he hecho con mucho cariño.

Capítulo 1
El sol, a punto de desaparecer, teñía de rosa y naranja el horizonte, mientras los dos hombres seguían su vertiginoso danzar con las espadas. En el momento en que uno de ellos ya se creía victorioso, el otro conseguía un pase casi mágico que lo devolvía a la lucha en igualdad de condiciones.
Para Sátur, la visión de su amo entrenando con Diego de la Vega en interminables y maratonianos combates con la espada y la katana, seguía resultando asombrosa. Si bien es cierto que al principio solo ganaba Gonzalo de Montalvo, en pocos meses su cuñado Diego había llegado a ser tan buen contrincante que incluso conseguía superarle en algunas ocasiones. Era formidable verlos ejecutar su perfecta coreografía por en medio de las ruinas del monasterio de Santa Magdalena, donde se encontraban en ese momento. Subían y bajaban por los restos de las paredes al son de los lances de la lucha, con una agilidad portentosa digna de un felino e incansables como una fuerza de la naturaleza.
Gonzalo, imponente y poderoso con su capa negra revoloteando y su chaleco granate, con la capucha y el embozo calados, traspasando cuanto le rodeaba también con su mirada. Diego, alto y delgado, vestido de negro desde las botas hasta el sombrero de ala ancha doblada a la izquierda y con una pluma negra.
Sátur rememoró aquella singular noche a partir de la cual tantas y tan increíbles cosas sucedieron, de eso hacía ya un año largo. Águila Roja y él habían estado en el castillo de San Antonio, y el amo, herido en el pecho por la espada del último de los maleantes que quedaban, trastabilló y cayó al vacío desde las almenas situadas a veinte metros de altura. Al postillón se le encogió el corazón al verlo tirado como un guiñapo en el suelo.
El atacante desapareció como por ensalmo y Sátur bajó corriendo, le tomó el pulso al héroe en el cuello y por un instante se le vino el mundo encima al no alcanzar a notar nada. Incapaz de creer que todo hubiera terminado así, puso su cara sobre la boca del héroe y entonces sí, entonces notó un ligerísimo hálito de vida. Las lágrimas rodaron por su cara, y con cuidado, pero también todo lo aprisa que pudo, colocó a su estimado dueño atravesado sobre el caballo, subió él al suyo, y emprendió rápida la marcha a la villa.
Un ligero y descorazonado vaivén en la cara de Juan, el médico, le confirmó sus malos presagios. Sátur cerró los ojos y volvió a llorar desesperado. ¡Con todo lo que habían pasado juntos! ¿Por qué ahora? Quizá se habían acostumbrado demasiado a la buena suerte. Pero hoy se había acabado. Hoy había llegado el fin.
Con un dolor que le atravesaba las entrañas fue a avisar a la señora. Súbitamente se sintió sin fuerzas. ¿Cómo decirle a doña Aylynt que su marido iba a morir?
Pero aunque derramó muchas lágrimas, la señora se comportó fuerte y serena, como hacía siempre que parecía todo perdido, en esa manera de ser que la unía a su esposo, que jamás se rendía nunca, por difícil que pareciera la situación. Ella le mandó coser las heridas del amo y le envió a buscar a Agustín, para administrarle la extremaunción.
E increíblemente, cuando llegó con el fraile, ¡el amo había resucitado! Estaba en la cama con las heridas vendadas y sonriendo, mientras doña Aylynt, cual madonna con Andresito en brazos, estaba sentada a su vera.
–¡Sátur! ¿Para esto me has hecho venir corriendo angustiado? –bramó Agustín, a la vez enfadado por el sofocón, pero infinitamente mucho más aliviado, al ver que su pupilo volvía a escapar de la parca.
–¡Padre, no se enfade! ¡Le juro que el amo estaba ya a las puertas de San Pedro! ¡Pero ha vuelto como Lázaro! ¿Cómo ha ocurrido el milagro, amo? –contestó el postillón a la vez que se tiraba de rodillas al suelo junto al lecho, al tiempo que levantaba los brazos al cielo –¡Alabado sea el señor! –mientras le caían los lagrimones, esta vez de alegría.
–Justo acababas de marchar, Sátur, y Gonzalo abrió los ojos, como si volviera de otro mundo, y, bueno, lo tuve que vendar, y ahora, ya lo conoces…, habrá que luchar para que guarde un poquito de reposo en la cama –comentó Aylynt a modo de somera explicación. Porque, ¿cómo explicar que en la hora escasa que Sátur había empleado en ir y venir con el fraile, ella había tenido que llevar a Gonzalo al siglo XXI y habían pasado allí cinco intensos días, en los que además de llevarle al hospital, les habían sucedido un montón de aventuras, a cual más difícil de entender? ¿O que en ese mismo momento, en la buhardilla, estaba su hermano Diego, vestido de mala manera con ropa antigua de Gonzalo, que le venía corta, esperando a que se hiciera de día para que Aylynt pudiera ir a buscarle otra ropa más adecuada y poderlo presentar al resto de la familia?
–¡Levántate, Sátur! ¡Ven aquí, anda! –le conminó Gonzalo riendo a su querido criado, mientras este se abalanzaba a la cama para abrazarlo.
–¡Ay, amo! ¡Tengo una alegría que no me cabe en el cuerpo, de verlo aquí con nosotros otra vez! Dios se lo ha vuelto a pensar, y después de llamarle ha decidido que era mejor que siguiera por aquí, que aún le queda a usted mucha faena…
Mientras veía cómo los dos contendientes bajaban por fin la espada y la katana, y se sentaban sobre unas rocas a recuperar el resuello, Sátur recordó la primera vez que vio a don Diego. De manera increíblemente casual, llegó a la casa al mediodía siguiente de la noche de la resurrección del amo. Parecía desorientado y no tenía muy buena cara. Dijo que acababa de llegar de Barcelona, pero no contestó cuando él le manifestó su extrañeza pues la diligencia semanal procedente de esa ciudad, llegaba los jueves, y estaban a martes. Sin embargo, el amo y él parecieron congeniar al momento, es más, empezaron a charlar como si se conocieran de antes, cosa del todo punto imposible, por lo que sabía Sátur.
Más cosas sucedieron por aquel entonces. El amo mandó arreglar la casa, y construir un “cuarto de baño”, como lo llamaba la doña, con una letrina, una bañera con ducha y un lavabo-fregadero-lavadero. Pasado el primer impulso negativo porque, ¡dónde se había visto que un cristiano se duchara todos los días, como empezaron a hacer los amos!, el criado tuvo que admitir que simplificaba mucho su trabajo. Aunque los vecinos, que les gustaba darle a la sin hueso en demasía, los pusieron de vuelta y media, por querer hacerse los importantes, decían ellos.
Y doña Aylynt empezó a llevar el pelo recogido durante un tiempo, porque según le comentó su mujer, Estuarda, que ayudaba a la señora a cuidar los niños, se lo había cortado un palmo de largo, por una promesa que hizo a la Virgen la noche en que casi se le murió el marido. Raro le pareció eso a Sátur, porque los señores jamás tenían en cuenta a Dios, ni se encomendaban a la Virgen ni a ningún otro santo para nada, pues bien sabía él que solo iban a misa los domingos por cumplir. Aunque eso lo hacía mucha más gente, claro.
Alonso hizo muy buenas migas con don Diego, que se convirtió en una especie de hermano mayor para él, compañero de armas y de correrías, para supuesto desespero de doña Aylynt, que intentaba llevar por el “buen camino” a su hermano, aunque infructuosamente, por cierto. O eso creía Sátur. Pero el amo tampoco le daba mucha importancia, pues le gustaba que su hijo hubiera encontrado otro referente, y estaba claro que sabía lo que había detrás de la fachada de su cuñado, contrariamente al resto del mundo, incluido el mismo Sátur, que creía que don Diego era un zascandil picaflor perseguido por maridos celosos. Por eso el criado se reconcomía discurriendo sobre lo que charlaban los dos señores en ese momento a lo lejos, tras el entrenamiento de todos los jueves.
–Tu hermana dice que como tardes mucho más en ir a ver a tus sobrinos, no los vas a reconocer –le comentó jocoso Gonzalo a Diego, mientras se pasaba un paño por la frente y la cara para secarse el sudor de la lucha.
Diego se rio y meneó la cabeza de un lado a otro.
–Dile que juro que en cuanto pueda me paso por vuestra casa, sobre todo para ver al pequeñín, mi ahijado Carlitos, que ya tiene seis meses, ¿no?
–Sí, la semana pasada los cumplió –replicó Gonzalo.
Pasaron unos momentos en silencio mientras bebían de la bota con agua que habían traído.
–Las cosas parecen tranquilas por la villa –recomenzó Gonzalo la conversación–. Aunque supongo que recuerdas que el martes que viene tenemos un auto de fe.
Diego asintió con la boca todavía llena de agua. Luego contestó.
–Sí, ya he empezado a preparar la huida de los dos conversos que van a ser quemados. Cuento con Águila para rescatarlos y llevarlos al mismo punto de encuentro de siempre, ¿no?
–Sí –respondió Gonzalo–. Es curioso, Diego, cambias de siglo, y acabas dedicándote a lo mismo. Aquí también ayudas a dar nuevas vidas e identidades a los perseguidos injustamente.
–Por desgracia esas cosas no desaparecen de la faz de la Tierra –gruñó el joven entre dientes–. Además, es algo colateral a mi verdadero trabajo; no me cuesta nada hacerlo.
–Hablando de tu verdadero trabajo, ¿tienes algo que contarme? –le preguntó Gonzalo.
Diego se lo quedó mirando un rato y, por fin, contestó.
–Sí, pero te confieso que no sé cómo contártelo. Ni siquiera sé si debo decírtelo; si va a ser bueno para ti, mi hermana y mis sobrinos. O si sería mejor dejarlo correr –repuso Diego.
–Bueno, ahora que ya has empezado, no me vas a dejar con la intriga, Diego, por Dios –replicó Gonzalo.
–Está bien, Gonzalo….Anoche, uno de mis hombres entabló conversación con un colega nuestro extranjero, en la taberna de la Clara. Esto no lo sabe nadie más que nosotros tres. Y no lo va a saber nadie más, de momento. Es decir, que si tú no quieres, yo no lo voy a informar a mi superior.
–¿Tan grave es que estás dispuesto a eso? –parpadeó Gonzalo sorprendido.
–Sí. Tú decides.
Gonzalo pareció pensarlo unos momentos, y finalmente resolvió que sí quería saberlo.
–Siempre es mejor saber que no saber, en esta vida –sentenció finalmente.
–Está bien…Ese hombre te está buscando a ti, Gonzalo –dijo Diego en voz baja y grave.
–¿A mi? –replicó Gonzalo extrañado, al tiempo que se señalaba el pecho con la mano.
–Bueno, en realidad, no sabe que pregunta por ti. Está buscando a los hijos de Beatriz de Medici.
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bgots
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor bgots » Lun Sep 03, 2012 3:52 pm

que grata sorpresa y gran deleite, Doña Aylynt, por fin tenemos de vuelta a la familia de la Vega, encantada de ver lo que nos depara la nueva temporada... Imagen Imagen Imagen Imagen
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Bibitt
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Bibitt » Lun Sep 03, 2012 3:58 pm

Pero buenooooo, Aylynt de la Vega vuelveeee, Imagen yo tengo aún la lista de espera de lectura, estoy vagaaa, vagaaa, vaga para leer, pero a ver si me animo
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Arya » Lun Sep 03, 2012 6:17 pm

Qué sorpresa y qué alegría ver que vuelven las aventuras de Aylynt de la Vega!!! Imagen Imagen Imagen Y han comenzado muy bien Seño. Ya estoy deseando ver cómo continua. Imagen
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Saga
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Lun Sep 03, 2012 7:55 pm

¡¡Oh Señooooooo!! Has vuelto por tus fueros....Me alegro...a ver si puedo seguirte....Lo intentaré no lo dudes... Imagen Imagen Imagen
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lunanueva
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor lunanueva » Lun Sep 03, 2012 10:22 pm

De la Vega ha vuelto!!!

Qué bien!! El problema es que me faltan horas para llevar todo :( pero te iré siguiendo. ;)

Gracias!!!
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Aylynt
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Jue Sep 06, 2012 2:29 pm

¡Gracias chicas! Imagen

Capítulo 2
Agustín y su acompañante entraron en la prisión. El carcelero los llevó hasta el motivo de su visita: los conversos que iban a ser quemados en el auto de fe de la inquisición del día siguiente. Los dejó encerrados dentro de la celda con ellos, y se fue.
El padre Gonzalo se quedó mirando con tristeza a la pareja, dos seres humanos totalmente destruidos por dentro y por fuera, tras pasar por las torturas de los inquisidores. ¿Cómo se podía ejercer tal maldad en nombre de la supuesta bondad del dios cristiano?
Se agachó hasta ponerse frente a ellos, que estaban tirados en el suelo apoyados contra los barrotes que delimitaban las celdas de la prisión de la Villa. Porque en una de esas incoherencias aberrantes propias de la inquisición, aunque eran capaces de torturar hasta la muerte en sus propias mazmorras a los condenados, legalmente tenía que ser el poder terrenal el que ajusticiara y quemara a los desgraciados que caían en sus manos. Por eso la última noche la pasaban en esa cárcel. Y por eso mismo, era costumbre no escrita que esa noche, los frailes franciscanos fueran a confesar a los reos, en una especie de tétrica “deferencia” de los inquisidores dominicos para con las otras órdenes, una vez que ellos ya habían hecho su sucio trabajo.
-Isaac –llamó suavemente Gonzalo al hombre, que parecía el único relativamente consciente en ese momento. La mujer estaba echada en el suelo, encogida y con los ojos cerrados y no había hecho mención de la llegada de los visitantes.
El interpelado levantó ligeramente la cabeza, posó su vacía mirada en nuestro héroe, pero no dijo nada y la volvió a agachar.
-Isaac, estamos aquí para ayudaros a escapar. Pero solo podemos hacerlo si estáis conformes y vosotros mismos queréis colaborar –así informó Gonzalo a los interesados de lo que pensaba hacer. En una ocasión, tuvieron que dejar morir a un condenado que se negó a escapar. Desde entonces, siempre iba a pedir la conformidad a los que quería rescatar. Los daños, tanto físicos como mentales, infligidos por las torturas eran tan graves que, muchas veces quebraban hasta el más elemental instinto de supervivencia, y los prisioneros preferían dejarse morir impidiendo el rescate y poniendo en peligro a los rescatadores.
El interpelado volvió a levantar la cabeza, esta vez con un ligero destello de interés en su mirada.
-¿Quién sois? ¿Por qué querríais ayudarnos? ¿A cambio de qué? –susurró débilmente con la voz rasposa pero con suave entonación sefardita.
-Algunos creemos que no se debe matar a nadie por su raza o religión.
-¿Y cómo sabemos que podemos fiarnos de vosotros? –insistió el hombre.
En ese momento, la mujer abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Águila Roja. Tras unos instantes le dijo a su marido, incorporándose:
-Creo que son de fiar, Isaac. Nadie que mira con esa fuerza y esa limpieza es capaz de traicionar.
El hombre se giró hacia su esposa, asintió y dijo:
-Si habéis logrado convencer a Ester, entonces nos ponemos en vuestras manos. Y por supuesto, ¡claro que queremos escapar! –murmuró en voz grave pero apenas audible.
-Está bien. No os vamos a decir nada más para que no deis pistas involuntariamente. Tenéis que seguir pareciendo hundidos y conformados con vuestra suerte. Acceded a todo lo que se les ocurra a vuestros carceleros. Pero estad preparados para cuando mañana empiece todo. Puede ser en cualquier momento.
La pareja se miró tenuemente esperanzada. ¿Y si fuera cierto que alguien los iba a rescatar? De repente sintieron renacer sus fuerzas, los dolores se hicieron más soportables y les volvieron las ganas de luchar por su vida.
Agustín realizó la señal de la cruz sobre ellos para supuestamente absolverlos, y salió de la celda junto con su “compañero franciscano” Águila Roja. Pasaron junto a los guardias, con humildad, lentos en el andar, con las capuchas bajadas, y por fin llegaron a la calle.
-Supongo que ya lo tienes todo planeado, Gonzalo, y será distinto de las veces anteriores. Tienes a los inquisidores muy enfadados, por decirlo suavemente –aquí Agustín se sonrió en la oscuridad de la calle-. Ya les has estropeado sus tres últimos autos de fe, rescatando a los prisioneros. Por lo que deduzco que habrán redoblado la guardia y tendrán un batallón de soldados por toda la Villa, en previsión de que el Águila Roja intente quitarles la presa otra vez.
-Sí, cada vez es más difícil pillarles desprevenidos.
-A la todopoderosa inquisición le resultaba imposible creer que alguien intentara oponerse a sus designios, por eso apenas ponían ninguna seguridad. Pero ahora ya no es así, ¡ten mucho cuidado Gonzalo! –recomendó el fraile a su protegido.
El joven asintió, y luego se separaron.
Aquella noche, después de cenar, con Alonso y Andrés en sus respectivas camas, y el pequeñín en su cuna, Gonzalo y Aylynt por fin pudieron sentarse en su sillón preferido frente al fuego. Estaba siendo un invierno muy duro, frío y seco. Y aún quedaba mucho, pues estaban en febrero.
La muchacha estaba recostada contra el pecho de su héroe, mientras él jugaba indolente con sus rizos, acariciándole la rubia cabeza. Pero tenía la mirada perdida en las llamas, inmerso en la disyuntiva que se le había planteado estos últimos días.
-¿Cariño, has pensado qué vas a hacer con la carta?-le susurró suavemente Aylynt, sabiendo que él estaba cavilando precisamente sobre eso.
Gonzalo salió de su ensimismamiento, y girándose hacia ella, la besó dulcemente en la frente y contestó que no.
-Sé lo que me dice el corazón. Pero he de esperar a ver la información que puede recopilar tu hermano. Todavía quedan unos días para dar la respuesta.
-Sabes que nosotros estaremos contigo, decidas lo que decidas –le dijo ella con decisión.
En respuesta, él, sonriendo, la besó en los labios.
-Creo que lo mejor será que aprovechemos bien el tiempo…-le susurró después al oído, mientras rozaba la oreja de ella con la punta de la lengua.
-Sí…con un héroe en casa…nunca se sabe…-suspiró ella mientras se estremecía de gusto.
Diego masculló una maldición al sentir el dolor punzante en el tobillo. Se lo acababa de torcer al saltar demasiado precipitadamente desde el balcón de la dulce Elvira. ¡Ay, Elvirita! Lo traía a mal llevar con ese cuerpo suyo celestial, suave y perfumado…Pero el señor duque se había presentado de forma intempestiva e inesperada en su palacio y justo le vino al picaflor para ponerse la ropa, coger la espada y tirarse al patio.
Llegó a su casa renqueante, pero mejor de lo que se imaginaba. Se puso hielo para combatir la inflamación y luego se lo vendó fuertemente. Después se sirvió un poco de vino precioso de San Martín de Valdeiglesias, tomó un sorbo y se recostó en el sillón mientras lo degustaba.
Sus pensamientos dejaron de lado a la dulce Elvira y se concentraron en otros asuntos menos agradables y más perentorios. Pulsó un resorte secreto en su escritorio y sacó unos legajos de su escondite. Eran papeles de hacía más de treinta años, cifrados. Todavía se le resistían pero faltaba ya poco para que encontrase la clave. Lo que allí se explicaba era fundamental para que su cuñado y su hermana tomaran una decisión.
Recordó una situación similar sucedida hacía más de un año. ¿O que iba a suceder dentro de tres siglos y medio? Movió la cabeza de un lado a otro y chasqueó la lengua. Detestaba esos momentos de añoranza que de vez en cuando le asaltaban sin poderlo remediar. Mil veces volvería a hacer lo mismo en esa situación, pero…a veces era duro. Él no estaba en el siglo XVII por amor, como su afortunada hermana. Se sonrió al recordarla. Él había llegado a este siglo huyendo del suyo…y no era lo mismo. Se preguntaba qué habría pasado con el megaataque cibernético que lanzó contra el sistema económico justo antes de escapar. ¿Habría tenido éxito? Nunca lo sabría…
-¡Bah! Déjalo ya, Diego, y vámonos a dormir que mañana se prevé movido –se dijo a sí mismo levantándose del sillón.
El día amaneció claro y despejado, pero gélido a más no poder. Aun así, muchos habían madrugado para coger un buen sitio con el que presenciar el auto. Las sillas de alquiler de las primeras filas ya estaban ocupadas, y el gentío empezaba a llenar el resto de la plaza. La plataforma con las dos piras preparadas estaba situada en un lateral, y a su derecha estaba la tribuna de autoridades y gente principal.
Conforme se iba llenando de espectadores, aparecieron unos cuantos vendedores de rosquillas y moscatel, ya que entre el madrugón y lo que aún quedaba, el hambre y la sed empezaban a hacer acto de presencia. Los más previsores se traían la merienda de casa, pero el resto aprovechaba la ocasión para hincharse de dulces.
Por fin se hizo la hora y llegaron los reyes, que se acomodaron en sus sitiales, rodeados de la corte en pleno, duques, condes y resto de la nobleza que no querían perderse el espectáculo. Además del tribunal inquisitorial constituido por tres frailes dominicos, presidido por el inquisidor general de las Españas, el padre Genaro Bermúdez. Y el comisario de la Villa, don Eusebio de la Mota.
Águila Roja observaba, escondido, desde el campanario de la Iglesia de la Merced, situada en la misma plaza. Se le encogió el corazón al ver como sus conciudadanos se disponían a pasar un “alegre” día de divertimento a costa de la muerte de dos inocentes. Nunca lo había entendido. Ni la saña de los inquisidores, ni, aún menos, el deleite del público al ver las ejecuciones de gente cuyo único delito era ser judíos, por ejemplo, como en este caso.
Isaac Adalacid y Ester Toledano habían venido desde Ámsterdam hasta Toledo para ver la casa y la ciudad de sus antepasados, obsesión que anidó en él desde muy joven cuando le fue explicado que hacía más de siglo y medio, en 1492, los reyes católicos expulsaron a los judíos de sus reinos. Algunos optaron por la conversión forzada, pero siempre fueron tachados de conversos judaizantes, siendo perseguidos por la inquisición igualmente. Pero la gran mayoría salieron con prácticamente lo puesto –les prohibieron llevar con ellos oro, plata y caballos, por ejemplo-, con pagarés de dudoso cobro obtenidos al malvender a mitad de precio sus posesiones, que ávidamente compraron los cristianos. Entre aquellos estaban los ascendientes de la pareja, que acabaron afincándose en Ámsterdam, donde fructificó una nutrida colonia judía procedente de Sefarad (España) dedicada a la orfebrería y los préstamos, principalmente.
Cuando el padre de Isaac, en el lecho de muerte, le hizo entrega oficial de la llave de su casa de Toledo, supo que tenía que ir. Pero calculó muy mal los riesgos, y fueron capturados en las cercanías de Madrid mediante la acusación de negarse a comer cerdo en la posada, testificada por uno de los llamados familiares de la inquisición.
Los dominicos se entusiasmaron con la presa, ¡unos judíos de verdad! ¡Les darían su merecido por crucificar a nuestro señor! Y entre tortura y tortura, los obligaron a que dieran su consentimiento para ser bautizados cristianos, hecho que a los pobres infelices aún les dolía más que la propia muerte. Pero igualmente los iban a ajusticiar, pues habían incumplido el edicto de los reyes, y aún después de su bautismo seguían rezando a su dios en su lengua.
El padre Bermúdez se frotó las huesudas manos no solo para tratar de entrar en calor en esa fría mañana. Además de quemar a los odiosos judíos, lo tenía todo preparado por si se le ocurría aparecer al traidor de Águila Roja. También lo pillarían a él. Y el regocijo sería doble.
En ese momento se oyó un intenso griterío de abucheos e insultos, pues acababa de hacer su entrada en la plaza el carromato con los dos reos que llevaban la coroza o gorro de cartón de forma cónica y la casulla del sambenito pintada con las llamas del infierno, además de las manos atadas a la espalda.
Sátur se entristeció viendo la cara llena de mugre, sangre y lágrimas de los dos, pero se sobrepuso rápidamente sabiendo que estaba en sus manos acabar con aquello. Paseó su mirada por toda la plaza, incluido el campanario, vio que todos ya estaban en sus puestos, y levantando el saco que llevaba escondido bajo la capa, lo abrió y vertió su contenido disimuladamente sobre la tarima de autoridades.
La función acababa de empezar.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor lunanueva » Jue Sep 06, 2012 7:21 pm

Que empiece ya!!!!!!!!!! Imagen Imagen

Que buena eres cortando el royo!!!! Imagen Imagen Imagen

Me encanta!! Así que la Inquisición, como siempre, dando por c*l*. Nunca seré capaz de entender determinados actos que la Iglesia ha llevado (y sigue hoy en día llevando) a cabo.

Carta?? qué carta?? Diego salvando inocentes en este siglo tambien??

La de preguntas que tengo y que sé que no me vas a contestar Imagen

Esperaré con ganas la siguiente entrega Imagen
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Saga
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Dom Sep 09, 2012 12:19 pm

Señoooooooooo que poderio narrativo...me encanta ese cuñado Diego... Imagen todo un picaflor...y me ha gustado especialmente la parte en la que explicas lo de la expulsión de los judios de España....su asentamiento en Amsterdam...y la descripción de como los ajusticiaba la inquisición describiendo los capirotes y demás.....¡¡BRAVOOOOOOO!! Ansiosa estoy por ver como águila los libera..........¡¡¡GRACIASSSSSSSSSS!!! Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Dom Sep 09, 2012 1:48 pm

¡Gracias chicas!
Lo siento, Luna, pero para lo de la carta habrá que esperar un poquitín más, jejeje


Capítulo 3
Dos docenas de ratones de campo empezaron a corretear por encima de la plataforma, ateridos de frío y aturdidos al ser sacados abruptamente del saco, donde hasta entonces habían estado dormitando cómodamente dándose calor unos a otros.
La reina doña Mariana fue la primera que los vio, pero haciendo gala de la buena crianza característica de los Austrias, entrenados para permanecer impasibles aunque el mundo se hundiera a su alrededor, se limitó a expresar su enojo a su esposo con un “Ni los ratones te respetan ya, Felipe” murmurado con mala idea entre dientes.
Pero sus damas y el resto de las marquesas, duquesas y condesas se levantaron como movidas por un resorte al notar el roce de los animalitos por sus tobillos, y empezaron a chillar desaforadamente a la vez que echaron a correr tratando de bajar todas en confusión por las escaleras hasta la plaza.
A partir de ahí todo fue un sindiós. El gentío que llenaba la plaza, al ver a las damas huir, y alentado por los gritos de Sátur y Alonso: “¡Que vienen, que vienen, nos van a matar a todos!”, entró en pánico y echó a correr hacia las salidas del lugar, opuestas a donde estaban los presos, internándose por las calles de los alrededores, sin orden ni concierto, olvidándose del motivo por el que estaban allí.
Para salvaguardar a los reyes y demás personalidades, el comisario ordenó que vinieran a la carrera todos los hombres que tenía repartidos por toda la plaza, dejando solo cuatro para custodiar a los reos.
En ese momento, Águila Roja saltó desde una de las ventanas del campanario donde estaba apostado, aterrizó impecablemente en el suelo, como siempre, llegó hasta donde estaba el carro con los prisioneros a escasos metros, les cortó las cuerdas de las muñecas a Ester e Isaac y los apremió para que bajaran y se quitaran el sambenito y la coroza, a la vez que luchaba katana en mano con los guardias. Desde lejos, el comisario disparó, pero el héroe, que la vio venir, esquivó la bala por unos milisegundos, y ésta fue a impactar a uno de sus propios guardias derribándolo. Águila se deshizo de otros dos y asombrosamente, Isaac tomó una de las sillas abandonadas de la plaza y se la estampó en la cabeza al cuarto, dejándolo inconsciente.
Todo esto sucedía a la vez que Alonso y Sátur hacían estallar botes de humo y asustaban sin cesar con sus gritos a la gente que rodeaba el carro, de tal manera que hubo un momento en que ni el comisario ni nadie más veía lo que pasaba en esa zona. Águila tomó de la mano a Ester, y con su marido detrás, se metieron en la iglesia de la Merced, la cruzaron sin ver a nadie, pues todo el mundo había ido a ver el auto de fe y había acabado huyendo en dirección opuesta, y salieron por una pequeña puerta en la sacristía que daba a un callejón detrás de la plaza.
Luego Águila Roja echó a correr hacia la derecha, arrastrando a la mujer, que apenas podía mantenerse en pie ayudada por su marido.
–¡Venga, Ester, ánimo, solo son unos metros más!–la apremiaba el héroe.
La mujer dio un suspiro aterrada y meneando la cabeza dijo que no podía más. Águila Roja, escuchando ya en la lejanía los gritos de la muchedumbre vio que no había más remedio, y tomándola en brazos, echó a correr seguido por un Isaac cada vez más debilitado.
De pronto la calle se ensanchó y aparecieron las ruinas abandonadas de un palacio ducal. Le dieron la vuelta y entraron en el jardín por un trozo de muro derruido. Águila se introdujo en las dependencias y no paró de correr hasta que llegó a las cocinas. Dejó a Ester cuidadosamente en el suelo y se apoyó en la pared para tratar de recuperar la respiración.
Transcurridos unos segundos empezó a quitar con rapidez los sacos y la leña que estaban en un rincón. Finalmente apareció una trampilla en el suelo, levantó la argolla y empezó a bajar las escaleras. Una vez abajo, había una especie de recámara donde comenzaba un oscuro túnel. Encendió dos lámparas de aceite con un mechero de yesca, le dio una a Isaac, y él tomó la otra. Empezaron a avanzar llevando a la pobre Ester entre los dos. Curiosamente, conforme más rato llevaban andando, mejor iba la mujer, hasta que llegó un momento en que no necesitó apenas ayuda. La posibilidad cada vez mayor de que la huida tuviera éxito, estiraba sus músculos, paralizados por el terror de encarar su cercana ejecución en la hoguera.
Media hora más tarde, salieron a la luz del día en un bosque próximo a la capital, pero ya fuera de su perímetro, muy alejados de las puertas con guardias. Unos metros más allá, a un lado del camino del Norte, les aguardaba Aylynt con capa y capucha bien calada en el pescante de un carro con varias jaulas llenas de ruidosas gallinas. Las apartaron deprisa y metieron en el doble fondo a los rescatados, envueltos en mantas para que no pasaran frío. Águila y Aylynt se miraron brevemente, y el héroe partió otra vez hacia la Villa por el túnel.
Aylynt salió con el carro; tenía por delante una legua, unos cinco kilómetros, a recorrer más o menos en una hora, hasta llegar a su destino, la Venta de la Dama. Ésta era un cruce de caminos principal en las afueras de la Villa, donde paraban todas las diligencias de la parte norte de España, e incluso donde se hacían transbordos para evitar entrar en la capital, y así acortar y abaratar los viajes.
Campo a través, a una prudencial distancia, eran seguidos por Diego, imponente con su negra y estilizada silueta sobre un caballo también negro. Habían utilizado uno de los muchos caminos de huida de la Villa que tenía habilitados para él y sus hombres, o para quien fuera menester si él lo consideraba oportuno, como en este caso. Aunque prefería no implicarse físicamente ni ser visto en cualquiera de los “negocios” de su cuñado cuando ejercía de héroe. En su oficio, la discreción era imprescindible.
Aun así, hizo acto de presencia por si su hermana necesitaba su ayuda. Ella sabía que él estaba allí, cabalgando cerca de ellos, y eso la tranquilizaba bastante.
Estaban más o menos a mitad del recorrido cuando a la vuelta de un recodo, Aylynt se dio de bruces con una patrulla de caminos compuesta por cuatro guardias a caballo. El corazón se le subió a la boca y empezó a latirle aceleradamente. En un primer momento parecía que iban a pasar de largo, pero luego el jefe de la cuadrilla se lo volvió a pensar y giró su montura otra vez hacia la muchacha.
–¡Eh, tú! ¿Adónde te diriges? –preguntó desabrido.
–A Alcobendas, señor –contestó Aylynt con serenidad pero sin descubrirse la cara, tapada con la capucha de la capa.
–¿Y de dónde vienes con tantas gallinas a estas horas? –insistió el jefe en seguir con el interrogatorio.
–Del mercado de la Fortaleza –respondió Aylynt tratando de parecer convincente.
El jefecillo de la partida se acercó a lomos del caballo y le bajó la capucha a Aylynt de sopetón. Vio a una muchacha con un pañuelo no excesivamente limpio atado a la cabeza ocultándole el cabello, con la cara ligeramente tiznada y los ojos bajos.
Diego observaba de lejos pero absolutamente en guardia para actuar a la mínima ocasión. Porque como descubrieran a los judíos en el doble fondo del carro, esta vez quemarían también a su hermana con ellos.
Finalmente, los guardias se fueron y los cuatro pudieron tomar aire. Isaac y Ester habían estado casi literalmente conteniendo la respiración desde que habían oído el ruido de caballos. Fue buena idea llevar a las ruidosas gallinas, ya que se hicieron notar.
Cuando llegaron a la venta, el dueño los ayudó a entrar en los establos sin decir nada, cerrando después la puerta al marchar. Aylynt se apresuró a despejar el carro bajando las jaulas de las impertinentes gallinas que no pararon un momento de cacarear durante el viaje, y después sacó a los pasajeros de su incómodo escondite. Llegaron discretamente a la habitación que tenían reservada y donde ya había preparadas dos tinas con agua caliente para que se adecentaran los huidos.
A la pobre Ester le dio por llorar sin parar, mientras Aylynt, con dulzura, le lavaba las heridas. Después se vistieron con ropa que les había traído ella misma. Y les dejó un pequeño baúl con ropa de recambio, que también serviría para completar el papel que a partir de ahora iban a interpretar, el de un matrimonio de comerciantes que iban camino de Noruega. Y dinero y documentación nueva, cortesía del rey a través de Diego. Al fin y al cabo, la inquisición y la corona se habían incautado de todo lo que habían traído ellos, que era mucho más.
Aylynt se volvió para la Villa, y Diego esperó hasta que discretamente a lo lejos, sin darse a conocer, vio que la pareja subía en la diligencia rumbo a San Sebastián, donde esperaban poder embarcar hacia Ámsterdam. A partir de ahora era cosa de ellos.

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Dom Sep 09, 2012 5:35 pm

Aylynt!!!! Que maravillosa lectura para esta tarde de Domingo!!!! Imagen Tal cual parece que esté leyendo la aventura de un capi de la serie....pero con los de la Vega como nuevos personajes Imagen
Me encantan las descripciones que haces, y la explicación sobre el aseo-lavadero y el corte de pelo de Ayly ha sido buenísimo Imagen

Deseando seguir leyéndote!! Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor lunanueva » Dom Sep 09, 2012 9:07 pm

Pues si tengo que esperar, se espera, ya estamos acostumbradas Imagen Imagen

A nena guta mucho!!! Quiero más!!!

Por cierto... no sé las demás, pero a mí ese Diego vestido de negro a caballo... mmmm Imagen Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Dom Sep 09, 2012 11:42 pm

Señooooooooo yo ya tengo a mi Diego...ainssssssss!!! que me lo imagino asi:
Este es mi Diego...y aviso: NO LO COMPARTO CON NADIEEEEEE!!!!
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Quiero escena picantosa con este bombonazooooo!!!
Porfis, porfis... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Lun Sep 10, 2012 9:22 am

¡Jo*er Saga! ¿Dánde has sacao ese especímen? Creo que has captado a la perfección la esencia del personaje, ¡adjudicado! Nos lo quedamos como Diego de la Vega, jajajaja
Pero si es que hasta la camisa es de esa temporada, jajajaja

Ya que Lunita es tan conformada, le vamos a dar gusto con lo de la carta, que ya toca, jejeje



Capítulo 4
Cuatro días después del frustrado auto de fe, la Villa todavía seguía agitada. Había empezado una nueva y feroz persecución contra Águila Roja. La inquisición no estaba dispuesta a consentir que el oprobio quedara impune. Puso toda su maquinaria en funcionamiento y lanzó a todos sus “familiares” a la búsqueda de cualquier pista por mínima que fuera para encontrarlo. Ni siquiera les importaban ya los judíos. Ahora el objetivo era ese héroe que se había reído de ellos en demasiadas ocasiones. Pero esta sería la última, se juramentó Bermúdez.
El rey también estaba furioso. Le resultaba inadmisible esa falta de respeto para con la santa madre iglesia católica. Además, ese par de judíos habían violado el edicto de sus tatarabuelos y merecían su castigo. Pero…, se trataba de su hijo. Ese hijo al que había apartado de él toda su vida, al que su torpeza había dejado sin madre… Ese hijo que había salvado la vida a sus pequeños hermanos, a Mariana, y a él mismo también. Decidió no hacer nada por su cuenta y dejarlo todo en manos de la inquisición. Pero muy, muy en el fondo de su corazón deseó que no lo encontraran nunca. Ni siquiera hablaría con Diego sobre él. Mejor no remover nada.
Gonzalo y Sátur desmontaron la guarida y repartieron su contenido entre varios escondites por toda la Villa, incluso enterraron la emblemática katana en el monte. Cualquier precaución era poca ante la cruzada inquisitorial que se les avecinaba. Lo malo fue que los ladrones y malhechores pronto se dieron cuenta de que el aguilucho estaba desaparecido, por lo que las fechorías nocturnas tuvieron un repunte importante y la gente, de fácil y mudable opinión, se olvidó de que hacía unas horas clamaba contra el héroe por salvar a los judíos, y empezó a pedir que volviera para que los protegiera a ellos.
Pero Gonzalo sabía que debía dejar reposar el asunto, porque la inquisición sí que no mudaba de opinión. En esta ocasión se la habían jurado, y por primera vez, el héroe sintió el aliento de sus perseguidores en la nuca cuando los vio pasar por todas las casas, incluida la suya, no dejando un milímetro de escudriñar en busca de cualquier pista para pillarle.
Fue tanta la presión que sentían que Aylynt llegó a preguntarle a su hermano si el posadero de la Venta de la Dama era de fiar. Aunque fuera de lejos, la había visto llegar con una pareja justo a las pocas horas de desaparecer los judíos.
–No te preocupes Aylynt, Antonio el de la Venta no dirá nada. Odia a los de la inquisición aún más que nosotros, le mataron un hijo. Además, su colaboración es siempre muy bien pagada.
Así que cuando se reunieron Diego y Agustín con Aylynt y con Gonzalo para decidir qué hacer con la carta, en realidad el héroe ya tenía la decisión tomada.
La releyó delante de todos para que la recordaran:
Florencia A.D. 1665, 7 de Enero
Queridos sobrinos Robert y Carlos:
Aunque vosotros seguramente no habéis tenido nunca conocimiento de mí, yo, sin embargo, os he llevado siempre en mi corazón, igual que a mi hermana Beatrice, vuestra madre. Soy vuestra tía Eleonora.
Hasta ahora no se habían dado las condiciones para que intentara contactar con vosotros. Por eso, y porque me hallo cercana a escuchar la llamada de Nuestro Señor es por lo que por fin me atrevo a escribiros y pediros que tengáis a bien visitarme, aquí en Florencia, donde siempre he vivido y donde nació y se crio vuestra madre.
Y mi alegría aún sería mayor si vinierais con vuestras familias.
El portador de esta carta es mi fiel Giuseppe, con el que podéis contar para todo lo que sea menester en la organización del viaje, si decidís venir.
Recibid el amor de vuestra tía
Eleonora de Medici
–Piensas ir te diga yo lo que te diga, ¿verdad, Gonzalo? –le preguntó Diego.
–¿Has encontrado algo más? –inquirió Gonzalo, aunque en realidad estaba poco interesado en lo que hubiera podido descubrir su cuñado.
–Ya te dije que encontré el informe de mis antecesores referido al caso de tu madre. Por fin lo he descifrado y sus conclusiones, perfectamente documentadas, son que el asesinato de tu madre fue un complot conjunto de la corona francesa y del gran ducado de la Toscana.
Gonzalo y Aylynt abrieron los ojos horrorizados ante semejante revelación.
–¿Estás diciendo que la propia familia de mi madre la mandó matar? –Gonzalo se recostó hacia atrás en la silla tan impactado que abrió la boca pues sentía que le faltaba el aire.
Al momento se encaró furioso con el fraile:
–Agustín, ¿tú lo sabías?
–No, Gonzalo. Me lo imaginaba, pero nunca quise inmiscuirme en ese tema. Preferí dejar aparte las venganzas y concentrarme en cuidaros a vosotros.
–¿Y mi padre? ¿Por qué no hizo nada cuando se enteró? –murmuró rabioso con voz ronca.
–Mira, Gonzalo…Los reyes acaban sabiendo muchas cosas con las que no pueden hacer nada. Además, como dice nuestro señor Jesucristo, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Verdad, Diego? –Agustín se quedó mirando a su último protegido, al que él mismo había recomendado al rey para jefe de los servicios de inteligencia de la corona española. En cuanto lo conoció, percibió las asombrosas capacidades del muchacho para el secreto y el espionaje, y hasta ese momento, no les había defraudado ni a él mismo ni al monarca. Había modernizado y reorganizado por completo todas las rutas de envío y obtención de información, de manera que ahora, el rey de España era el primero en Europa en enterarse de absolutamente todo lo que pasaba en cualquier lugar del mundo. Y eso se lo debían a Diego de la Vega. Sin contar también con que parecía tener un sexto sentido que le hacía adelantarse siempre a los acontecimientos más importantes, prácticamente como si los conociera de antemano.
El interpelado asintió con la cabeza.
Permanecieron unos momentos en silencio, hasta que finalmente volvió a hablar Gonzalo:
–Me da igual. Vamos a ir de todas formas –dijo grave y serio.
–Pero…Gonzalo… ¿Y los niños? ¿Y si es peligroso llevarlos en esas condiciones? –preguntó Aylynt angustiada.
–Quédate tú con los niños, iré yo solo –concedió Gonzalo.
–Serán tres o cuatro meses como mínimo, entre el viaje y la estancia, cariño. No me gusta en absoluto que te separes de nosotros durante tanto tiempo –repuso Aylynt preocupada.
–¿A qué se refiere con lo de que hasta ahora no se habían dado las condiciones, Diego? –preguntó Gonzalo.
–Me figuro que a la muerte de Ferdinando II, tu primo. Ocurrió hace seis meses. Se supone que él fue uno de los instigadores del asesinato de tu madre, su tía –explicó Diego, mirando a Agustín y buscando su aquiescencia. Este afirmó con la cabeza.
–Pero… ¿Por qué, Dios mío, por qué? –una lágrima brotó en la mirada dolida e incrédula de Gonzalo.
–Ferdinando y sus nobles temían que si Felipe conseguía casarse legalmente con tu madre, y siendo que ya habías nacido tú, un posible heredero varón sano, intentara hacerse con el gran ducado de Florencia y los barriera a todos ellos. Por la otra parte, su tía María de Medici, reina madre de Francia, madre de Isabel de Borbón, la esposa de tu padre, no estaba por la labor de permitir la más mínima duda sobre el matrimonio de su hija. Además de que por aquel entonces nació el príncipe Baltasar Carlos, hijo de Isabel.
La dolida y rabiosa mirada de Gonzalo se encontró con la de Aylynt y susurró:
–Como tú ya dijiste una vez, un nido de víboras.
–Entonces, ¿qué le digo a Giuseppe? ¿Vas a ir o no? ¿Tú solo o todos? –preguntó Diego.
–Sí, vamos a ir todos. Si mi tía ha esperado tantos años a la muerte del asesino para llamarnos, eso significa que no lleva idea de dañarnos, ¿no? ¿Y qué más ha contado el tal Giuseppe? –se interesó Gonzalo.
–Pues aparentemente, lo que dice la carta es cierto. La señora estimaba muchísimo a tu madre, y no ha sido hasta ahora después de morir su sobrino cuando ha podido interesarse por vosotros. Giuseppe lleva más de veinte años trabajando para la señora, como él la llama, y cree en la honestidad de su ama en este llamamiento. Mis hombres y yo le conocemos de otro caso que tuvimos que llevar juntos, porque él a veces, trabaja también para los espías del Gran Ducado. Es un colega, vamos. Parece de fiar, y no tengo motivos para dudar de él, pero jamás pondría la mano en el fuego por un espía italiano –Diego torció la comisura izquierda de la boca en una especie de sonrisa de circunstancias.
–Pero, allí saben todos que Gonzalo es hijo del rey de España, ¿no? Esto es muy peligroso –adujo Aylynt.
–No. Parece ser que los únicos que sabían de quién es hijo Gonzalo, ya murieron, los principales responsables de encargar el asesinato: Ferdinando y cinco nobles toscanos; ninguno de ellos existe ya. Y dudamos que se les fuera la lengua, pues, al fin y el cabo, este asesinato es bastante deshonroso. En el informe, hecho varios años después del suceso, los espías españoles comprobaron que nadie en Florencia tenía recuerdo de quién era el padre. Probablemente tu tía también lo sepa, pues debió estar al tanto del motivo último por el que Ferdinando lo hizo. Pero el resto cree que los hijos de Beatriz de Medici tienen por padre al duque francés de Montmorency, su primer marido. Hasta Giuseppe lo comentó como de pasada.
–¿Podría hablar yo con él? –inquirió Gonzalo.
–Gonzalo, es preferible que no te conozca ni sepa quien eres hasta que estés firmemente decidido a ir. Si al final no vas porque no te fías de ellos, igualmente te habrás puesto en peligro.
–¿Cómo es que él se está fiando de ti, de que sabes quienes son de verdad las personas que está buscando? –le preguntó Gonzalo un poco dudoso.
–Dice que os puede reconocer por unas marcas de nacimiento. Tu madre se lo contó a tu tía.
–¡Vaya!¡Pues sí que saben! –murmuró Gonzalo para sí. Luego levantó la vista y clavándola en la de Diego le dijo:
–Dile a Giuseppe que lo vaya preparando todo. Iremos mi esposa, mis tres hijos y yo. Supongo que le habrás contado que Hernán murió.
–Sí. Entonces de acuerdo. Se hará como tú dices –aceptó Diego.
La que no lo tenía tan claro era Aylynt. Algo le decía que sería mejor no ir. Pero conocía a su marido y siempre le habían podido las ansias de saber. Además, sería una manera de poner distancia por un tiempo entre la inquisición española y ellos. Solo esperaba que no lo pagaran demasiado caro.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Lun Sep 10, 2012 9:08 pm

Madre mía, menudo complot! Que bien hilado está todo, Aylynt Imagen

Pordió, pordió, ese Diego de la Vega que nos ha puesto Saga es perfecto Imagen Es muy parecido al que yo tenía en mente....no sabía que existía en realidad Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Vie Sep 14, 2012 2:25 pm

Pues ale, nos vamos de viaje Imagen Imagen

Capítulo 5
–¡Tío, que se te cae Carlitos! –gritó Alonso riendo a la vez que se lanzaba apresurado a tratar de rescatar al chiquitín de los inexpertos brazos de Diego.
Alonso lo cogió firme pero delicadamente entre los suyos, y le dio un beso en la frente al benjamín de la familia, al tiempo que le hacía pedorretas con la lengua a las que el rubio bebé respondía riendo y gorjeando sin parar.
Aylynt observaba ufana y feliz. En un primer momento no tenían ni idea de cómo iba a recibir Alonso a un hermano. Pero pronto pudieron respirar tranquilos, tanto Gonzalo como Aylynt, porque Alonso adoraba a sus hermanitos. Incluso era el que más se ocupaba de Andresito, que pronto cumpliría dos años y corría como una gacela por toda la casa buscando algo que romper o con lo que jugar o entretenerse.
–¡Buenooooooo! Ya llegó el experto en bebés –replicó Diego en plan de guasa.
–¡Pues más que tú, sí, tío! ¡Si casi se te ha colado entre el brazo y la cintura! –argumentó el chico riendo.
–¡Bahh! Vamos a dejar el tema –zanjó el tío guiñándole el ojo–, que si no mi hermana ya no me va a dejar cogerlos más en brazos.
–No te preocupes, Diego, que si tardas otro tanto en venir a verlos, ya no hará falta que los tomes más en brazos –le lanzó Aylynt, como quien no quiere la cosa.
–Vale, vale…reconozco mi culpa, pero es que soy un hombre muy ocupado –arguyó Diego chistoso.
Siguieron las chanzas durante un rato más en la concurrida cocina de los Montalvo estando presentes también Estuarda, que ayudaba a Aylynt con los niños y la casa, y sus hijos, Gabi, y la pequeña Carmencita, de una edad parecida a la de Andresito y con el que era inseparable compañera de juegos.
Luego, Aylynt le dio el pecho a Carlitos y lo puso a dormir en la cuna, mientras los otros dos pequeñines se entretenían en un rincón alejado con unos cubitos de madera de colores y unos muñecos. Estuarda estaba tendiendo en el patio la ropa que acababa de lavar.
En ese momento, Alonso se fue con Gabi a realizar alguna misteriosa encomienda.
–¡No tardéis mucho, Alonso! Que la comida estará en media hora –le recalcó Aylynt–. ¿Y a dónde irá este crío a estas horas?–se preguntó a sí misma murmurando.
Diego, aprovechando que estaba a solas con su hermana por unos momentos, la miró intrigante y le dijo en voz baja:
–¡Oh, l’amour!
–¿Pero qué dices, Diego? ¿Alonsillo tiene novia? –le preguntó ella también susurrando.
–Sip. Pero no sé si decírtelo, es un secreto entre hombres…
–Diego…–le dijo su hermana con voz amenazante y los brazos en jarra.
–Vale, está bien, si me miras así de mal, te lo diré…–se echaron a reír los dos–.Pero creo que ya te lo puedes imaginar, y así no romperé mi promesa.
–Isabel.
Diego asintió.
Aylynt movió la cabeza pesarosa de un lado a otro.
–Con la de chicas que hay en la villa y se tenía que ir a fijar en la hija de la condesa. Ella nunca dejará que su hija se case con un plebeyo. Es muy generosa y campechana, pero a eso no creo que llegue.
Estuvieron callados durante unos segundos y luego Aylynt prosiguió:
–Diego, me ha parecido que cojeabas un poco cuando has entrado; y llevas sentado todo el rato desde que has venido…
Aylynt, al ver la cara de pícaro que ponía, no pudo menos que espetarle:
–¡Saltaventanas! Si te pilla el duque te va a borrar esa sonrisita satisfecha.
–La culpa es suya y solo suya. ¿A quién se le ocurre casarse con una de veinte teniendo setenta? ¡Si es que eso tendría que estar prohibido!
–Pues bien que te va a ti. Y lo otro te lo digo en serio; en este siglo te matan por esto, Diego.
–No te preocupes, hermanita. Sé cuidarme. Ya soy tan bueno como tu marido, con la espada –le aseguró orgulloso.
–Lo sé. Pero hay muchas maneras de matar a alguien, no solo en un duelo, Diego.
–Tendré cuidado, no te preocupes –trató de tranquilizarla Diego.
Los días pasaban veloces y por fin llegó el momento de la partida. Aunque todos los que no estaban en le secreto creían que el viaje tenía como destino Barcelona, el lugar natal de Aylynt. Era bastante difícil de creer que un simple maestro de escuela de barrio tuviera posibles para irse con toda la familia a Italia, por lo que idearon la explicación de que era un viaje para conocer a la familia de su mujer.
Previamente, Gonzalo había hablado en varias ocasiones con Giuseppe. Aunque era hombre de pocas palabras, aún menos en castellano, le dio buena impresión al héroe, pues lo veía capaz y honesto. El italiano comprobó escrupulosamente las dos marcas de nacimiento, con forma de media luna la de la nuca, y de corazón la del tobillo izquierdo, que acreditaban que Gonzalo era Carlos, el hijo de Beatriz de Medici.
La tía Eleonora había dado carta blanca a Giuseppe para que gastara todo lo que fuera necesario en pos de la comodidad y seguridad del viaje de sus sobrinos, por lo que el italiano contrató los servicios de un cochero con su carruaje. Además, había venido de Florencia con dos de sus hombres, en previsión de cualquier problema.
Aylynt y los chicos iban dentro, Gonzalo en el pescante con el cochero, y Giuseppe y sus dos hombres, a caballo. Un rato después de pasar la Venta de la Dama, de repente, Alonso sacó la cabeza por la ventanilla y llamó a Gonzalo acongojado.
–¡Padre, padre!
–¿Qué pasa, Alonso? ¿Les ocurre algo a los niños? –preguntó su padre preocupado.
–¡Padre, el cochero se ha equivocado! Este es el camino de Valencia, no el de Barcelona –le dijo el chico.
Gonzalo hizo parar al cochero y bajando del pescante, se metió dentro del carruaje.
–Alonso…verás…es que en realidad no vamos a Barcelona –empezó Gonzalo.
–¿Cómo que no vamos a Barcelona? ¿Entonces adónde vamos? –preguntó Alonso extrañado.
–Primero vamos a ir a Valencia, y después, allí cogeremos un barco a Florencia. Vamos a Italia, Alonso.
–¿Quéee? ¿Cómo que a Italia? ¿Y para qué?
–Es algo muy largo y complicado de explicar. Confía en mí, por favor.
–¿Cómo voy a confiar si me has mentido? Dile al cochero que vuelva a parar que yo me bajo; me voy a Madrid aunque sea andando. Yo no puedo perder un montón de meses por ahí de viaje –dijo el muchacho enfurruñado.
–Alonso, te lo vuelvo a pedir por favor. Tranquilízate y no digas barbaridades. NO vas a bajar del carro ni a volver. Te vienes con nosotros –le dijo muy serio su padre.
Alonso lo miró con rabia, luego le giró la cara y se acurrucó en un rincón.
Aylynt y Gonzalo se miraron con cara de circunstancias y él volvió al pescante, pues era incompatible con su manera de ser ir encerrado sin poder prever lo que deparaba el camino.
Al cabo de un rato, Alonso se giró hacia Aylynt y le preguntó por qué iban a Italia.
–Tu padre ha descubierto que tiene una tía allí, en Florencia. Es ella la que nos ha invitado y lo paga todo, nos quiere conocer.
–Podíais habérmelo dicho antes. Yo no hubiera ido. Hubiese preferido quedarme en casa.
–Alonso…hace unos días que quería hablarte de algo…verás…–comenzó Aylynt sin saber muy bien cómo seguir sin parecer una metomentodo; pero sentía que se lo tenía que decir, por su bien.
El chico la miró serio.
–Me he enterado que tienes más que una amistad con Isabel. Tengo que recordarte que ella será condesa, y…las condesas no se casan con plebeyos –ya está, ya se lo había dicho, suspiró Aylynt. Llevaba días queriéndoselo decir, pero no sabía cómo sin herir los sentimientos del muchacho. Estaba segura de que su negativa a ir a Italia estaba relacionada con que no quería dejar de ver durante tanto tiempo a la condesita.
–¡No te metas en mi vida! ¡Tú no eres mi madre! –le espetó él cruelmente. Y se volvió a acurrucar en el rincón.
Aylynt se quedó anonadada con el desaire, que le atravesó el corazón. A pesar de todas las diferencias que de vez en cuando habían tenido, jamás le había dicho algo semejante en los cuatro años que llevaban compartiendo su vida. Optó por aguantarse el dolor que le había producido semejante respuesta, y se concentró en vigilar el sueño de los dos pequeños, que iban echados en el asiento de enfrente.
Aquella noche, en la posada donde pararon a pernoctar, Aylynt intentó convencer a su esposo de que hablara con Alonso y le explicara lo de la abuela italiana, pero fue en vano. Gonzalo se negó aduciendo que era peligroso explicárselo tan pronto y que, además, tenía que aprender a confiar en su padre.
–Ya tiene quince años, Gonzalo. También tú tendrías que aprender a confiar en él.
Gonzalo le lanzó una mirada airada y se giró hacia el otro lado de la cama.
Aylynt cerró los ojos, y aunque estaba rendida del traqueteo del viaje, le costó dormirse pensando en lo tozudos que eran tanto el padre como el hijo.
Los siguientes días transcurrieron sin novedad. Gonzalo, a veces, se quedaba ensimismado con la mirada perdida en el camino, pensando en su madre. Recordaba una y otra vez las escasas imágenes que conservaba en su memoria de su asesinato. De cómo Agustín los había salvado, pero a la vez separado entre sí, a él y a Hernán. Lo curioso era que veía la escena en blanco y negro, tan solo la sangre derramada de su madre era roja, brillante, desafiante y dolorosa a más no poder. Se preguntaba una y otra vez si hacía bien yendo con toda la familia a Italia. Pero él quería saber…, necesitaba saber sobre su pasado, su madre,…
Sintió un odio terrible hacia ese primo que mandó matar a su madre. ¡Lástima que todos se hubieran confabulado para que no lo encontrara en vida!
A pesar de todo el peligro y todo el dolor que implicaba ese viaje, sintió que era inevitable. Porque sin esa parte de su pasado, se sentía literalmente en el aire, sin raíces que lo sustentaran y apoyaran en los momentos difíciles.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Dom Sep 16, 2012 4:53 pm

Vaya, pobre Alonsillo!! Estamos deseando que se eche una novia y nos les separas por culpa del viaje, mujer Imagen
A la espera quedo Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Mar Sep 18, 2012 10:01 pm

¡Bueno Aledis, yo creo que Alonsillo lo podrá aguantar! Imagen Imagen ¡Muchas gracias por tus mensajes! Imagen

¡Siguiente capiiii!!!


Capítulo 6
Aylynt miraba por la ventanilla la espesa niebla con la que había comenzado el quinto día de viaje, y que le impedía ver absolutamente nada del paisaje de campos y pequeños villorrios que iban atravesando.
Igual le pasaba respecto al viaje en general. Desde que habían iniciado esta inesperada expedición era incapaz de vislumbrar nada, como si tuviera un denso e infranqueable muro por delante. La aprensión la atenazaba por momentos y solo era capaz de estrechar contra sí a sus dos pequeños, deseando que llegaran días más claros.
Además, la actitud de Alonso, que no había vuelto a hablar con ella más que lo imprescindible, le irritaba y le dolía a la vez. Era duro tener de compañero del estrecho habitáculo y durante tantas horas a alguien que te ignoraba y te reprochaba su situación, muda pero elocuentemente.
Andresito llamaba a Carmencita, su compañera de juegos, cada dos por tres:
–¿One Camenita? –les decía alternativamente a su madre y a su hermano mayor. Estos le sonreían y lo trataban de entretener jugando a las palmas o a un rudimentario veo, veo… dados sus escasos dos años. Pero con poco éxito, pues al rato seguía con la cantinela.
Gonzalo y Giuseppe estaban preocupados. Aquella niebla justo cuando acababan de salir de Minglanilla y tenían que atravesar las hoces del río Cabriel era peligrosa.
Paolo y Giovanni, los dos hombres de Giuseppe iban por delante inspeccionando el camino que se volvía más estrecho y escarpado conforme avanzaban, mientras las piedras que saltaban de los cascos de los caballos caían a un abismo de decenas de metros hasta el río.
Poco a poco, sin embargo, la niebla se fue levantando y el camino ensanchando, a medida que bajaban del tremendo puerto de montaña.
El gran alivio que sintieron al verse ya avanzando otra vez por un camino un poco más seguro se trocó en horror en el momento en que vieron venir hacia ellos, entre los girones de niebla que aún quedaban, a una decena de hombres con la intención de asaltar su pequeña caravana.
Gonzalo, los italianos y el cochero desenvainaron rápidamente sus espadas y se lanzaron a repeler el ataque. Algunos de los asaltantes llevaban también espadas, mientras otros, que iban detrás, llevaban puñales preparados para deshacerse de los viajeros del interior del coche. Pero cuando se acercaron a las ventanillas se llevaron una desagradable sorpresa. Una mujer y un muchacho se defendieron bravamente con sus propias dagas y les hirieron, teniendo que retirarse.
Gonzalo atacó sucesivamente uno detrás de otro a tres de los bandoleros armados con espada. Con rápidas fintas y portentosas patadas en el pecho, además de letales golpes en la carótida con el canto de la mano, se deshizo de ellos en un santiamén.
Los italianos por su parte se encargaron de otros cuatro asaltantes.
Al final, quedaron tres atacantes tirados en el suelo, probablemente muertos, y el resto, algunos de ellos heridos, salió huyendo en desbandada.
Gonzalo y el cochero subieron rápidamente al pescante y pusieron en marcha a los caballos tratando de salir cuanto antes de aquella zona tan peligrosa.
Aylynt y Alonso, cada uno apretando contra su pecho a uno de los pequeños, se quedaron mirándose tratando de recuperar la calma después del tremendo susto. En esas, Alonso se tiró a los brazos de la mujer, aún con los niños por el medio, y en voz baja y sentida le dijo:
–¡Perdóname, Aylynt!
Ésta lo abrazó fuertemente y le dio las gracias por actuar tan rápidamente, lo que ayudó a salvarlos a los cuatro.
–Sólo pensar en que podía haberles pasado algo a mis hermanos, me ha hecho darme cuenta de las cosas que son importantes en la vida –explicó el muchacho compungido–. He sido un desagradecido y un tonto por decirte aquella barbaridad. No te la mereces de ninguna de las maneras.
A Aylynt se le empañaron un poco los ojos al ver que por fin las cosas se calmaban entre ellos, lo que se unía al hecho de darse cuenta de que habían salido indemnes de un asalto.
Unos minutos después, cuando estuvieron en una zona plana, y más abierta y despejada, Gonzalo pidió al cochero que parara y bajó de un salto a preguntar por su mujer y sus hijos. Aunque ya se lo imaginaba, pues no habían pedido ayuda, se alegró sobremanera de verlos allí a los cuatro sanos y salvos. Los abrazó y estos a él, mientras reían y lloraban a la vez después del mal rato. Aunque había sido todo tan rápido que los pequeños apenas se habían dado cuenta.
Volvieron a parar una legua más adelante, ya en zona perfectamente plana y con muchísima visibilidad, al lado de un riachuelo para curar y vendar a Paolo y a Giuseppe, que habían recibido sendos tajos en la pierna y en el brazo. Los italianos pudieron comprobar lo buena enfermera que era Aylynt, que después de lavar bien con agua las heridas, sacó una pequeña caja con útiles para coser y cortar, vendas limpias, un frasco de alcohol y varios botecitos más de hierbas, y les realizó un artístico y rápido zurcido como el mismo jefe de los italianos bromeando se encargó de comentar. Luego, después de un rato en el que tomaron algo de comer y beber, y cuando ya se disponían a reiniciar la marcha, Giuseppe les comentó:
–Componéis una peculiar familia, Gonzalo. ¿Dónde has aprendido a luchar así? ¡No lo había visto nunca! Tu esposa y tu hijo saben defenderse bien. Y ella es muy buena enfermera.
Los aludidos se miraron entre sí, se sonrieron, pero no dijeron nada.
Finalmente remprendieron la marcha, y ni siquiera pararon en la famosa venta de Contreras, donde habían planeado de antemano la comida. No pensaban denunciar el asalto para evitarse complicaciones, pues no querían dejar constancia de que estaban camino de Valencia y no de Barcelona. Los dos heridos se habían cambiado la ropa, y externamente, nadie podría decir que habían sufrido ningún ataque.
Tarde en la noche, cuando ya se disponían a ir a dormir, llegó la noticia de la muerte de dos bandoleros de la partida de El Pelao a la posada donde pernoctaban, pero nadie les fue a preguntar, pues ya se veía que aquella agradable familia con niños y sus amigos guardianes no habían padecido ningún percance. El posadero masculló entre dientes:
–¡Ojalá se los hubieran cargado a todos, a esos malnacidos que atacan y matan a la gente inocente! Los que hayan sido pueden estar bien orgullosos –estaba harto de recoger caravanas con gente herida o muerta por esos indeseables.
Los siguientes días fueron mucho más llevaderos para Aylynt, pues Alonso, ya resignado, incluso entusiasmado con el viaje, no paraba de preguntarle cosas.
–Y, ¿cómo es de grande el mar, Aylynt? Es que no lo he visto nunca, y no puedo ni imaginármelo; dicen que está todo lleno de agua hasta donde alcanza la vista –se sonreía Alonsillo.
–Sí, así es. Te encantará, ya verás. Aunque, a veces, según cómo está el tiempo, los barcos hacen que te marees –le replicaba ella, tratando de prepararlo, por si acaso.
–¿Tú te mareas en barco?
–Bueno, si la cosa va normal, no, pero si hay marejada y olas muy grandes, sí, en realidad casi todo el mundo se marea en esas circunstancias.
El chico estuvo un rato rumiando si él sería de los que se mareaban o no, y después saltó a otro tema que lo tenía intrigado.
–Y, esta tía que nos paga el viaje, ¿es hermana del abuelo Alonso o de la abuela Ana?
–Alonso…, eso se lo tienes que preguntar a tu padre. Él no quiere que yo te explique nada, así que me voy a callar.
–Padre y sus secretos –resopló hastiado el muchacho.
Pero lo cierto es que ahora la convivencia en el minúsculo espacio era mucho más llevadera. Aylynt daba gracias del aguante que tenía Alonsillo para jugar y entretener a sus hermanos pequeños, que lo adoraban. Ahora el tiempo parecía que pasaba más aprisa.
Por fin, al atardecer del séptimo día de viaje, llegaron a Valencia.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Mié Sep 19, 2012 12:54 pm

ImagenImagenImagenImagenImagenPero que me está gustando señá Seño...!!! Ese viaje a Italia...ese Alonsillo namoratoooo!! Imagen Imagen Imagen esas agrias palabras para con su madre adoptiva...y ese Hernán que la ha diñado Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen y ese Agustin resucitado Imagen Imagen Imagen yyyyyyyyyyy por supuestisisimo mi DIEGO DE LA VEGA....Ainssssssssss ese pedazo de cuñado jefe del espionaje español y picaflor empedernidooo!!! Imagen Me tiene embuclá....MI BELLO RAGAZZO...Desempolvando el diccionario de vocablos italianos....¡¡¡BRAVO!! SIGUE, SIGUE...NO PARESSSSSSSS!!!
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Mié Sep 19, 2012 7:29 pm

¡Virgen del tremedal, Saguita! ¡Vaya con el Henry! Amos que si no estuvierá ya afiliá al amo, igual me cambiaba y tó, jajajaja

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Aunque como Diego, is perfect, querida Saga Imagen

Gracias por tu mensaje, me alegro mucho de que te esté gustando Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor lunanueva » Mié Sep 19, 2012 9:55 pm

Que me había perdido dos!!! Dos!!! y vaya dos!!! Imagen Imagen Y ahora que hago para esperar al siguiente Imagen Imagen Me encanta Imagen

Por cierto... pedazo de Diego!!! Imagen Imagen Este hombre ya me traia loca cuando veia Los Tudor Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Mié Sep 19, 2012 9:57 pm

Me encanta lo ligero que has hecho este capi. En un sólo capítulo han llegado a Valencia, pero sin escatimar en describir las anécdotas y desventuras del viaje Imagen
[quote][justify]Aylynt miraba por la ventanilla la espesa niebla con la que había comenzado el quinto día de viaje, y que le impedía ver absolutamente nada del paisaje de campos y pequeños villorrios que iban atravesando.[/justify][justify]Igual le pasaba respecto al viaje en general. Desde que habían iniciado esta inesperada expedición era incapaz de vislumbrar nada, como si tuviera un denso e infranqueable muro por delante.[/justify][/quote]
Me ha gustado mucho ésto. No hay nada más terrorífico que pasar un puerto con niebla....he imaginado lo que tenía que ser en el S.XVII Imagen

Menudo "book" del Diego que nos va dejando Saga!! Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Jue Sep 20, 2012 12:12 pm

¡Virgen del tremedal, Saguita! ¡Vaya con el Henry! Amos que si no estuvierá ya afiliá al amo, igual me cambiaba y tó, jajajaja

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Aunque como Diego, is perfect, querida Saga Imagen

Gracias por tu mensaje, me alegro mucho de que te esté gustando Imagen Imagen
Ayyyyyyyy mi Seño querida de mis entretelas...que me tié fasciná.... Imagen Imagen Imagen Imagen Yo quiero escena picantosa de mi DIEGO ya sabes... y además si es posible con una castaña de pelo largo y rizado y de nombre MARÍA R....... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen ImagenQUE ERRE.... Imagen Imagen Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Jue Sep 20, 2012 12:53 pm

¡Gracias chicas, por vuestros mensajes, me animan mucho para seguir! Imagen
Saguita, mi amollll, no sé cuándo va a poder ser eso, ay, que entavía estamos yendo pa las Italias...y nos hemos dejao al Diego en la villa... Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Jue Sep 20, 2012 1:41 pm

¡Gracias chicas, por vuestros mensajes, me animan mucho para seguir! Imagen
Saguita, mi amollll, no sé cuándo va a poder ser eso, ay, que entavía estamos yendo pa las Italias...y nos hemos dejao al Diego en la villa... Imagen


Da igual Seño...yo le espero fiel...a un hombre así le esperaría todo el tiempo que hiciera falta... Imagen Imagen Imagen ImagenAhora eso sí, luego la polvorización tiene que ser de traca y con fuegos artificiales.... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Arya » Jue Sep 20, 2012 2:53 pm

¡Gracias chicas, por vuestros mensajes, me animan mucho para seguir! Imagen
Saguita, mi amollll, no sé cuándo va a poder ser eso, ay, que entavía estamos yendo pa las Italias...y nos hemos dejao al Diego en la villa... Imagen


Da igual Seño...yo le espero fiel...a un hombre así le esperaría todo el tiempo que hiciera falta... Imagen Imagen Imagen ImagenAhora eso sí, luego la polvorización tiene que ser de traca y con fuegos artificiales.... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

Seño, qué pedazo historia!!! Me encanta. Tenemos a toda la familia, excepto a Diego, de viaje para Italia. Alonso que se ha enfadado con Aylynt, y luego la reconciliación. Esa pelea de Gonzalo con los asaltantes. Hernán que ha muerto. Agustín que ha aparecido. Diego que se queda en la Villa, y seguro que sigue enamorando a todas las mujeres. Ainsssssssssss, estoy de acuerdo con Sagui, en que Henry Cavill es Diego. Y en que queremos polvorización!!! Imagen

Y a ver qué les depara en Italia. Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Jue Sep 20, 2012 4:53 pm

¡Gracias chicas, por vuestros mensajes, me animan mucho para seguir! Imagen
Saguita, mi amollll, no sé cuándo va a poder ser eso, ay, que entavía estamos yendo pa las Italias...y nos hemos dejao al Diego en la villa... Imagen


Da igual Seño...yo le espero fiel...a un hombre así le esperaría todo el tiempo que hiciera falta... Imagen Imagen Imagen ImagenAhora eso sí, luego la polvorización tiene que ser de traca y con fuegos artificiales.... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
Imagen Imagen Imagen ¿Asín, Saguita???
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Jue Sep 20, 2012 8:00 pm

¡Gracias chicas, por vuestros mensajes, me animan mucho para seguir! Imagen
Saguita, mi amollll, no sé cuándo va a poder ser eso, ay, que entavía estamos yendo pa las Italias...y nos hemos dejao al Diego en la villa... Imagen


Da igual Seño...yo le espero fiel...a un hombre así le esperaría todo el tiempo que hiciera falta... Imagen Imagen Imagen ImagenAhora eso sí, luego la polvorización tiene que ser de traca y con fuegos artificiales.... Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen


Imagen Imagen Imagen ¿Asín, Saguita???
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¡¡Oh, my goddddddddddd!!! (Eso me va a decir Diego/Henry cuando acabemos) Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen ¡¡COMBUSTIÓN ESPONTÁNEA!!
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Sab Sep 22, 2012 3:57 pm

¡QMMT con la combustión espontánea, Saga! Imagen Imagen Imagen

Ponemos otro capi Imagen

Capítulo 7
La ciudad apareció ante sus ojos, amurallada y encaramada a un altozano, acunada por el Turia. Como venían por el Camino Real de Madrid, entraron por el Portal de la Cal.
–¡Qué ganas tenía de llegar a algún sitio ya! –exclamó Alonso sin poderse contener, al tiempo que bajaba del carruaje en el patio de la posada, con Andrés en brazos.
–¡Pero si solo ha sido una semana de nada! –le replicó su padre riendo mientras descargaba el baúl ayudado por el cochero. Sin embargo, en su interior recordó aquel viaje a América en unas horas… Meneó la cabeza tratando de alejar esos inútiles pensamientos.
Se notaba que era una posada de ciudad, muy diferente a todas esas posadillas y ventas de tres al cuarto en las que tuvieron que pernoctar durante el camino. Aunque había que ser agradecido, pues la alternativa hubiera sido dormir al raso, cosa que mucha gente pobre todavía hacía. Alonso se preguntaba cómo de rica sería la tía italiana para sufragarles todo el viaje a toda la familia con escolta incluida. ¿Sería noble? ¡Porque eso sería una muy buena noticia para sus aspiraciones con Isabel!, se dijo sonriendo para sí mismo. Quizá el viaje no era una idea tan mala, después de todo.
Aquella misma noche, Giuseppe y Paolo todavía se allegaron hasta el puerto de El Grau, distante media legua, para averiguar cuándo salía el próximo barco hacia Italia. Y aunque había pequeños barcos de cabotaje que salían todos los días, prefirieron reservar pasaje en un galeón que salía en cinco días y que solo haría escala en Mallorca.
Para pasar el tiempo, la familia se dedicó a callejear por la bonita ciudad. Visitaron la famosa Lonja, llena de puestos de comerciantes, en el Barri del Mercat; las obras de la Basílica de la Virgen de los Desamparados, tan querida por los valencianos, y finalmente la Seu, o Catedral de Sta. María de Valencia, construida sobre la antigua mezquita de Balansiya, construida a su vez sobre la antigua catedral visigótica, que a su vez estaba construida sobre un antiguo templo romano dedicado a Júpiter.
Alonso y Aylynt se quedaron perplejos ante estas explicaciones de Gonzalo.
–¿Y qué tiene este sitio que todos ponen aquí su templo? –preguntó el chico.
–No lo sé, pero te reto a ver quién sube antes El Micalet. ¿Te atreves? Solo son doscientos siete escalones –le dijo su padre guiñándole el ojo.
–Por supuesto que lo acepto –dijo Alonso convencido.
–¿Ya os dejarán los curas meteros en el campanario? –les enfrió un poco Aylynt.
Gonzalo y Alonso se miraron riendo y dijeron al unísono:
–¡Y qué más da!
Mientras Aylynt se acomodaba frente a la catedral con los pequeños en un banco al solecito, pues estaban aún a primeros de marzo, los hombres de la familia entraron rápidamente por la puerta de L’Almoina y desaparecieron en el interior del templo.
No habían transcurrido ni cinco minutos cuando ya asomaban por las ventanas que rodeaban a la campana y saludaban a Aylynt, a Carlitos y a Andresito, que se quedó maravillado con la boca abierta contemplando a su padre y a su hermano mayor allá arriba. Cogido de una mano a las faldas de su madre, estiraba el otro bracito señalándolos, con evidente regocijo.
En los siguientes días fueron a pasear por la playa del Grau, observando cómo los pescadores volvían con sus barcos llenos de todo tipo de frutos del mar.
Alonso se quedó extasiado la primera vez que vio el mar. Durante un rato fue incapaz de articular palabra.
–Tenías razón, Aylynt, es precioso –atinó a decir mientras miraba maravillado cómo el azul del mar se fundía suavemente con el azul del cielo en el horizonte.
La noche anterior al embarque, Gonzalo creyó llegado el momento oportuno para aclararle algunas cosas a su hijo. Éste, muy atento a lo que decía su padre, no paraba de soltar exclamaciones de sorpresa y asombro.
–¿Que tus verdaderos padres no eran los que te criaron, Alonso y Ana? –dijo abriendo los ojos de par en par.
–No, Alonso. Mi verdadera madre, tu abuela, se llamaba Beatriz de Medici, de Florencia. De esto me enteré hace solo cuatro años. Y lo peor, Alonso, es que la asesinaron delante de mí y de mi hermano, cuando éramos niños.
El chico puso cara de congoja.
–Agustín llegó tarde para salvarla, aunque sí que nos recogió y nos dio a otros padres para que nos criaran. Esto lo recordé cuando Agustín me impidió que matara a mi hermano.
–¿Y quién es tu hermano? –preguntó el muchacho con cara de angustia.
–Era…el comisario Hernán Mejías, Alonso.
Horrorizado, las lágrimas acudieron veloces a sus ojos.
–¡El que mató a madre! –se echó a los brazos de su padre que lo apretó contra él–. Por eso no pudiste vengarla, porque era tu hermano…
Gonzalo asintió, sin dejar de abrazarlo.
–Y la tía que nos ha mandado buscar es la hermana de tu verdadera madre –concluyó Alonso.
–Sí, se llama Eleonora.
Estuvieron casi un minuto en silencio.
–Alonso, seguramente tú no lo sabes, pero los Medici han sido y son una importante familia italiana, durante siglos. Son los que ostentan el Gran Ducado de la Toscana. El gran duque que gobierna ahora, por ejemplo, Cosimo III, es el hijo de un primo mío, que gobernó antes que él.
–¡Entonces somos nobles! –dijo el chico exultante de alegría.
–No, Alonso, somos bastardos, no tenemos derecho a nada.
–Pero tu tía nos ha mandado llamar…
–Solo es cariño familiar…
–¿Y entonces, quién fue tu padre?
–Alguien de la corte española –respondió sin darle mucha importancia. Era lo único que no estaba dispuesto a confesarle, era demasiado peligroso, era por lo que habían matado a Beatriz y habían querido matarle a él.
–¿Por qué mataron a la abuela Beatriz? –preguntó el chico compungido.
–Por rencillas familiares, Alonso. Por eso, en Florencia hemos de ir con pies de plomo. Estuve a punto de no aceptar el viaje, pero necesitamos saber de nuestro pasado. Prométeme que me harás caso en todo y no harás nada por tu cuenta, puede ser peligroso. Piensa en tus hermanos.
Alonso asintió con la cabeza y luego le comentó a su padre.
–Tendrías que haber confiado en mí, padre, y habérmelo dicho antes.
–¡Es que es tan peligroso todo! Todavía podemos estar en el punto de mira de los que mandaron matar a mi madre.
–Está bien, padre, lo tendré en cuenta.
–Otra cosa, Alonso. En Florencia creen que mi padre es el marido de mi madre, el duque de Montmorency. Era francés; lo ejecutaron por rebelión y entonces fue cuando Beatriz vino a Madrid, con Robert, el que sería Hernán. Es mejor que sigan creyéndolo.
–Padre, tienes que reconocer que es todo bastante lioso.
–Sí, pero recuerda siempre que nos va la vida en ser prudentes.
Al amanecer del quinto día zarparon rumbo a Livorno, el puerto más cercano a Florencia.
La nave iba cargada con mercancías, pero aun así tenía unos pocos camarotes que alquilaban a precios casi prohibitivos. ¡Menos mal que pagaba la tía Eleonora!, se dijo Gonzalo. En uno de ellos iban sus tres escoltas italianos, en otro ellos, y en los demás, varios comerciantes que hacían corrientemente esta ruta.
Dado que Aylynt era la única mujer en todo el barco, consideró oportuno no prodigarse en demasía por la cubierta. Aun así, al atardecer, subió un ratito a tomar el aire acompañada de Gonzalo. Se sentaron en un rincón un poco apartado y en aquel momento desierto. Él se situó a su espalda y ella se refugió en su pecho. Gonzalo le dijo susurrando al oído:
–Te echo de menos, cariño. Tantos días juntos y, sin embargo, tan lejos, siempre rodeados de gente…
–Yo también…–calló al sentir cómo unos escalofríos de placer le recorrían todo el cuerpo al notar sus besos en el cuello.
–Me muero por pasar una noche a solas con usted, señora de la Vega… –dijo Gonzalo con la voz ronca por el deseo, mientras la estrechaba aún más contra él.
Al cabo de un par de minutos de mudos gemidos y caricias a escondidas oyeron pasos. Rápidamente se levantaron y salieron por el otro lado antes de que llegara el marinero que se dirigía hacia allí.
Al amanecer del siguiente día hicieron una pequeña escala en el puerto de Andrach en la isla de Mallorca; tan solo repusieron el agua y recogieron a una familia compuesta por el matrimonio, un hijo y una hija.
Aylynt se alegró sobremanera de ver a dos mujeres más en el navío, porque había llegado a sentir un cierto temor.
Las horas pasaban lentas, pero Alonso se las apañaba para estar todo el día correteando por cubierta, interesándose por el oficio de grumete, asunto que siempre le había entusiasmado desde muy pequeño cuando hacía planes con Gabi para escaparse y tratar de empezar carrera en el mar.
Gonzalo pasaba largos ratos junto al timonel, que había recorrido todos los mares del mundo y con el que charlaba animadamente de los años que ambos habían pasado en la China.
Y Aylynt, ayudada por doña Elisa y su hija Concepción, una muchacha de unos veinte años, no muy agraciada pero de muy buen trato, pasaba algunos ratos en cubierta con Carlos y Andrés que hacían las delicias de las señoras.
Una noche, después de cenar en sus respectivos camarotes, las tres mujeres subieron a cubierta a respirar aire puro. Estaban hablando del futuro de Concepción, comprometida con un comerciante de Pisa, y adonde iba a casarse, cuando aparecieron dos marineros con no muy buenas intenciones.
–¡Caramba! Si tenemos aquí a las tres señoras…
Ellas empezaron a retirarse precipitadamente tratando de alcanzar las escaleras para bajar a los camarotes.
–¡Ehhh, no tan deprisa, guapas! –gritó el otro, mientras agarraba a Concepción del brazo y se lo retorcía.
Aylynt no esperó más. Le dio una tremenda patada al primero en el hígado, que cayó al suelo doblado de dolor, y al otro le propinó un rodillazo en sus bajos, haciendo que quedara tirado en cubierta sin poder apenas respirar.
Ponderó durante unos instantes amenazarlos con la daga que siempre llevaba bajo la manga del antebrazo, pero se abstuvo de sacarla, pues sabía que estaba prohibido que los pasajeros llevaran armas.
–¡Jamás, jamás, volváis a acercaros así a una mujer! ¡Imbéciles! ¡Y ya podéis esconderos bien de nosotras, porque como os veamos aunque sea a diez metros, os denunciaremos al capitán, pedazo de mequetrefes!
Y se fue hacia donde la esperaban las otras dos mujeres, espantadas por el miedo que habían pasado pero a la vez reconfortadas al ver lo bien que las había defendido Aylynt.
–¡Querida! ¿Estás bien? –preguntó doña Elisa mientras tanto ella como su hija la abrazaban emocionadas.
–Estoy anonadada por tu valentía, Aylynt. Yo ni siquiera podía gritar. ¡Gracias de corazón! –le dijo la muchacha impactada.
Y se retiraron rápidamente a sus camarotes para evitar cualquier otro problema.
Al amanecer del sexto día otearon ya la bella Livorno. La ciudad, amurallada, tenía planta pentagonal y estaba resguardada por una regia fortaleza. Y lo más curioso, al estar construida sobre una zona pantanosa, se aprovechó para hacer canales de las calles al estilo veneciano, siendo llamada por ello, la pequeña Venecia.
Giuseppe, se colocó junto a Gonzalo y Alonso en la baranda del barco.
–Esta ciudad la construyeron vuestros antepasados, señor Gonzalo. Florencia necesitaba un puerto de mar, y los Medici compraron la pequeña villa que existía aquí y la convirtieron en lo que es, uno de los mejores puertos del Mediterráneo.
Alonso y su padre se miraron emocionados.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Mar Sep 25, 2012 12:13 pm

¡¡Mare mia, Seño!! Me está gustando mucho...sabes que lo que más me gusta son las explicaciones sobre las ciudades, su construcción...en definitiva su historia...y se nota que te has documentado....y eso ME ENCANTA....Porque adoro que me lo expliquen...y además le da al relato veracidad y autenticidad....Por favor, sigue deleitándonos...¡¡GRACIAS!! ImagenA ver que les espera a toda la familia en LIVORNO...Y nada menos que emparentados con los MEDICIS... Imagen Imagen Imagen Imagen
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