Relatos cortos por Sherezade

En este espacio tendrán cabida todos los relatos que nos inspire nuestra serie favorita. Fan-fics, relatos cortos e incluso poesía.
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Sherezade
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Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Mié May 02, 2012 2:41 pm

Antes de nada, pido clemencia por semejante atrevimiento. La culpa es de Bibitt... Que las amenazas me amedrentan Imagen

Con vuestro permiso y humildemente, en este hilo iré colgando los relatos cortos, desvarios e idas de olla varias (siempre relativamente breves). Por el momento, puede que os sean más que familiares... espero que no os moleste.

Acabo de darme cuenta que cuando se me va la olla, se me va bien... de modo que, intentaré clasificarlos por edades. Si veis algo que no os convence, pido al triumvirato que haga uso de su poder y de colleja, use bolígrafo rojo o selle rombos... lo que crean menester, cuando sea necesario Imagen

La siguiente clasificación, puede sufrir modificaciones... Que la que avisa, no es traidora.

TP: Todas las edades...

+7: Puede contener violencia leve, acción limitada, lenguaje y leves referencias sexuales, breve desnudez, imágenes intensas, temas sexuales, humor negro o leves referencias de drogas.

+13: lenguaje moderado, soez, algunos desnudos explícitos parciales, violencia intensa.

+18: Puede contener, lenguaje fuerte o muy fuerte énfasis sexual, desnudez explícita y fuerte, fuerte contenido de violencia
Última edición por Sherezade el Vie May 04, 2012 10:20 pm, editado 2 veces en total.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Mié May 02, 2012 2:52 pm

Sé que he dicho que igual os sonaban... pero este os sonará un poco más de lo normal. Mis disculpas, había que empezar con algo light ;)
Marguicienta,

o el doblar de las campanas (TP)


El verano había llegado a la villa con la intensidad de los colores, el calor, la longitud de los días que alargaban las jornadas laboriosas de quienes deben trabajar de sol a sol… y convertían las noches, en apacibles escenarios para cenas y fiestas de aquellos que no sólo no tenían problemas para disfrutar de ellas, si no que gozaban de ver y ser vistos en estas reuniones sociales, y hacían de ellas, nada más y nada menos, que sus lugares de diversión, asueto y por qué no, se secretos y conjuras para obtener sociedades, empresas…

Una de estas personas, era la Marquesa de Santillana. Joven viuda que, en los largos y calurosos días del verano, aguardaba lánguidamente a la llegada de las horas calmas de la tarde, para acudir a las fiestas de la corte… o regentarlas.
Para ello, tenía a su servicio, a decenas de sirvientes, que cumplían todas y cada una de sus órdenes.

Entre el servicio, se encontraba la joven Margarita. Muchacha con la que no sólo compartía con la joven Marquesa edad, si no procedencia y, aunque era algo que teóricamente nadie sabía, anhelos y sueños con un joven caballero, conocido como ‘El Maestro’ Gonzalo de Montalvo; Viudo de las Españas, en los mentideros y tabernas de la Villa… el cuñado, de la joven sirvienta.

Dábase, la circunstancia, que sirvienta y maestro, habían vivido a lo largo de su vida encuentros y desencuentros varios; siendo, el último, el que terminó de alejarles, guiando a la muchacha a encontrar hospedaje en casa de su señora y al caballero, a descubrir, sus orígenes y no poder compartirlos con la joven a quién creía, residía en el marquesado de Santillana, como invitada de la señora.

Así pues, aquella mañana de Junio, en la que las luces del verano, asomaban por los cielos vibrantes y cálidas, despertando a las flores, los colores y los habitantes del marquesado, que llegó al dorado palacio, un emisario con una invitación para todas las damas de la casa.

Inmediatamente, la noticia recorrió la casa como la pólvora un fortín, y pequeñas llamas y estallidos de emoción, secretos y misterios, se conjuraron entre las decoradas paredes del lugar. Desde las cocinas oscuras, a los jardines más vibrantes, la noticia de la invitación del joven y misterioso Montignac incitó las preguntas y los comentarios más ávidos y despiertos… provocando suspiros en las muchachas, que ya suponían al enigmático noble, de quién se rumoreaba no era si no el hijo de su majestad, un joven gallardo y apuesto, en busca de esposa.
Poco tardaron los rumores, en hacerse eco de los deseos de la señora de crecer y ampliar miras en un mundo de hombres al que sólo se le estaba permitida la entrada de puntillas o en camisón.

Tampoco hizo falta que la campana doblara una vez más, antes de que una aproximada lista de invitados, llegara a oídos de todo el servicio. Se sabía, que a pesar de que se llevaría a cabo una cena formal a la que sólo unos cuantos nobles escogidos habían sido convidados a compartir mesa y mantel, se esperaba una fiesta en la que todo aquél con una posición de renombre en la sociedad de la villa pudiera asistir, y una presentación, ante el pueblo, del joven noble.
Así pues, el nombre del maestro era repetido una y otra vez entre susurros y murmullos que llegaron a oídos, no sólo de la señora de la casa, si no de la joven costurera cuyas manos, sin poder evitarlo, temblaban ante la esperanza, de reencontrarse con su cuñado tras varias semanas alejada de su hogar y su vida.


En la sala de costura, arrodillada en el suelo de frío mármol, con una fina aguja y delicado hilo de seda, cosía la muchacha los bajos del vestido de su señora, mientras esta, comentaba a su más allegado servicio, todo lo que debería llevarse a cabo para la fiesta del Sr. De Montignac.

_Este vestido debe estar listo… y la casa, para la cena del sábado._ Comentaba la joven y elegante dama. No quiero, un solo fallo._ Advirtió

_¿Todos tendremos el día libre, señora?_ preguntó Catalina, el ama de llaves, esperanzada guiñando el ojo, disimuladamente a la costurera, que apenas pudo contener su sonrisa.

La ilusión de la muchacha, no pasó desapercibida para nadie, aunque obtuvo diferentes reacciones. Sus compañeras, inmediatamente juraron ayudarla a vestirse y prepararse, ante el esperado encuentro… mientras que, por su parte, la señora de la casa, a pesar de haber formulado la invitación a todos los presentes, sintió un escalofrío que recorrió sus espaldas, y una quemazón en la boca del estómago que, convertida en bilis, se alzó pro su garganta hasta sus mismos labios, a los que asomó una mueca momentánea y un murmullo:

_Si termináis a tiempo…

Aquella frase, no sería si no una premonición. Con el paso de las horas, y los redobles de las campanas, crecían las encomiendas para el servicio, muy especialmente, para la joven Margarita, de quien, al parecer, su seora no podía prescindir. Cortinas que necesitaban ser revisadas, tapices, que requerían ser aireados… colchas, que urgían puntadas… vestidos, que precisaban de repasos y costuras apremiantes… y con las nuevas y acuciantes encomiendas, quedaba a un lado, el descanso de la muchacha y su preparación para el día libre.
Pero, aunque ella lo olvidara, no lo hicieron así sus compañeras…

Apenas quedaban unas horas para la fiesta del Sr. De Montignac, y la joven Margarita continuaba atareada en sus quehaceres.

_La muy bruja…_ Murmuraba una de las cocineras_ trabajar, trabajar y trabajar… No la deja ni respirar!

_Ni esperes que la deje hacerlo…

_¡Es como el perro del hortelano!_ estalló Catalina, limpiándose las manos en el mandil

_No tiene suficiente con lo que tiene, que aun quiere evitar que Margarita y Gonzalo se encuentren!!!

_Y eso, si se encuentran…_ murmuró Catalina_ Que hace unos días que no sé si es que yo hago los horarios que hago, pero no hay manera de encontrármelo, chica! Y vivimos en el mismo barrio…


Última edición por Sherezade el Mié May 02, 2012 3:05 pm, editado 1 vez en total.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Mié May 02, 2012 3:03 pm

Las horas iban pasando, y los quehaceres aumentaban. Con la preparación de la señora, algunas de estas encomiendas, quedaron relegadas; así pues, llegada la hora, partía la Marquesa, montada en su elegante carruaje, dejando tras de sí, un hervidero de órdenes y servidores. Entre ellos, la joven costurera que, cansada y atareada, veía partir, con las últimas luces del día, su única oportunidad para disfrutar de su familia y la libertad, más allá de las paredes del marquesado.

Sentada en el jardín, con un cesto con mantelería recién descolgada del tendal, donde había estado a solea, la muchacha solloza en silencio y sin lágrimas, fruto del agotamiento y la desesperación.

_Vamos, vamos… ¿porqué llora, Margarita?_ preguntó una voz amistosa a sus espaldas.

_ ¿Quién va?_ preguntó ella extrañada, y sin reconocer la voz, o la silueta en las sombras crecientes del crepúsculo

_ Sólo soy yo…

_ Satur, estoy agotada. Sólo quiero ir a casa. Ver a Gonzalo, y a Alonso…

_ ¿Y a que espera?_ Preguntó extrañado_ Siga el camino de baldosas, y pasado el seto, gire a la derecha en las plantas esas de colores…

_Satur…

_ Pero las de colores coloreaos, no se me vaya por las de los colores tristes, que entonces, dará la vuelta al jardín, y no acabamos nunca…

_ Pero, Satur…

_Siga entonces el camino, y llegará al camino del bosquecillo. De ahí, todo recto, hasta llegar a la entrada de la villa y…

_ Satur, no puedo irme.

_ ¿Cómo que no?_ Se voltea agitado y preocupado el hombrecillo_ Atada no la veo…

_ Tengo mucho trabajo todavía, y cuando termine, será tarde_ se lamentó la muchacha

_ Pero no se me preocupe usté por esas cosas, que para eso ha venido el Satur. Usté quiere ir a casa, y en casa, la quieren a usté… así que.. _ chasqueando los dedos, se remanga la camisa y continúa_ Hay muuuuuucho que hacer…

_ Le he contado alguna vez, que en uno de mis muchos viajes, me enseñaron a mí, que no hay nada que no tenga solución… _ Aclarándose la garganta, y con un pícaro brillo en la mirada, que competía con la seriedad de sus gestos, el hombrecillo empezó a cantar:_ Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu. Siete palabras de magia que son: Bíbidi Bábidi Bu. Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu. Yo hago milagros con esta canción: Bíbidi Bábidi Bu.

Al sonido de la canción, los miembros del servicio, aparecieron atraídos por la cantinela y el espectáculo provocado por el criado del maestro, que no dudó en distribuir quehaceres entre los presentes, para así, liberar a la joven de sus obligaciones.

Y con el trabajo hecho, frotó sus manos y sonrió satisfecho, viendo, no sólo las tareas redistribuidas, si no un elegante carruaje, tirado por seis corceles perfectamente enjaezados, y un par de mozos, ataviados con libreas, aguardando llevarse a la moza.

_ ¡¿Y a dónde queréis que vaya yo, en ese carruaje y con estas fachas?_ Preguntó sorprendida y risueña la costurera ante el espectáculo que frente a ella había tenido lugar.

_ Tiene usté, una fiesta a la que acudir, que mi amo se aburrirá… y ya sabemos, que lo de socializar, no se le da muy bien…_ empujando a la joven con cuidado pero energía, prosiguió:_ Además, ¿Qué facha, si está usted…_ Deteniéndose en seco, el hombrecillo observa detenidamente el cabello revuelto, el vestido sucio y ajado, con los bajos embarrados y las manchas de harina… _ Para una recepción no está usté, no.


Riendo cantarinamente, por primera vez en varios días, la muchacha dedica una mirada tierna y cansada a Saturno.

_ Pues a mí me da pena_ murmuró Marta, la más joven de las doncellas

_ ¡Si quieres, le ponemos uno de los vestidos de la señora!_ exclamó irónica la cocinera, palmeando sus rollizos muslos con las manos manchadas de harina

_ ¿Y se pué saber para qué he venido yo?_ Chasqueando la lengua, el criado, agitó la cabeza de lado a lado, antes de aclarar la garganta y, enarbolando una cuchara de madera, sacada de la bocamanga de su camisa, entonó: _ Salacadula Chalchicomula Bíbidi Bábidi Bu.
Yo hago milagros con esta canción: Bíbidi Bábidi Bu…. Todo se logra con solo decir:
Bíbidi…. Bábidi,… Bíbidi Bábidi, Bíbidi Bábidi… ¡Bú!

Una serie de luces de colores, envolvieron a la costurera, convirtiendo su sencillo y sucio uniforme, en un elegante y sedoso vestido de la más elegante de las telas, con bordados en plata que a la luz de la luna, y al moverse la muchacha, brillaban y bailaban con la misma ilusión que los cristalinos ojos oscuros que observaban embelesados el cambio que su propia persona sufría en aquel jardín en el que, apenas un rato antes, ahogaba sus penas en un silencioso llanto.

Minutos más tarde, en las oscuras calles de la villa, alumbrada por la luna llena y las teas que aquí y allí ofrecían algo de luz a los transeúntes nocturnos como ella, la carroza en la que viaja la costurera, se detiene ante un palacete de piedra.

Un gran portón de madera, con la hoja de noble madera tallada, enmarcada por un dintel de piedra esculpida, la recibió en silencio.
El cochero, abrió la portezuela y la ayudó a bajar al empedrado suelo que la conducía a la magnífica puerta.

Movida por la curiosidad, y extrañada por su destino, la joven dirigió sus pasos hacia uno de los laterales de la edificación, desde donde podía vislumbrar luces y sombras, y escuchar, en la lejanía los sonidos propios de la algarabía de una reunión…



Frente a ella, sin embargo, apareció repentinamente una silueta escura y enmascarada. Apenas unos ojos oscuros y cálidos, la observaban desde atrás de un embozo.

_ ¿Vuelves a mi rescate una vez más?_ Inquirió la joven risueña, tratando de disimular su sorpresa y espanto ante la repentina aparición del héroe

_ Pareces perdida_ Murmuró el recién llegado, a modo de respuesta con una sonrisa tras el embozo

_ Estoy buscando a mi cuñado…

_ ¿En esta fiesta?- Preguntó pícaro el héroe_ Creí que hacía tiempo que no os veíais…

_ Por eso quería ir a verle, pero…_ sosteniendo entre sus dedos, los pliegues de su falda, la muchacha extendió los brazos levemente y volteó ligeramente exhibiendo, no sólo su pulcro y elegante aspecto, si no el rico tejido de su atavío._ Ni yo logro entender, qué ha pasado._ Comentó alzando los hombros y sonriendo sutilmente_ O dónde estoy.

_ Estás en una fiesta_ Murmuró él, apoyado contra la fachada a sus espaldas, disfrutando del espectáculo de belleza relajada y sonriente que la muchacha le ofrecía_ Y en las fiestas, se baila…

Oculto tras el embozo, y bajo la luz de la luna llena, el héroe avanza lentamente hacia la joven, y doblando la rodilla, ofrece una ligera y cortés genuflexión con una mano a la espalda, retirando la capa… antes de extenderla y ofrecerla a su joven acompañante.

Sonriendo, la muchacha, responde con una reverencia y una sonrisa, antes de tomar la masculina mano, y permitir que, a pesar de la ausencia de música, el enmascarado guíe sus pasos. Con el tenue contacto de las manos apenas entrelazadas y la masculina y cálida mano en su cintura, la joven se dejó llevar apoyando su mano derecha sobre el chaleco de cuero y mirando, directamente, a los oscuros ojos que la observaban y, casi podría decirse, la veneraban, de una forma familiar y acogedora.
Un escalofrío de placer, recorrió su espalda cuando esos oscuros luceros, se posaron en sus labios y la masculina voz, pidió en apenas un murmullo que cerrara los ojos.
La cosquilleante y, una vez más, familiar sensación, la invadió por completo, provocando primero una reacción de sorpresa, antes de que la calidez del gesto, y una arrebatadora emoción la poseyeran activando cientos de terminaciones nerviosas que, de forma casi mágica, conectaban sus labios con el resto de sus sentidos y su columna vertebral, haciendo que una corriente eléctrica recorriera su espalda, provocando, no sólo un escalofrío, si no un tenue jadeo que fue ahogado por el repicar de las campanas.



Las campanas doblaban cada vez con más intensidad, haciendo que la joven parpadeara y fuer consciente de la molesta luz que, incansable, trataba de atravesar sus cerrados párpados. Como si de dos revoltosas pestañas se tratase, la muchacha pestañeó y recibió la luz del nuevo día, hundiéndose entre los mullidos cojines de su jergón, antes de abrazar la esponjosa almohada y suspirar ensimismada.

Las campanas repicaron una vez más, y desganada protestço entre dientes.

_ ¡OH! ¡Dichoso campanario!_ Rezongaba lanzando el cojín contra el jergón_ ¡¡Ogro escandaloso!!!_ Espeta contra el campanil_ Ya sé que es hora de empezar… Pero hay algo que nadie me puede impedir, seguir soñando…

Y, colorín colorado... este cuento, ha terminado.
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Bibitt
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Bibitt » Mié May 02, 2012 4:24 pm

Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Veo que los planes B surten su efecto, Imagen Imagen ahora no tengo tiempo de leerlo pero me quedo pendiente Imagen
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Daira7
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Daira7 » Mié May 02, 2012 6:11 pm

Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

Ufffff!!!!!, es que no sé ni que decir!!!!!!!

Vaya manera de escribir Shere, este relato es pura poesía!!!!!!

Ha sido un gustazo volver a mi más tierna infancia durante unos minutos y además con el héroe y Margarita como protagonistas del cuento, ¿se puede pedir más?.......
conocido como ‘El Maestro’ Gonzalo de Montalvo; Viudo de las Españas, en los mentideros y tabernas de la Villa…
Esto me ha "matao" Imagen Imagen Imagen

_ ¿Y a que espera?_ Preguntó extrañado_ Siga el camino de baldosas, y pasado el seto, gire a la derecha en las plantas esas de colores…

_ Pero las de colores coloreaos, no se me vaya por las de los colores tristes, que entonces, dará la vuelta al jardín, y no acabamos nunca…
Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Sátur en esencia pura.

Oculto tras el embozo, y bajo la luz de la luna llena, el héroe avanza lentamente hacia la joven, y doblando la rodilla, ofrece una ligera y cortés genuflexión con una mano a la espalda, retirando la capa… antes de extenderla y ofrecerla a su joven acompañante.

Sonriendo, la muchacha, responde con una reverencia y una sonrisa, antes de tomar la masculina mano, y permitir que, a pesar de la ausencia de música, el enmascarado guíe sus pasos. Con el tenue contacto de las manos apenas entrelazadas y la masculina y cálida mano en su cintura, la joven se dejó llevar apoyando su mano derecha sobre el chaleco de cuero y mirando, directamente, a los oscuros ojos que la observaban y, casi podría decirse, la veneraban, de una forma familiar y acogedora.
Un escalofrío de placer, recorrió su espalda cuando esos oscuros luceros, se posaron en sus labios y la masculina voz, pidió en apenas un murmullo que cerrara los ojos.
La cosquilleante y, una vez más, familiar sensación, la invadió por completo, provocando primero una reacción de sorpresa, antes de que la calidez del gesto, y una arrebatadora emoción la poseyeran activando cientos de terminaciones nerviosas que, de forma casi mágica, conectaban sus labios con el resto de sus sentidos y su columna vertebral, haciendo que una corriente eléctrica recorriera su espalda, provocando, no sólo un escalofrío, si no un tenue jadeo que fue ahogado por el repicar de las campanas.
Sublime!!!!!!! Imagen Imagen Imagen

Que bien que el plan B haya funcionado!!!!!!, a ver si pones prontito el siguiente Imagen

PD: Por cierto, y por si las flies Imagen Imagen Imagen, encantada yo también Imagen
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Aledis
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Aledis » Mié May 02, 2012 6:21 pm

Aiinnnsss, Shere, yo recordaba aquel cuento de Marguicienta, pero no recordaba los detalles y lo maravillosamente escrito que estaba Imagen Una delicia!! Imagen

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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Mié May 02, 2012 7:58 pm

Esta tarde quería haberos colgado al menos otro, pero me ha resultado imposible por falta de tiempo. ¡Con cada guión me salía un smilie a la carrera! - Imagen

Me alegra que te haya gustado Daira Imagen Y a Aledis: que recordaras mínimamente el cuento, ya me parece terriblemente halagador. Gracias Imagen

Bibitt: no se va a mover, así que una vez colgado sin prisas, ni presiones de ningún tipo Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor P.I.L.A.R76 » Mié May 02, 2012 11:48 pm

Lo primero, decirte que me alegro mucho de verte de nuevo por el foro. Y con respecto al cuento que nos has traido, ¡que quieres que te diga, me ha encantado!.
Espero leerte mucho por aquí, y que nos regales tus maravillosas historias.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Arya » Jue May 03, 2012 8:25 am

Shereeeee, me alegro de que te hayas animado a poner tus relatos. Ainssssss, la Marguicienta. Me encanta. Es precioso. Imagen Imagen Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Bibitt » Jue May 03, 2012 4:39 pm

Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen ¡¡Maravillosooo!! es una gozada leer tus relatos, qué maestría por favooor
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Vie May 04, 2012 2:10 pm

Gracias chicas, es un placer compartir con vosotras. Imagen

La Ermita
(+13?)
La primavera avanzaba lentamente, el sol, hacía notar su presencia con un poco más de insistencia cada día pero, todavía perezoso, en ocasiones se dejaba dominar por las nubes y los vientos, sumiendo el día en una noche precoz de sombras y tormentas.
Por este motivo, en el hogar de los Montalvo, los hombres de la casa permanecían intranquilos desde que supieran del destino que Margarita, tía, cuñada y señora de la casa por clamor popular, hubo de ser cambiado del palacio de Santillana, a la pequeña ermita que, en dicho marquesado, alejada de la civilización, en el interior de un bosque privado, debía ser engalanada para la celebración del aniversario del joven Nuño.
Coincidiendo dicho evento, con las festividades de la Semana Santa, y encontrándose en la villa, parte de la familia italiana del joven y futuro Marqués, cumpliendo con una antigua tradición familiar, el oficio del Domingo de Resurrección, tendría lugar en la ermita.
Para ello, la marquesa, conociendo del deseo de su cuñado, un jesuita, de buscar una mácula en la educación de su hijo, para apartarlo del seno materno, tenía a todo el servicio trabajando para velar para dicha celebración.
Entre dichos empleos, estaba el de adecentar y embellecer la desusada ermita. Incluyendo, no sólo las flores y velas, o las ofrendas, si no el rico y bordado paño para el altar que, en un cofre de madera de roble, grabado con el emblema de la familia, descansaba en la misma ermita, desde el día del bautismo de Nuño. El último, que la marquesa pisó el santo lugar.
El día avanzaba lenta y oscuramente, cubriéndose los cielos, por unas nubes cada vez más espesas y oscuras, que poco o nada hacían para placar los nervios de quienes, en el hogar, aguardaban tener noticias de Margarita.

La muchacha, partió antes del amanecer, dejando apenas una nota sobre la mesa de la sala, apoyada contra una jarra de barro, anunciando que, a pesar de ser su día libre, era requerida para cumplir con dicho trabajo. Así, la promesa que, días atrás hiciera al menor de los Montalvo, de invertir el tiempo libre con él, se esfumaba con la misma velocidad que los vapores de la tinta, se secaron a la salida del sol…

Mientras el niño, enfurruñado, culpaba y maldecía entre dientes al joven Marqués, por robarle a su tía; el padre trataba de parecer calmado, al tiempo que intentaba ahuyentar de su mente no sólo la última discusión con su cuñada; los sonidos de la próxima tormenta y los recuerdos que el héroe tenía de aquél bosque… el recelo que, un lugar tan apartado, provocaba en él, héroe, maestro, cuñado, patriarca y amante platónico…
Saturno, por su parte, veía las oscuras sombras, no sólo en el cielo, si no en los rostros de los dos Montalvo, dos generaciones unidas por un sentimiento que, aunque con matices distintos, se unificaba y resumía en uno mismo: el deseo de ver a la joven Margarita, sana, salva y en el hogar.
Por eso el criado, intentaba insistir a uno, en buscar un entretenimiento y al otro, en enjaezar al caballo y partir en busca de la ausente dama.

Finalmente, tuvo que darse por vencido cuando, sólo uno prestó atención a sus propuestas y, arrastrando los pies, se escondió en su dormitorio, abrazado a una espada de madera, apretando puños y dientes, en un gesto mohíno, disgustado y enfurecido.
Horas más tarde, cuando los truenos sonaban con mayor claridad sobre sus cabezas, y Gonzalo parecía incapaz de centrarse en el fingimiento de su lectura, cerró el libro con energía, golpeando con él, al hacerlo la mesa y mascullando una apenas audible excusa, se alejó de la sala.



Arrebujada en su mantilla de lana, dando pasos que más parecían hundirse que avanzar en línea recta, Margarita caminaba bajo la lluvia que había pasado de ser un anuncio cercano a una tormenta que descargaba sobre ella, hacia el hogar.
Mascullando entre dientes, temblando de miedo y frío, la muchacha seguía el sendero, intentando ver algo entre las cortinas de agua que frente a ella se extendían impenetrables… apenas veía el camino frente a ella, tampoco escuchaba, más allá del fuerte latido de su corazón, y el repicar del agua al golpear con energía el húmedo suelo...

Repentinamente, vio frente a ella una silueta difusa, recortada bajo la lluvia y la niebla en la que, la espesa cortina acuosa, parecía haberse convertido. Nerviosa, se aferró con mayor energía a su mantilla y se detuvo. Insegura, buscando un auxilio que sabía, no encontraría, miró alrededor, sin apenas moverse intentando aparentar una firmeza que no sentía…

-¡Se puede saber a dónde vas!- clama la voz atronadora a través de la lluvia.

Apartando con una temblorosa mano el empapado cabello que, por el peso del agua, se apelmazaba y deslizaba por su frente, se sorprendió y calmó al reconocer en la silueta, no sólo a un blanco corcel, si no al empapado y enfurecido jinete que dominaba a la bestia.

-¡Gonzalo!

Sosteniendo las riendas en la fornida y masculina mano, intentando que el empapado cuero no se deslizara por entre unos dedos que, ante la visión, temblaban indecisos entre el deseo de abrazarla o reprenderla como habría hecho con Alonso… el maestro intenta calmarse, al tiempo que aproxima el corcel hacia su cuñada.
Sin descender, sin pronunciar palabra, se acomoda sobre la silla, y adelanta el pecho sobre el lomo del animal y su propia pierna, estirando el brazo, hasta alcanzar a la muchacha. Deslizando la mano por debajo del femenino brazo, y sintiendo como las delgadas manos, se aferran a su antebrazo, en un rápido movimiento, alza el menudo cuerpo hasta acomodarlo sobre su regazo.

Tenso, enfurecido con ella por la irresponsabilidad e inconsciencia de vagar bajo la tormenta en mitad de ninguna parte, con los cielos por la tormenta y con la Marquesa, por haberla conducido a aquel recóndito lugar… pero por encima de todo, consigo mismo por no haber acudido antes en su busca, el maestro no pronuncia palabra. Únicamente permite que ella se acomode, igualmente tensa, entre sus brazos, intentando no apoyarse contra él, ni tocarle en exceso, tratando de mantener una distancia imposible en tan minúsculo espacio sobre el lomo del corcel, especialmente cuando el paso del animal, dificultaba su precaria postura.

Con el brazo izquierdo, que no sólo rodeaba la cintura de la muchacha, si no que sostenía las riendas, y sin soltarlas, con un sutil movimiento obligó a la joven a dejarse caer contra su pecho.
Ahogando un grito de sorpresa e indignación, ella se dejó hacer y, en silencio, agradeció la escasa protección y calor, que el cuerpo de Gonzalo ofrecía.

Sintiendo como, de forma casi inconsciente y delicada, ella se acomodaba contra él, se permitió el gesto de acomodar las riendas entre sus manos, para rodearla mejor.

- ¿Me vas a decir que hacías aquí en medio, Margarita?- Su voz, a pesar del nudo que, en su garganta, crecía alimentado por el miedo, la rabia y el instinto de protección, sonaba severa y seria. Cortante, agresiva… enfurecida.

- No hacía falta que vinieras a por mí.- Replica ella, intentando apartarse del pecho de su cuñado, irritada. Más, los brazos que la mantenían, tensos y feroces, en la pequeña prisión sobre el lomo del caballo, impidieron cualquier movimiento.

- No digas tonterías.

Tras unos minutos en silencio, en los que apenas se oía el sonido de los cascos golpeando el embarrado suelo, o las respiraciones de jinetes y corcel entre el violento y continuo soniquete de la lluvia, cada uno sumido en sus propios pensamientos, el corcel prosiguió el sendero.

- ¿A dónde vamos?- se atrevió por fin a preguntar Margarita, arrebujada en la mantilla entre los brazos del maestro, intentando contener el estremecimiento que el frío y un cercano trueno, provocaron en ella- Este no es el camino a casa…

- Estamos demasiado lejos- Respondió él, secamente, notando el temblor de su cuñada y acomodándola mejor entre sus brazos, cubriéndole el cuello, al situar el mantón sobre el mismo.- La ermita está más cerca.

A pesar de que la puesta de sol, todavía no había tenido lugar, las oscuras nubes y su descarga, casi hacían parecer noche cerrada al oscuro bosque de las tierras del Marquesado de Santillana.

Únicamente un caballo con dos jinetes, se movía por los senderos solitarios y oscuros, que se dirigía hacia la pequeña ermita.

Cuando apenas unos metros les separaban de la modesta edificación de piedra, el maestro, desmontó primero, antes de, bajo la lluvia, alzar sus brazos para, tomando por la cintura a la joven, ayudarla a bajar al suelo, deslizándola hasta el suelo. Intentando fingir que dicho gesto, o la cercanía de la empapada joven, no tenía ningún efecto sobre él.

Un trueno cercano, estremeció a la joven, que sin dudarlo, buscó refugió en el pecho de Gonzalo, aprovechando la cercanía del mismo, la seguridad que le transmitía y el hecho de que sus manos, ya estaban situadas sobre los anchos y masculinos hombros.
Notando la fuerza con la que las delgadas manos se aferraban a sus empapadas ropas, y la respiración entrecortada y temblorosa que, junto con la fría y menuda nariz, y a causa de la abertura de su camisa, percibía sobre su descubierto pecho, el maestro envolvió a la joven entre sus brazos y la guió hacia el pequeño y sacro edificio.

La pesada puerta de madera de roble, cedió sin dificultad al peso que el joven maestro ejerció sobre ella.
Un rayo surcó los cielos, alumbrando momentáneamente el interior. Silencio, vacio y sombras, se vieron entonces, en apenas un instante interrumpidos por la fugaz luz y el estruendo de un rayo, con su respectivo trueno.

Gonzalo dirigió una mirada furibunda al interior, escaneando las sombras y finalmente, el rostro de su cuñada.

- ¡¿Estabas sola!?

Apretando con trémulos dedos, sobre la empapada lana que ya apenas cubría sus hombros u ofrecía calor, la muchacha asintió temerosa y extrañada por la severidad y violencia de la voz del maestro.

Notando la expresión asustadiza que se había apoderado del rostro de Margarita, el maestro maldijo para sus adentros y se disculpó antes de, con infinita ternura, apoyar la mano en la baja espalda de la joven, y guiarla hacia el interior.

Oscuridad, sombras, humedad… soledad. Era lo que les rodeaba.

Margarita, consumida por una serie de escalofríos, permanecía erguida y completamente quieta en el centro de la estancia, con la mano de Gonzalo todavía contra su espalda, y sin ganas de perder ese leve contacto que le ofrecía seguridad, se sorprendió y giró bruscamente hacia él, al notar como la mano se alejaba de su espalda. Sin embargo, la sorpresa fue mayor, al percibir esa misma mano, dirigirse a sus hombros y retirar la empapada mantilla, dejando los hombros delgados, desnudos y empapados, a la merced del húmedo aire. Erizando la piel, por el frío o el contacto de los callosos dedos sobre la misma al acompañar al tejido embebido de lluvia.

Con la respiración entrecortada, y el pulso acelerado, la muchacha se mordió el labio y tragó saliva con dificultad ante el contacto. Cerrando los ojos de forma involuntaria, ante las sensaciones que la abrumaban, perdió de vista la oscuridad que la rodeaba, y el rostro encandilado que la observaba.

Una anhelante mirada que parecía devorarla, ajeno a todo, lo que no fuera esa faz, esas mejillas encendidas… los ojos cerrados, ocultando un secreto, una emoción para la que no le hacen falta más detalles para descifrar, que los mordidos labios, encarnados, brillantes, tentadores…

- Vamos a coger frío- murmuró de repente él, sintiendo en su interior el remolino de emociones que se centraban en su estómago, apoderándose del resto de sus órganos, y sentidos... pero aplicando, sin embargo, a su voz, una fuerza y una energía, que casi lo hacían sonar acusador

- No era necesario que vinieras- replicó ella en un ofendido susurro por el tono que percibía en la voz de su cuñado, apartándose de él, a pesar del miedo y el frío.

Gonzalo se vio sorprendido y enfadado cuando frente a sus ojos, una temblorosa Margarita, con helados y pálidos dedos, alejándose de él, empezó el lento y tortuoso proceso de descordar o soltar levemente el corpiño que a su cintura se ceñía, aprisionándola en una fría, húmeda e incómoda prisión.


Notando los escalofríos que la sobrecogían, y la dificultad aparente con la que se movía debido al frío, olvidando todo lo que no fuera, la preocupación por la joven, se acercó a ella, con la intención de socorrerla a descartar la molesta prenda. Sin embargo, al acercarse, la muchacha se alejó bruscamente y apartó las masculinas manos con un violento y certero gesto.

- ¡Sólo intentaba ayudarte!- Se defendió ofendido y molesto por la actitud de la muchacha- Eres una inconsciente…- murmuró entre dientes.

-¡Que yo soy una inconsciente!?- Replicó ella con pasión y rabia, volteándose con energía hacia él- Tiene gracia que seas precisamente Tú…- enmarcando sus palabras con un acusador dedo sobre el pecho de su cuñado, consumida por el coraje antes de detenerse con la misma brusquedad con la que había iniciado la frase cuando un violento trueno azotó los cielos y la tierra, haciéndola temblar.

Gonzalo no fue ajeno al repentino escalofrío que consumió a Margarita.

- Déjame que te ayude- susurró compungido, intentando mirar al pálido rostro con las mejillas en un imposible color carmesí

- No es esto, lo que necesito- murmuró la muchacha sobrecogida, intentando ahogar el llanto que en su garganta parecía crecer

Sorprendido, e intuyendo que las palabras de su cuñada, ocultaban algo más, el maestro, trató de calmar su agitado corazón y, sin perderla de vista, replicó al murmullo femenino otorgando a su voz, una entonación cargada del mismo arrebato que bullía en su interior ante el familiar brillo que tantos recuerdos le hacían evocar al vislumbrarlo en los oscuros ojos.

- Que necesitas…

- Necesito que me digas la verdad Gonzalo…- Con un cansado suspiro, y apartando el cabello de la cara, la muchacha continuó hablando, deshaciéndose así, del nudo que en su garganta y en su estómago parecían apoderarse de ella, cada vez que estaba próxima a su cuñado- que dejes de confundirme… Necesito no ser la única que hace lo que siente…- caminando sin rumbo la muchacha hablaba agitada, nerviosa, enarbolando las manos, acomodándose el cabello- necesito que te alejes de mí o que no lo hagas… ¡NO LO SÉ!- exclamó súbitamente, alzando un grito a los cielos, antes de que sus manos cayeran casi sin vida, para golpear sus propias caderas y, con expresión cansada, agitar la cabeza de lado a lado mientras, en un susurro que acompañaba sus lágrimas, pronunció su última petición:- necesito que no seas tan reservado. Necesito que te acerques, o me dejes marchar… pero que seas claro.

Los ojos encharcados en lágrimas, le observaban suplicantes en la penumbra de la estancia, fueron sólo el principio de la respuesta…
Acercándose lentamente hacia ella, casi movido por una invisible e incontrolable fuerza, Gonzalo alzó la mano derecha, y la acomodó en la fría y suave mejilla, deslizando su dedo pulgar sobre esta, borrando las lágrimas que por ella serpenteaba en la expresiva huída de la desazón.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Vie May 04, 2012 2:12 pm

Sorprendida, cómo si no acabara de creer lo que estaba sucediendo, ella alzó la mano izquierda y apretó entre sus dedos la ancha y masculina muñeca, comprobando que era algo más, que el fruto de su mente. Y cuando el áspero pero cálido dedo pulgar de Gonzalo, recorrió su mejilla en una sutil y tentadora caricia, Margarita tragó el nudo de su garganta al tiempo que se perdía en los anhelantes ojos de su cuñado y las emociones que ese sutil gesto y esa mirada, provocaban en ella. Sentimientos, que no eran más que una ilusión, una esperanza de vislumbrar en esa actitud, sus deseos… sus necesidades cumplidas.

Gonzalo por su parte, tenía todos los sentidos, a pesar de la rabia y el instinto de protección, o tal vez por ellos mismos, embriagados y embargados no ya, por la tormenta que se agitaba en el exterior, si no por la que se cernía en el interior de la propia ermita, en el interior de los dos cuerpos que, ajenos y equidistantes, sentían a un mismo tiempo, una misma y creciente emoción…

El olor a piel mojada… el sonido de las respiraciones y el latir de dos corazones que bombeaban sangre y pasión… la imagen del ser anhelado, cubierto por empapadas y translúcidas ropas en la penumbra del escaso espacio que la antigua edificación de piedra ofrecía… el sabor, aun no catado, de los labios ajenos y la piel erizada que ante sus ojos se erizaba movida por el frío aire, y el delirio que de ellos se apoderaba lenta pero irremediablemente…

Y sin pensarlo dos veces, aprovechando la oportunidad concedida, la proximidad de la joven y la helada mano que se había aferrado a su muñeca, como un náufrago a un tablón en mitad de la tormenta, la rodeó con sus brazos… perdido en el encendido rostro que tenía frente a él, y abandonándose a la pasión y la sed, que se apoderaban de él… inclinó la cabeza para atrapar entre sus labios, los encarnados y voluptuosos de la joven.

Mientras la tormenta crecía en el exterior, golpeando con virulencia tierra y piedras, con el viento agitando las gotas de agua, haciéndolas danzar al son de una melodía ululante e hipnótica, que acompañaba el sonido de la tormenta que se estaba prendiendo en el interior de la modesta edificación de piedra.

Los besos, que empezaron siendo suaves, experimentales casi, tanteadores… analizando con cada sutil gesto, la respuesta recibida… crecían en intensidad y sentimiento; pasando de ensayo a concierto sinfónico, uniendo a los ósculos, al contacto de dos labios, unas manos que palpaban, analizaban, buscaban, aferraban y acariciaban con frenesí.

Las ropas, embebidas de lluvia, pesadas, húmedas y frías, se pegaban a los cuerpos cuyo calor iba en aumento no sólo por las sensaciones que en ellos bullían, si no por las manos que parecían estar en mil sitios y en ninguno, alternando a un tiempo movimientos y presiones, caricias y gestos posesivos.
Con las respiraciones entrecortadas, maestro y costurera separaron sus labios, aunque no sus cuerpos. Retirando la cabeza hacia atrás, dejando el esbelto cuello a merced del aire y la sed de su cuñado, Margarita aferró con fuerzas el hombro de Gonzalo al sentir los exploradores y devoradores besos que recorrían desde su mandíbula, a sus hombros desnudos por un invisible pero sensible camino que la hacía estremecerse y asir con mayor energía y posesividad no ya el hombro, si no la nuca de su cuñado con una mano, mientras la otra, indecisa y nerviosa, recorría la espalda y el costado de un musculoso cuerpo cubierto por una molesta tela de hilo que no tardó en apartar con energía y desprecio para acariciar la piel erizada y cálida que se ocultaba debajo.

Utilizando la mano que, sobre el cuello de Gonzalo parecía empeñarse en no separarle, en que no detuviera sus exploradores y embriagadores besos, se deslizó con sutileza, casi etérea, por el cuello, la clavícula, el descubierto pecho que dejaba al aire la abierta camisa… hasta perderse a su vez, en el interior de la misma, analizando apenas con la yema de los dedos y las uñas, el pecho musculado y níveo del maestro.

Él, sin pensarlo, y sin detener sus besos, la rodeó y estrechó todavía un poco más entre sus brazos, mientras mirando por encima del desnudo hombro, trataba de vislumbrar, en la penumbra del lugar, el corpiño que minutos antes, ella misma tratara de descordar. A tientas, casi sin ver, no sólo por la oscuridad si no por el deseo que parecía nublarle la vista y los sentidos, Gonzalo trató de soltar el cordón, dirigiendo a la inofensiva prenda, una mirada que habría hecho temblar al más recio de los hombres del comisario, murmurando entre dientes, maldiciendo la práctica ya olvidada… sin saber, y casi sin percibir, la sonrisa encandilada que sus fútiles esfuerzos, provocaban en la mujer que, entre sus brazos, volvía a sentirse como una adolescente temblorosa, insegura del destino que sus actos les aguardaba, pero convencida y encantada a causa de los mismos.


Acercándose todavía más a Gonzalo, tanto, que creyó que podría fundirse con él, besando el masculino cuello, la nuez… la muchacha dirigió sus manos a su propia espalda, sobre las fornidas y masculinas manos que parecían estar llevando a cabo la más temible de las contiendas con un simple cordón, pesado, frío… no sin dificultad, pero sin dejar de besarse, de explorar aquello que las prendas dejaban al descubierto para ser explorado, consiguieron deshacerse de la insufrible prisión de pesado tejido que ceñía con firmeza y casi dolorosamente la cintura femenina. Una cintura, que Gonzalo se apresuró a rodear con sus manos, a venerar, a acariciar y masajear, como si intentara consolar a las prisioneras y turgentes carnes.

Olvidado en el suelo, el corpiño, creando un pequeño charco de agua sobre el empedrado suelo, poco tardó en recibir la compañía de una masculina camisa… a la que siguieron unas pesadas faldas que cayeron deslizándose pesadamente, por las piernas de Margarita que, con los pies enterrados en el empapado tejido, permanecía apenas cubierta por la pálida y casi transparente blusa, entre los brazos de su cuñado.

Gonzalo miraba absorto la imagen que tenía frente a él, entre sus brazos… pero el embelesamiento apenas le duró un instante. Cuando las delgadas y frías manos de Margarita acariciaron su barba, y apartaron los empapados cabellos de su rostro, volvió a inclinar la cabeza para besarla, al tiempo que la estrechaba contra él dando así el primer paso, hacia la más antigua de las danzas. Sin más melodía que la que dos corazones agitados pero latiendo como uno solo, marcan… una danza, cuyos pasos empezaron tímidos, siguieron acompasados y rítmicos, y terminaron enfebrecidos, agitados y frenéticos… sin más notas, que las escritas en la piel, que son leídas con las manos y los labios… sin más compás, que el impuesto por los gemidos y murmullos, por las respiraciones agitadas y entrecortadas de unos pulmones a los que el oxígeno les era insuficiente, y el aroma del compañero de danza, era suficiente sustento… una danza, que terminó en el frío y empedrado suelo, con un gutural grito ahogado a los cielos, bajo los primeros rayos de sol, tras la tormenta, iluminando dos cuerpos, un alma, que entre susurros y caricias agradecidas y generosas, decía te quiero en un murmullo apenas audible.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Vie May 04, 2012 2:18 pm

Este es, de alguna forma, compañero del anterior; y por lo tanto, igual de inclasificable Imagen Sólo sé que se trata de un desvario... el resto, lo dejo a vuestro criterio.

La leñera y la astilla
(+13/18)

El paso de las estaciones, imparable e incontrolable, hace los días más cortos, las noches más largas… las lluvias más frecuentes y el viento y el frío más insistentes.
Es por ello, que en la mayoría de los hogares, llegado el momento, las leñeras empezaban a ser avitualladas con mayor interés, para salvaguardar a las familias, del frío.

Una de esas familias, en el barrio de San Felipe, era la de Gonzalo de Montalvo, maestro de escuela de profesión.

La noche ya había caído, y en las calles apenas había más movimiento que el que anunciaba y advertía del recogimiento de los vecinos a la seguridad que el hogar pudiera ofrecer. Las escasas antorchas que, dispuestas a cierta distancia en las calles, iluminaban ligeramente o sucumbían en las sombras otras, haciendo del barrio de San Felipe, con sus galerías y humildes edificaciones de piedra y adobe, un lugar tan tétrico cómo cualquier otro. Pero con la añadidura de la violencia y el crimen de los hambrientos, desesperados o truhanes varios que por el pululaban, hacían necesario y de agradecer al misterioso héroe que por sus calles vagaba, protegiendo incluso, de los representantes de la ley.

Sin embargo, el héroe no era más que uno, y la maldad, el crimen y la desesperación abundantes.

Por ese motivo, cuando Gonzalo se ausentó en busca de leña, y pareciera que el tiempo pasara demasiado lento para lo que debería haber tardado en acercarse a la leñera, tomar un par de leños secos en el cesto de rafia y regresar, su familia se preocupa. Al menos, la joven morena que, sentada frente al fuego, fingía estar ocupada con una prenda que no recibió ninguna puntada de la aguja que entre sus dedos resiste imperturbable a la presión con la que era sostenida.

Con Alonso acostado, y Satur… quién sabe dónde andaba Satur aquella noche; la intranquilidad de la joven, apretando con fuerza la aguja entre sus dedos hasta dejar los nudillos blancos por el esfuerzo y la aguja fundida en su piel, era más que manifiesta.

Rindiéndose a la evidencia, la joven acomodó la prenda sobre el cesto que habitualmente usaba para la costura y, asegurándose que Alonso dormía a pierna suelta, vencido por la fatiga y los juegos del largo día, tomó el mantón de lana y se encaminó a la puerta en busca de su cuñado.

Las oscuras calles, alumbradas por el rojizo refulgir de las antorchas, apenas saludaron a la joven y a sus temores, completamente vacías y silenciosas. Oscuras, tenebrosas… e intimidantes. Apenas percibió el movimiento de un gato que, persiguiendo unos ratones, correteaba entre cuerdas y barriles en la pasarela a su derecha, ofreciendo un extraño ruido que consiguió sobresaltarla. Con los sentidos agudizados por el miedo y la intranquilidad, creyó oír un sonido procedente del piso inferior. La calle que, a los pies de la escalera, se levantaba solitaria.

Armándose de valor, y preocupada por su cuñado, la muchacha, cerró la puerta de madera a sus espaldas, con cuidado de no hacer más ruido del necesario para no despertar a Alonso, ni advertir a quien no debiera ser advertido, de su presencia en las despobladas callejuelas.
Paso a paso, con lentitud y cautela, descendió los escalones que separaban la plataforma de adobe y madera que hacía las veces de descansillo ante las puertas del hogar de los Montalvo.
El sonido, cada vez más nítido, parecía indicar movimiento en la leñera y, aunque sabía que era más que probable que se tratara de su cuñado, no pudo evitar respirar con dificultad y vacilar al acercarse temerosa hacia la puerta de madera.

Un sonido gutural, similar a una queja o una maldición entre dientes, la sorprendió.

Allí, y a pesar de la penumbra, pudo diferenciar una espalda que le era más que familiar. Acuclillado con medio cuerpo dentro del pequeño habitáculo que bajo las escaleras ofrecía el amparo suficiente para mantener la leña seca, estaba su cuñado, al parecer, entretenido en acomodar los leños.

- ¿Gonzalo?- preguntó extrañada ante el improperio lanzado al aire por el habitualmente serio y correcto maestro

Rápidamente, él se giró a observarla, permitiendo así que la escasa luz incidiera en las manos que frente a su rostro sostenía en un intento por encontrar algo que, a todas luces, y nunca mejor dicho, no iba a encontrar. Sin embargo, una pequeña mancha de sangre en la palma de la mano, consiguió que la joven olvidara sus miedos y sus preguntas…

Olvidando el manto y las formas, la muchacha no dudó en adentrarse en la leñera, para tener mayor acceso a la mano herida. Tomándola entre las suyas, y en la penumbra del lugar, la morena se acuclilló a su vez junto a su cuñado para examinarla. Deslizando el pulgar sobre la sensible y dolorida zona, palpa y localiza al culpable. Una pequeña astilla.

Sin apenas pensarlo, la joven acercó la mano cada vez más a su rostro para poder ver mejor en la semioscuridad que reinaba en el pequeño habitáculo.

Él, embelesado por la imagen preocupada y cautivadora que ella representaba entre las sombras, y bajo la luz rojiza de las antorchas, quedó prendado, mirando sin ver. Sintiendo, la presión delicada pero decidida de las femeninas manos sobre la suya… la respiración, cada vez más cercana a su sensibilizada piel y la humedad cada vez más perceptible que el aliento y la respiración de la joven, dejaran sobre la mano, hasta que, incapaz de extraer la astilla con los dedos, olvidando el costurero y las posibilidades que una aguja y una luz más adecuada le ofrecerían para poder brindar una mejor asistencia al herido, la muchacha optó por tratarla como si de veneno se tratara sin saber que, en su intento, él se vería sobrecogido por la fiebre de la más poderosa de las pócimas…

Los labios, húmedos, cálidos e invitadores, se posaron sobre la curtida piel antes de acomodarla con el leve toque de una suave y electrizante lengua que, a su paso, activaba los nervios que, de forma casi enigmática, conectaron la mano del maestro con su cerebro y su espalda.

Bajo la camisa de hilo verde, un escalofrío placentero recorrió su espalda, privándole de todo sentimiento y racionalización, más allá de la necesidad sobrehumana de alargar la placentera tortura que esos labios le causaban.


Con la mirada fija en los entrecerrados ojos que, en la oscura leñera apenas podía más que adivinar, movió la mano retenida de forma casi imperceptible obligando a Margarita a seguirla como un cordero a su pastor. Mansa y abstraída.

La puerta de la leñera fue cerrada a espaldas de la joven, antes de que pudiera percatarse de lo que estaba teniendo lugar.

Concentrada y embelesada por las emociones que el inocente gesto provocan en ella, apenas se percató de la sutil corriente de aire que hizo danzar sus bucles al cerrarse la puerta hasta que, una mano masculina, fornida y decidida se acomodó sobre su cadera, traspasando con su calor el tejido de la espesa falda de fino paño marrón y las desgastadas enaguas que, bajo esta, cubrían sus piernas.

Sorprendida, más no disgustada, abrió los ojos extrañada tratando de buscar entre las sombras una respuesta que le llegó a través de los sentidos.

La mano que sostenía y todavía besaba, acarició delicadamente su mentón, mientras su cuello era atacado por unos labios ávidos de mujer. Pero no de cualquiera.

La respiración acariciante sobre su sensible pie, la delicadeza con la que, los pequeños ósculos devoraban y veneraban por partes iguales… la lengua que entre fríos y húmedos tienes, acariciaba y saboreaba, le nublaron la vista y los sentidos, recordándole, sin embargo, que a pesar de todo ella era especial.

Tan especial como ese punto que, bajo su oreja izquierda, diminuto e imperceptible para el ojo humano, era capaz de poner en marcha el complejo y delicado mecanismo que nublaba por completo su raciocinio y todos los sentidos que no estuvieran implicados en el que aquí y el ahora.

Dejándose llevar, permitió que sus manos femeninas y delicadas, recorrieran exploradoras el pecho cubierto por el verde hilo, deslizándose sutilmente, con una presión embriagadora, la piel que la botonadura abierta de la camisa dejara al descubierto.

La mantilla de lana, deslizándose por sus hombros y cayendo sobre los leños, perfectamente situados en una improvisada escalinata que parecía no llevar a ninguna parte, se convirtió en un improvisado trono en el que Gonzalo la acomodó con la intención de venerarla.

Sin dejar de besar la piel que el escote de la femenina blusa dejaba a la vista, Gonzalo abandonó sus manos sin aparente rumbo cual velero sin capitán en mitad de un temporal; y mientras una parecía debatirse y dividirse entre caricias y presiones a cuello y cabello por igual, la otra se aferraba ante la tormenta de sensaciones que al maestro invadían, en el bordado fajín que se ceñía a la cintura de mujer. Los labios húmedos y aventureros del joven héroe, coronados por una mullida y suave barba, realizaron una travesía desde el femenino cuello hacia el hombro, desde donde, siguiendo la ruta marcada por la blusa, se acercaban lenta e imparablemente hacia el pecho de la muchacha.

Deteniéndose justo sobre el corazón, el joven Montalvo se recreó en la erizada piel y la sensación de las delgadas manos aferrándose a su cabello y a sus hombros.

Ella, mientras tanto, llevada por la agitación y la exaltación, apenas era consciente de sus gestos y sin darse cuenta, sentada en su improvisado trono, separó las rodillas invitadoramente, permitiendo que su fervoroso y clemente feligrés, tuviera un mayor acceso.

Separándose sutilmente de ella, sonrió en la penumbra ante la imagen del éxtasis que sin saberlo, su cuñada representaba, todavía completamente cubierta por las ropas y en la penumbra del escaso espacio que, bajo su hogar y a pie de calle, ofrecía iluminada por la exigua luz de las antorchas que se filtraba a través de la pequeña celosía.

Cuando su mano, y en concreto su dedo pulgar se deslizó por el cuello de la mujer, sobre el pecho cubierto y finalmente, sobre el sensible punto todavía cubierto por la tela de lino, el gemido placentero que intentó ahogar mordiéndose el labio fue, junto con el acceso apenas imposibilitado por las recatadas y simples telas de las faldas, invitación suficiente para olvidar la calle, el hogar y todo cuanto no tuviera que ver con ella.

Las manos de Gonzalo, en los costados de la joven, con los pulgares extendidos, continuaron su viaje hasta deslizarse por la cintura y finalmente, aproximarse a las caderas mientras, esta vez más cerca, sus labios invadían el cuello y los sentidos de Margarita. Besando con fruición el expuesto cuello que, sobrecogida por las placenteras oleadas que la asaltaban, ella estiró para concederle un mejor acceso, Gonzalo se deleitaba en la pequeña pero sensual concavidad situada justo en el punto en el que cuello y pecho, pierden sus respectivos nombres… No obstante, las experimentadas manos, más habituadas al estoque y la katana, pero no menos versadas en la sensibilidad y la delicadeza, estaban lejos de permanecer inactivas y, con movimientos casi felinos, recogían los pliegas de las faldas desde su aventajada posición sobre las voluptuosas caderas.


Lentamente, los pies y los delicados tobillos quedaron al descubierto al aire frío de la noche. Las delgadas pantorrillas y las rodillas después, quedaron completamente desnudas.

Dejando las faldas en unas ondas de tejido y color sobre los torneados muslos, el maestro se sorprendió cuando, los gemidos pronunciaron su nombre en un cautivador y hechizante murmullo, casi una letanía mientras las manos que lo aferraban en un intento por no perderse en los mares de las emociones que la embargaban, elevaban su rostro más allá del cuello, hacia unos labios que, sedientos de él, se abrían incitadores en un suspiro satisfecho.

La inocencia del encuentro de los labios, apenas duró lo que un suspiro tarda en perderse en el aire del otoño, y rápidamente, las lenguas buscaron refugio en boca ajena. Exploradoras, incitadoras... analizaban con deleite cada pequeña marca que los labios enfrentados pudieran hallar, cada recodo que tras los dientes pudiese ocultar un gemido, una emoción, y cuando lo consiguieron, los entrecortados y guturales sonidos, ahogados por las irregulares y rápidas respiraciones, apenas supusieron las primeras notas del concierto de emociones y sensaciones que, entre las cuatro paredes de adobe, estaba por tener lugar.

Rendidos a las sensaciones, embriagados ya por el olor y el sabor del otro, ambos se dejaron llevar deslizando las manos más allá de lo que al aire y la luz, era visible. Explorando bajo las ropas, aferrando y acariciando… poseyendo y venerando. Sin remordimientos ni preguntas, pues para ellos no hay tiempo cuando quién guía el velero es la pasión, los pantalones y el cordel de algodón que sostiene la blusa en su lugar fueron descordados y olvidados.

De rodillas, frente a la joven, el maestro sintió como las delgadas y torneadas piernas rodeaban su cintura, encerrándole en una sensual prisión de la que no sentía deseos de escapar, llegando incluso a aferrar los femeninos muslos entre sus manos, para así poder aproximarse el uno al otro más allá de lo posible, hasta llegar a ser uno sólo.

En la oscuridad de la leñera, apenas iluminados por la escasa luz que la celosía filtra, se miraron a los ojos, con las miradas prendidas en sendos mares de deseo, suspirando con deleite cuando sus cuerpos por fin se funden en el más íntimo de los abrazos; Gonzalo rodeó la femenina la femenina cintura con sus brazos, deslizando y enredando sus dedos en el espeso cabello, acomodando a la espalda de esta, sus manos con las palmas abiertas como si intentara abarcar la mayor cantidad de mujer posible. Margarita, por su parte, acomodó las piernas alrededor del maestro mientras su brazos le rodeaban un instante atrayéndole contra ella, mientras suspiraba embelesada, antes de dejarse llevar por las notas de la melodía pasional que sus cuerpos entonaban. Una melodía, cuyo ritmo empezó siendo pausado y casi milimétrico, lánguido y lento hasta terminar en una oleada de colores, suspiros y gemidos que trataban de ahogar hundiendo el rostro en el cuello del ser amado.
Sin embargo, cuando la melodía alcanzó su cénit, ni uno ni otro pudieron contenerse y, aunque se aferraban el uno al otro en un intento por anclarse cuando la pasión y el éxtasis les invadieron por completo, dos murmullos guturales fueron lanzados al cielo.
Inteligibles para el oído humano, pero llenos de significado para quien los pronuncia y quien comparte ese instante.
Todavía de rodillas, derrotados tras el arrebato pasional, abrazados y tratando de recuperar la calma y las fuerzas, se observan en las sombras, con satisfechas y embriagadas sonrisas que se intensifican cuando Margarita retira un mechón de cabello húmedo y enmarañado del rostro de Gonzalo con una caricia que es devuelta con un casto y sentido beso en los húmedos y encendidos labios de mujer.

Una mujer, que ya no teme ni a la noche ni al silencio, que ha olvidado la insuficiencia de héroes o la abundancia de malhechores. Una mujer que en la oscura y diminuta leñera, sonríe relajada y segura, en los brazos de quién cómo ella, por olvidar, ha olvidado incluso el dolor de una pequeña pero incómoda astilla.
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Aledis » Sab May 05, 2012 4:31 pm

Imagen Imagen Imagen Imagen Qué lujo tener estas pequeñas maravillas agrupaditas en éste, tu hilo, Shere Imagen Imagen Imagen
No sabes cuánto disfruto al ver ese Gonzalo recto, recio, protector, intentando esconder todo lo que Margarita le remueve por dentro Imagen ....es que me derrite esa imagen que le das en todos tus relatos!! Imagen
Es imposible resaltar un párrafo por encima de otro, porque tus escritos son una maravilla de principio a fín ¡Gracias por estos momentos! Imagen

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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Dom May 06, 2012 5:54 pm

Aledis,Imagen

Piensa que la mayoria de mis relatos fueron escritos durante las dos primeras sequías (anda que no ha llovido) y ahí, las únicas referencias sentimentales del AMOTT que teníamos eran esa primera escena casera con Cristinaladifunta y nuestras teorías extraídas de pequeñas miradas o escenas en las que en medio segundo, veíamos un mundo. Así que, gracias a tí, a vosotras, por la benemottlencia para conmigo y mi pluma Imagen

No pensaba colgar nada más de momento, por aquello de no saturar de información el hilo o dar el coñazo, lo que os suene más apropiado Imagen Pero, siendo cómo es el primer domingo de mayo, me permito traeros y dedicar a todas las mamis del foro, el siguiente relato:

Aviso a navegantes Imagen Si sois de las que os gusta leer con música, os recomiendo la canción que da título al relato 'maravigliosa criatura', la original es de Giana Naninni... la versión de Sergio Dalma, es mucho más suave y apropiada, de hecho, fue la inspiración :wink:
Maravillosa criatura
by Sherezade


La luz del sol entraba con parsimonia a través de los postigos entrecerrados que cubrían unas toscas ventanas de madera y vidrio. Apenas una capa de polvo decoraba la recia madera ajada por el tiempo y el uso tanto en los postigos como en los marcos de madera que enmarcaban los cristales sucios y bastos; no era una superficie perfectamente lisa y suave, alguna burbuja de aire, con sus caprichosas formas daban personalidad a aquel lujo que apartaba al frío y al aire del interior de aquella habitación todavía en penumbras.

Las respiraciones pausadas de quienes allí habían pasado la noche entre sombras, eran el único sonido presente. Un tenue suspiro seguido de una sonrisa satisfecha parecían la señal esperada para que el sol avanzara entre las sombras por la pequeña apertura combatiendo las sombras cada vez con más seguridad, hasta que las bisagras de la puerta, crujieron señalando la llegada de una tercera persona.

Permaneció allí, con el hombro y la sien apoyada sobre el marco y la mirada perdida en la imagen que ese dormitorio le presentaba. No pudo evitar sonreír silenciosamente al observar como el menor de los sonidos de aquél que estaba más alejado de la puerta, era contestado de inmediato con un cálido gesto, una sutil caricia o una sonrisa. Incluso en sueños.

Cruzó los pies a la altura de los tobillos, predispuesto a permanecer en el umbral de ese cuadro viviente sin interferir, pero preparado no sólo para disfrutar de la imagen, si no de protegerla de cualquier cosa que intentara perturbarla. Y así lo demostró, cuando desde las sombras a su espalda, unos agitados pasos que bien podrían compararse con el trote ágil de un potro, descendieron las escaleras

- Shhhh….- apenas un segundo, ni siquiera una palabra… casi inaudible para él, pero surtió efecto. Tanto en el desbocado potro, como en los ocupantes del dormitorio.

Un suave quejido resonó en la habitación, e inmediatamente una voz ronca por el sueño y el cansancio, murmuró unas palabras de aliento y cariño.

- ¿Ya se han despertado?- preguntó una voz joven y ansiosa desde la oscuridad del pasillo, deteniendo súbitamente el atribulado sonido de sus pasos con una sonrisa de expectación en los labios

Sonriendo condescendiente, el volvió a acomodarse invitando con un gesto de su mano al muchacho a su lado a observar el dormitorio.

El muchacho, tímido al principio, temeroso de hacer algún ruido que pudiera perturbar la atmósfera apacible que se respiraba se asomó, medio oculto tras su cuerpo, a la habitación.

Allí, sobre el jergón, dónde las sábanas habían sido cambiadas apenas unas horas antes, descansaban entre mullidos cojines, las dos personas que habían vuelto patas arriba el hogar de los Montalvo escasas horas atrás.

La figura que estaba más próxima a la puerta, se giró. Una maraña de oscuros y revueltos cabellos se extendió sobre la almohada acariciando un rostro que al mirarlos, esbozó una sonrisa cansada

- Hola…

- Hola, ¿cómo te encuentras?

- Cansada,- murmuró ella volviendo a acomodarse sobre los cojines sin perder el contacto con su compañero de cama, antes de fruncir el ceño y carraspear ligeramente en un intento por recuperar la voz- Y afónica

- Eso es normal, con lo que gritaste anoche…

El inocente comentario del muchacho, arrancó una suave y relajada risa a la mujer, cuya garganta terminó de resentirse. Pero apenas tuvo tiempo de preocuparse por ella. A su lado, el cuerpo cálido y suave se retorcía entre las sedosas mantas perturbado por el sonido de las voces y las carcajadas, reclamando su atención.

Al notar como sus dos espectadores tomaban asiento a los pies de la cama, sonrió apesadumbrada

- Siento haberlo traído a la cama- murmuró a quién más cerca estaba de ella en esos instantes.

- Fui yo quién lo trajo, recuerdas?

- Cómo no recordarlo!- murmuró ella con una sonrisa que contradecía el ceño que se dibujaba en su frente- No era capaz ni de levantar las sábanas, ¡mucho menos salir de la cama!

Unos golpes en la puerta de entrada, consiguieron perturbar una vez más, el ligero sueño de quién aun permanecía dormido, ajeno a las atenciones de las que era objeto.

- ¡Voy yo!- se ofreció con premura el muchacho, bajando de la cama de un salto- Es… es Murillo- comentó tras un ligero titubeo antes de besar en la mejilla a la mujer y sonreír a aquel a quien velaban- Voy a contarle lo que ha pasado. Si es que no se ha enterado ya…

Los dos adultos, sin embargo, no atendieron a su chanza y sonrieron al escuchar, no la voz del joven pintor, si no la de una joven al otro lado de la puerta.

- Matilde…- identificó la mujer con una avezada sonrisa. Su mirada se dirigió a las ventanas por las que la luz entraba cada vez con mayor insistencia y recordando el día en el que se encontraban, sonrió aun más- ¿Crees que irán al prado?

Una cálida mirada fue intercambiada ante la velada referencia a una romería, vivida años atrás, en las que también un joven muchacho, abrió la puerta de su hogar, para encontrarse con la invitadora e inocente presencia de una muchachita de oscuros cabellos aguardando su compañía para acudir a la romería. La primera a la que acudieron juntos, sabiendo o intuyendo, que eran algo más que amigos.

Sin poder ni querer evitarlo, en la mente de uno y otro, imágenes de aquél día se arremolinaron:

Recuerdos tan parecidos a tantas otras romerías y a tantos otros días sin fecha de juegos, risas… cuando las risas juveniles al otro lado de la puerta se alejaron entre carcajadas, la mirada y las sonrisas de ambos se intensificaron.
Ambos recordaban, con absoluta claridad un detalle único de aquél día…

Ambos caminaban hacia el prado entre risas y bromas, hablando de todo y de nada, de lo que ocurriría durante el día y de lo que había ocurrido, no sólo en romerías pasadas si no en los días anteriores. Poco importaba que se vieran casi a diario. Siempre tenían algo que contarse. O que escuchar.

Ella jugueteaba con los flecos de su chal, mientras caminaba distraída observándolo todo como si no lo hubiera visto nunca. Tan entretenida en el paisaje, que no advirtió la pequeña trampa que aquél mismo le tendía a sus pies. Una raíz retorcida y encorvada, se alzaba en el camino justo frente a ella. No hubiera afectado a su equilibrio ni la hubiera obligado a saltar o a esquivarla de haber estado atenta, y sin embargo, debido a su distracción, su pie, enfundado en una alpargata a la que había cambiado las cintas en un arranque de coquetería, quedó encajado un instante bajo el pequeño cepo haciéndola trastabillar.

Afortunadamente para ella, su acompañante hizo gala de unos reflejos inmejorables y consiguió detener su caída antes de que su cuerpo tomara tierra y nada más que los bajos de su vestido fueron víctimas del polvo del camino.

Entre risas, ambos se irguieron y comprobaron los daños. La pañoleta yacía colgando de su hombro derecho y una de sus puntas estaba totalmente enterrada en la polvareda, la misma, que había dejado marcas en los bajos de su vestido y en las alpargatas que, subiéndose ligeramente el vestido, comprobó habían perdido el poco color que a pesar del uso había conseguido arrancarles con una buena y paciente limpieza junto al río la tarde anterior.

Pero a él aquello no le importaba. Su atención, estaba fija en los tobillos. No porque se tratara de la primera vez que veía esa delicada parte de la anatomía de esa amiga a la que empezaba a ver con nuevos ojos, si no porque uno de ellos, el que se había visto atrapado a medio paso, parecía haber sufrido algún percance. O al menos, eso atestiguaban las cintas arremolinadas sobre él, apretando el cada vez más hinchado tobillo.

- ¿Te has hecho daño? Deja que te ayude.

La muchacha intentó ponerse en pie, pero antes de que pudiera dar un paso él se adelantó, consiguiendo que ella prorrumpiera en sonoras carcajadas

- ¿qué pretendes,llevarme en brazos?

Él sólo se encogió de hombros y la miró decidido. No había ningún lugar a duda en aquellos ojos almendrados y decididos. Si era necesario, la llevaría en brazos.

- ¿No me crees capaz?
La muchacha, que se mordía el labio inferior tratando de contener la risa sonrió dibujando en sus mejillas sendos hoyuelos.

- No. Pero no estoy tan mal- el muchacho le respondió con una mirada acerada que consiguió que en esta ocasión fuera ella la que alzara los hombros, olvidando por completo el chal que, en esta ocasión, terminó descansando en su totalidad sobre el polvoriento camino- Podré andar

- Estamos lejos de cualquier parte

- Pero tú no eres un caballo precisamente…

Aquel comentario, mientras ambos se debatían en un duelo de miradas, consiguió, supuso el fin de la discusión.

El muchacho se agachó a recoger el chal de la muchacha con un pícaro brillo en la mirada haciendo que ella se preparara para ser objeto de un esperado beso. Algo que, en su opinión, llevaba retraso.

Y sin embargo, por mucho que su estómago o su piel y sus labios vibraran en anticipación, no fue un beso lo que recibió.

Con un ágil movimiento, el muchacho le dio la espalda, todavía acuclillado frente a ella, y sin previo aviso, tomó a la muchacha de los brazos y la obligó a abrazarse a su cuello desde atrás antes de alzarse cuan largo era.

Entre gritos de sorpresa, ella sintió como sus pies se alejaban del suelo y su estómago se retorcía por el contacto y la sorpresa.

-¡Gonzalo!- gritó cuando, tras alzar las rodillas por puro instinto a pesar de las pesadas faldas, él acomodó primero un brazo y luego el otro bajo las mismas.

- Te vas a caer- comentó él risueño alejándose del lugar con el chal apretado en una mano escondido entre los pliegues de la femenina falda

Entre bromas, continuaron el camino hasta un pequeño rincón junto a la laguna, dónde sentó a la muchacha sobre una piedra. Ambos continuaban con la respiración entrecortada por las risas compartidas durante el paseo.

Y cuando él se giró para ver el arrebolado y risueño rostro femenino sobre el que descansaban oscuros mechones que se habían escapado del suave recogido, su mirada y su sonrisa cambiaron.
Se trataba de algo apenas perceptible, un cambio en el brillo de aquellos ojos que pasaron a mirarla con una intensidad que había ido creciendo con el paso del tiempo.

- Deberías llevarlo suelto, Margarita- murmuró él con una voz ronca acercándose un poco más, apartándole el revoltoso mechón que jugando con el viento acariciaba una y otra vez la suave mejilla.

Ella cerró los ojos al contacto, sintiendo como aquél cosquilleo que se acomodaba en su estómago cada vez que él la tocaba, se aposentaba también no sólo en el punto en el que su mano había entrado en contacto con su piel, si no en sus labios. Los mismos que, al abrir los ojos, encontró eran objeto de la más delicada y hambrienta de las miradas.

Uno y otro colaboraron en aquel instante a disminuir la distancia que les separaba hasta que sus labios se encontraron. No era uno de aquellos castos besos que se habían dado en la mejilla a modo de saludo o despedida en alguna ocasión a lo largo de los años, tampoco era cómo aquellos con los que él la obsequiaba en la frente de tanto en tanto... Era algo nuevo para ambos. Algo que les hacía temblar de una necesidad a la que todavía no sabían si podrían alguna vez aplacar, mucho menos, poner nombre.

Algo que, al mirarse ambos a los ojos y sonreír, descubrieron estaba ayudando a que la inocencia de todos los besos anteriores, desapareciera y provocaba necesidad de más.

Unas carcajadas jóvenes del exterior, animaron al suave llanto que consiguió alejarlos del mundo del recuerdo para atraparlos en la realidad del presente. Un presente que continuaba quejándose inquieto entre las suaves mantas.

- La nueva generación. Hay cosas que no cambian - murmuró Gonzalo ayudando a acomodarse a Margarita en los cojines.

Ella apenas respondió con una cansada sonrisa y un beso en su hombro, la parte más cercana de su marido, mientras trataba de acomodar a su compañero de cama y calmar su incomodidad.

- Yo creo que hay cosas que sí cambian.- Murmuró con una radiante sonrisa acomodando en sus brazos al pequeño bebé que acercó a su pecho a fin de proporcionarle cobijo y alimento, mientras el padre de éste, acariciaba la suave mejilla infantil.
Sherezade
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Bibitt » Dom May 06, 2012 8:51 pm

Aaahhhhh que yo llevo ya tarea atrasadaaaaa, Imagen Imagen Imagen en cuanto pueda me pongoooo, aiinnsss, Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Dom May 06, 2012 9:20 pm

Tranquila Bibitt, que de aquí no se mueven ;)
Aunque menos mal que no me ha dado por colgar todas las paranoias y los relatos largos de golpe Imagen Habrá que hacer una preselección Imagen
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Aledis
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Aledis » Lun May 07, 2012 1:21 pm

Gracias por el relato-dedicatoria Imagen Ainnsss, cuánta dulzura, qué bonitoooo!!! Imagen Te juro que yo estaba al lado de Gonzalo contemplando la escena (y después he seguido mirándoles a los cuatro desde la puerta Imagen ) No pierdo la esperanza de ver tan precioso momento en la serie ¡es tan sencillo y a la vez tan emocionante!...aiiinnnsss!!! Imagen Imagen Imagen

Muy bonita la recomendación musical. Yo no tengo la capacidad de centrarme totalmente en la lectura si algo igualmente bello "me distrae" (cada cosa en su momento Imagen ) pero no cabe duda que el tema es apropiadísimo para el relato Imagen

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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Daira7 » Lun May 07, 2012 3:35 pm

Shereeeeee!!!!! Imagen Imagen Imagen Imagen , me acabo de leer los tres últimos relatos de un tirón y solo te puedo decir que me tienes a tus pies!!!!!!! Imagen Imagen Imagen Imagen

Son excelentes los tres pero el último me ha encantado...., es taaaaaaan tierno...., es que visualizo la escena y me derrito "toa" Imagen

Muchísimas gracias por compartir estas maravillosas obras de arte!!! Imagen
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shaiel
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor shaiel » Lun May 07, 2012 3:51 pm

Sherezade, que delicia es leer tus relatos, cada uno tan magnífico, tan lleno de magia, me encantan.

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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Arya » Mar May 08, 2012 3:04 pm

Shere, acabo de leerme los últimos relatos que has puesto. Me tienes a tus pies!!! Imagen Imagen Imagen
Me encantan todos, pero el último está escrito con mucha delicadeza. Es muy bonito, muy tierno. Ainsssssss, es que me imagino esa escena, y me emociono. Es preciosa. Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Saga » Mié May 09, 2012 9:33 am

Shere, es un lujazo contar entre nosotras con esa pluma que tan maravillosamente esgrimes; . Me quedan pendientes tus relatos y prometo ponerme al día en cuantito pueda.....Una vez más: GRACIAS por deleitarnos con tan bellos relatos.... Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Bibitt » Mié May 09, 2012 12:07 pm

Que ya estoy al día ¿eh? Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Mié May 09, 2012 1:50 pm

Shere, es un lujazo contar entre nosotras con esa pluma que tan maravillosamente esgrimes; . Me quedan pendientes tus relatos y prometo ponerme al día en cuantito pueda.....Una vez más: GRACIAS por deleitarnos con tan bellos relatos.... Imagen


El lujo es mío, corazón! Imagen Tranquila, que no hay prisas ni presiones por leer, mujer Imagen
A Bibitt luego le ponemos una medalla Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Vie May 11, 2012 11:56 pm

Imagen No me gusta hablar conmigo misma, ni tampoco pensaba colgar nada más, hasta dentro de una semana o dos... pero no me he podido resistir Imagen

Hace un par de años que escribí esto, pero después de la conversación del chat de esta noche acerca de lo que sería de la emisión del aguilucho con el pasar de los años. creo que viene que ni pintado!


‘El paso del tiempo’



La noche ha caído sobre la villa. La niebla, espesa y blanca, se extiende sobre los hogares humildes del barrio de San Felipe. La humedad, amiga constante de las noches de invierno, se deja notar humedeciendo las tejas de barro, y goteando, ligeramente desde alguno de los tejados… las pocas plantas que aquí y allí, decoran u ofrecen color, se benefician de ella, mostrando agradecidas y orgullosas, como el mayor de los tesoros fuera, pequeñas gotas de rocio. Brillantes y minúsculas joyas de vida.

Pero no todos agradecen, ni sienten igual la llegada de la climatología.

Frente al fuego, la costurera se masajea los dedos cada ciertas puntadas, dolorida y cansada. No solo por el esfuerzo de horas pasadas con hilo y aguja creando o arreglando, si no por la compañía imposible de separar entre el frío y los achacosos huesos.

Trajinando en un baúl, doblando cuidadosamente en su interior objetos que deben ser preciados por el trato que les confiere y el secretismo con el que los mueve, un hombre reniega y farfulla cansado, cada vez que uno de sus articulaciones crujen.

- Ya no tengo edá… Y esta humedá, que mira que sabe la jodía. Que parece que solo viene a molestarnos a mis huesos y a mí, cuando hay cosas que hacer!- con un lastímero quejido ahogado, el hombre se lleva la mano derecha a la rodilla y trata de mover la pierna con lentos movimientos mientras suspira cansado- Con la pata en alto, debería estar yo!

- ¿Y porqué no has ido ya?- murmura una voz a sus espaldas, entre las sombras.

- No, si encima guasas…- murmura con voz queda.

- ¿Decías algo?

- Cascabeles, decía que cascabeles le voy a poner un día de estos. Cuando tenga tiempo, claro. Pero como no lo tengo…

Con una sonrisa cansada en los labios, la sombra se adentra en el pequeño círculo de luz que las velas ofrecen en la oscura estancia, mostrando un arrugado rostro, marcado por el tiempo y la vida. Con ojos brillantes, pero cansados. Igual de cansado que el cuerpo que se encarga de mantener la mirada a cierta altura y que, cubierto por un oscuro traje, se deja caer sobre un pequeño y desvencijado, pero cómodo sillón.

- Anda que no nos vino bien, subir el trasto ese, ¿verdad amo?

Con una nueva sonrisa, el encapuchado se descubre la cabeza, para dejar que la luz ilumine una blanca cabellera.

- Años atrás, no habría necesitado ni sentarme,- lentamente y con dificultad, el hombre trata de desvestirse, intentando a la vez, deshacerse del agarrotamiento que parece haber tomado posesión de sus extremidades superiores- pero ya no soy el que era.

- ¿Otra vez¿- pregunta el primero acercándose a él, tras haber situado en su lugar, una extraña espada, con mango de cuero rojo, y un par de plumas del mismo color carmesí.- Debería andarse con cuidao, que ya no estamos pa estos trotes.

- Satur…- amonesta el héroe, ya cambiado encaminándose a la puerta desde la cual, de soslayo a través de la pequeña rendija vislumbra, recortada por el fuego, la cansada silueta, de una mujer.

- Ni Satur ni ná. Que ya no me salta los tejados, porque cuando lo hace, luego está dos días mordiéndose la lengua, con las rodillas hinchás como gorrinos en época de matanza…

- Saturno.- Replica el héroe desviando la mirada de la mujer de figura no tan lozana, cuyo cabello, antaño oscuro y lleno de vida, brilla con renovada fuerza ante las llamas del hogar, a pesar de los rayos plateados que cubren la melena.

- Amo, que lo que quiero decir… es que necesitamos un reemplazo.- ante la ceja alzada y divertida del héroe, cuyos ojos parecen brillar con una peligrosa expresión al notar la forma en la que su amigo se amasa el apenas inexistente cabello, y la blanca barba- No solo para usté, claro. Que yo tampoco estoy ya pa andar corriendo detrás del héroe, cavando en la madrugá, o preguntándome si las plumas se le caen, o las deja caer…

Y al más puro estilo Sherezade, apaga el candil y vámonos que se acabó!
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¡Buenas noches!
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Bibitt » Sab May 12, 2012 7:44 pm

Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen ¡Me encantaa! aunque no me gustaría ver al amito así, decrépito, Imagen Imagen Imagen
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Aledis
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Aledis » Sab May 12, 2012 8:57 pm

Que penita me da imaginarles así de achacosos Imagen ...y cómo estaremos nosotras entonces!! Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor lunanueva » Dom May 13, 2012 7:44 pm

Ya estamos con el candil Imagen Me voy a tener que poner otra vez a pelearme con él?? Mira que habíamos llegado a una tregua.

En fin, idas de pinza a parte, ya me conoces Imagen Que me encanta leerte y cada vez que lo hago me vuelvo a postrar a sus pies mi señora.

Un besote y espero que pronto nos dejes alguna cosica más. Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Saga » Mié May 16, 2012 7:13 pm

¡¡Shere, Shere!! Imagen ImagenImagenImagen

Ainsssssssss esa leñeraaaaaaaa..... Imagen Me he leído de un golpe y casi porrazo todo....me faltan los dos últimos relatos....GRACIAS....Los he disfrutado muchísimo.......En cuánto tenga otro ratillo los termino.... Imagen Imagen
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Re: Relatos cortos por Sherezade

Mensajepor Sherezade » Jue May 17, 2012 10:16 pm

Que penita me da imaginarles así de achacosos Imagen ...y cómo estaremos nosotras entonces!! Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
Imagen Imagen Imagen Imagen pues iba a intentar darte una 'explicación', pero no es lo suficientemente conveniente Imagen Imagen Imagen lo resumiremos en que, si él salta y acaba con los tobillos cómo gorrinos en matanza, nosotras no andaremos muy allá para subir a la guaridagym ¡Que las escaleras de madera las carga el diablo y la edad no perdona!
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