LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

En este espacio tendrán cabida todos los relatos que nos inspire nuestra serie favorita. Fan-fics, relatos cortos e incluso poesía.
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Aylynt
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Dom Dic 09, 2012 4:43 pm

Capítulo 20
Una espesa niebla gris lo cubre todo. Apenas llegan voces y el relincho de caballos piafando. Gonzalo intenta avanzar pero no puede, se resbala en algo gelatinoso y pegajoso. Mira hacia abajo y ve sus botas sumergidas hasta los tobillos en un líquido oscuro. Un cuerpo cae desde más arriba y hace salpicar el líquido… La reluciente armadura dorada del rey Gonzalo se ha manchado. Con horror se da cuenta de que es sangre. La niebla se disipa ahora con una cierta rapidez. Ve los alrededores, llenos de cuerpos ya inertes… de soldados,… y también de mujeres y niños. Todo repleto hasta donde alcanza la vista. Se ha hecho un silencio de muerte. Ya no se oyen gritos ni caballos. Una gigantesca bandada de decenas de buitres empieza a volar en círculos sobre su cabeza. Por fin se deciden y se lanzan sobre los cadáveres, les vacían los ojos…Gonzalo siente unos espasmos brutales…pierde la conciencia.
Cuando vuelve otra vez en sí, el escenario ha cambiado. Andrés, adolescente ya, lo mira con rabia. “¡Por tu culpa mataron a madre!” La frase se repite como un eco hasta el infinito. Carlos se añade al coro. Y luego también Alonso. Incluso el mismo Gonzalo se ve diciéndoselo a Felipe. La cacofonía de voces chirriantes hacen que Gonzalo se tape los oídos desesperado. Ante él aparecen tres seres luminosos con túnicas ondulantes. Aterrado al reconocer sus caras, cierra los ojos con fuerza. Pero no sirve de nada. Sigue viendo sus rostros. Grita espantado mientras las tres mujeres lo miran con amor pero también con una tristeza infinita. Cae de rodillas y por entre las lágrimas se permite mirarlas.
De súbito una balanza se sitúa ante él. En uno de los platillos hay un trono de oro sucio, roñoso, con telarañas, por el que corren las ratas. Se ve sentado en él y nota los mordiscos de los roedores. Se estremece al no sentir ningún dolor. Ni siquiera mana ya sangre de sus heridas. Mira al otro platillo que está muy, muy abajo. Hay una pila de restos humanos coronada por las imágenes de las tres mujeres otra vez…
*******
–¡Aylynt! ¿Dónde estás? –gritó Gonzalo aterrorizado al despertar de la pesadilla envuelto en agua y ver que estaba solo en una cama desconocida.
Aylynt acudió corriendo desde la alcoba de los niños y se asustó al ver el lamentable estado que presentaba su marido.
–Cariño, ¡ya estoy aquí! ¿Qué te ha pasado? –le preguntó mientras lo abrazaba con fuerza y sentía cómo él se aferraba a ella desesperado.
–Un sueño…un mal sueño…
Un rato después, por fin dejó de temblar y ya más sereno se durmió otra vez de puro agotamiento en brazos de Aylynt.
Aquella tarde, Gonzalo y Aylynt fueron a cabalgar y pararon un rato a descansar al lado del río Arno.
–Bueno, ¿qué?, ¿me lo vas a contar ya? No puedo con la impaciencia –preguntó Aylynt mientras desmontaba del caballo.
–Sí. Vamos a sentarnos –repuso Gonzalo.
Se instalaron en una roca cercana. Él le acarició el pelo y la cara.
–¡Qué guapa eres y cuánto te quiero, Aylynt!
La muchacha, aunque le sonrió al oír el cumplido, seguía expectante.
–Cosimo me ha ofrecido su ayuda para reclamar el trono de España cuando muera mi padre.
El espanto de Aylynt fue genuino. Se llevó la mano a la boca y con voz ahogada le preguntó:
–¿Y qué piensas hacer?
–He estado imaginando lo hermosa que se te vería vestida de reina. Y lo bien que lo harías. Creo que podríamos ser unos buenos reyes, somos fuertes, inteligentes, sensibles al sufrimiento de los demás… –explicó Gonzalo lentamente en voz baja.
Aylynt estaba cada vez más amedrentada.
–…, pero no creo que merezca la pena –terminó él.
Ella exhaló por fin el aire que llevaba conteniendo durante un buen rato ya.
–Ufffff…Me habías asustado de verdad, Gonzalo.
–¿Por qué? ¿No está escrito en la historia que existiera un rey Gonzalo?
Aylynt movió la cabeza de un lado a otro.
–No, mi amor. El sucesor será tu hermanastro Carlos. Y de ello se derivarán muchas consecuencias.
Era la primera vez que tenían en consideración lo que Aylynt ya sabía de las grandes líneas generales de la Historia. Hasta entonces siempre había habido un acuerdo tácito entre ellos por el que jamás se referían a ese espinoso tema. Ambos preferían vivir como si no supieran nada de lo que estaba por venir. Gonzalo, en la práctica, había olvidado ese “detalle”. Y Aylynt, trataba de implicarse tanto en su vida corriente, que muchas veces lo olvidaba también.
Él bajó la cabeza apesadumbrado.
–¿Sabes? Fue bonito mientras duró –dijo susurrando.
–Pero es mejor ni siquiera intentarlo. Es demasiada intervención en la historia. Creo que algunas cosas, algunas vidas quizá se puedan cambiar un poco sin que sea peligroso. Pero empeñarse en ir contra un hecho tan establecido como ese y de tantísimas consecuencias, no sería beneficioso para ninguno de los implicados.
Estuvieron un par de minutos en silencio.
–¿Y cómo fue que finalmente cambiaste de idea? –le preguntó Aylynt.
–Me di cuenta de que lo que realmente quiero yo en esta vida es ser feliz contigo y con mis hijos. Yo solo quiero reinar en tu corazón. Todo lo demás no importa.
Aylynt lo miró con ternura, le puso una mano en la mejilla y le preguntó:
–¿Y la pesadilla de anoche?
Gonzalo se sonrió levemente.
–Prefiero no hablar de eso.
En realidad, la experiencia fue tan profunda y traumática que Gonzalo tardaría aún muchos años en poder explicársela a nadie, incluida Aylynt.
*********
Aquella noche, con evidente emoción, la tía los reunió a todos a la hora de cenar, pues pensaba comunicarles unas decisiones que había tomado durante esa semana. Sus sobrinos se quedaron mirándola con cariño a la espera de eso tan importante que les quería decir.
–En primer lugar, quería daros las gracias por el maravilloso día de ayer. ¡Hacía tantos años que no me sentía tan feliz, entre mi familia y entre mis gentes! –se le empañaron los ojos al recordarlo.
–Nosotros también lo pasamos muy bien, tía –le dijo Gonzalo afectuosamente.
–Me gustaría proponeros que vayamos todos a Roma. Quiero visitar a mi viejo amigo el papa Alejandro VII y de paso enseñaros la Ciudad Eterna. ¿Qué os parece? –preguntó risueña y emocionada como hacía años que no se sentía.
Gonzalo, Aylynt y Alonso se miraron entre sí, sorprendidos pero a la vez gratamente impresionados.
–¿Por qué no? ¡Ya que hemos llegado hasta Italia, no nos vamos a ir sin ver la fabulosa Roma! –contestó Gonzalo riendo.
–Y después, quiero pediros algo que es lo que más anhela mi corazón en estos instantes –comenzó ilusionada Eleonora, mientras los demás se quedaron expectantes a la espera.
–Tú dirás…, y si está en nuestras manos…–le dijo Gonzalo sonriente.
–Me gustaría ir a pasar una temporada con vosotros cuando regreséis a Madrid. ¡Han sido tantos años de soledad…! –la voz de la tía se quebró en un ahogado sollozo.
Aylynt se acercó y la abrazó amorosamente.
–Claro que sí, tía. Estaremos encantados de tenerte con nosotros. ¡Aunque nuestra casa no es precisamente como la tuya de grande! –añadió alegre en un tono de medio disculpa.
Eleonora la miró con los ojos vidriosos e incapaz de hablar por el sentimiento; tan solo se apretó otra vez contra ella.
********
Días después, en una luminosa mañana de abril, Eleonora se afanaba con sus plantas, arrodillada en el suelo del invernadero, cuando se vio sorprendida por la llegada de Gonzalo.
–¡Buenos días, tía!
–¡Hola, sobrino! ¿Ya tenéis preparado el equipaje? ¡Mañana partimos para Roma! –dijo la mujer con jovialidad.
–¿Y tú? Después de Roma, nos iremos a España. ¿Cómo lo llevas?
–Bueno…, no te niego que un poco de tristeza sí que siento, por dejar mi casa, mis gentes, mis plantas… Pero si una cosa he aprendido en mi ya larga vida es que lo mejor es vivirla disfrutando de la familia. A mí se me ha dado ahora la oportunidad, y no la pienso desaprovechar –se incorporó un poco y le acercó la mano a Gonzalo que se apresuró a tomársela y a ayudarla a levantarse del todo.
–Sí, yo también pienso lo mismo –asintió Gonzalo.
–¿De qué hablaste ayer con Cosimo? Creo que es ya la tercera vez que te da audiencia. Algo inaudito en él, al que solo le interesa estar bien avenido con Nuestro Señor; y si no díselo a la pobre Margarita Luisa, su esposa.
–¿Tiene esposa? –preguntó Gonzalo extrañado.
–¿A que parece increíble? –la risa de Eleonora resonó en las paredes de cristal del lugar.
–En nuestro segundo encuentro me propuso algo. Ayer fui a darle la respuesta.
–¿Y se puede saber algo más, o es secreto? –preguntó la señora claramente intrigada.
Gonzalo estuvo unos momentos pensativo. Finalmente, se decidió.
–El otro día me ofreció su ayuda para reclamar el trono de España a la muerte de mi padre.
–Supongo que no se te habrá ocurrido aceptar semejante descabellada empresa… –repuso la tía al instante.
–No… Aunque, no creas, hubo unos días en que llegué a considerarlo seriamente…Pero llegué a la misma conclusión que tú. Disfrutar de mi familia es lo más importante para mí.
–El santurrón de Cosimo debe estar espantado por ese crimen cometido por su padre, e intenta resarcirte para evitar que la ira divina caiga sobre Ferdinando en el más allá. ¿Cómo se enteró de quién es tu verdadero padre?
–Ayer le oí decir algo de su abuela…–contestó Gonzalo.
–¡Ah, claro! ¿Quién si no? Menuda arpía, María Magdalena –murmuró Eleonora entre dientes.
–¿Sabes? Alonsillo está enamorado de una chica, allí en Madrid. El problema es que es la hija de una condesa…Llegué a pensar que esto podría ayudarle…–Gonzalo se sonrojó por la estrambótica e inapropiada confesión.
Eleonora se quedó mirando a su sobrino con afecto.
–Pensaba decírtelo más adelante, pero te lo voy a decir ahora. Te he hecho mi heredero universal, Gonzalo. Ya está todo firmado y en manos del notario.
Gonzalo se quedó anonadado con la boca abierta.
–¡Pero, tía! La verdad es que no sé qué decir…
–No hay nada que decir. Sois de mi sangre, y además de buen corazón. Creo que he hecho lo correcto. Aunque ya lo tenía pensado, me acabé de decidir el día de la romería. Puede parecer una nimiedad, pero dejaste impresionados a todos los de la comarca que tuvieron ocasión de verte luchar. Pudiste con el mismísimo Stefano Voltini, que había permanecido imbatido en los últimos tres años. Aquello fue una señal para todos. La gente ya lo va diciendo por ahí; está convencida de que tú vas a ser el próximo señor de Fiesole y en su corazón ya te ha aceptado. Incluso Alonso ganó el torneo de tiro con arco. Sois la cara fuerte y noble de los Medici.
–¿Tendremos que vivir aquí? –preguntó Gonzalo.
–Bueno…, podéis hacer lo que queráis. La gente de aquí es trabajadora y bastante pacífica; apenas da problemas. A la vuelta de Roma, dejaremos a Giuseppe a cargo de todo. En realidad, hace ya años que cuento con su ayuda para ello y sabe perfectamente cómo hacerlo. De todas formas, Gonzalo, tienes tres hijos varones; quizá alguno de ellos quiera radicarse aquí en un futuro, ¿no?
–Podría ser –repuso Gonzalo sorprendido con esa posibilidad, que no le desagradaba del todo. Tenía que reconocer que en Madrid vivían austeramente y darles futuro a tres hijos era más complicado de lo que parecía en aquellos tiempos que corrían por la villa–. Pero no sigas con este tema, tía; sé que aún vas a durar muchos años entre nosotros.
Eleonora se quedó mirando la nobleza y la sensibilidad que emanaban del rostro de su sobrino y le tomó las manos.
–Me recuerdas a mi Lorenzo. También era fiero o dulce según la ocasión. Tenía tu edad…–la mirada de la tía se perdió en esas brumas del pasado.
Gonzalo abrazó a la tía con todo su cariño y admiración.
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lunanueva
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor lunanueva » Dom Dic 09, 2012 5:18 pm

Ostras con la pesadilla Imagen Imagen Imagen me ha dado miedo hasta a mi!! Buff que agobio.

Menos mal que Gonzalo no tiene delirios de grandeza. Así que la tia se va con ellos a Madrid, otra que va a dar juego cuando conozca el barrio de su sobrino y ahora heredero.

Me encanta!!!
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Aledis
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Lun Dic 10, 2012 2:42 pm

Me ha dejado impresionada la pesadilla....Es escalofriante toda enterita, pero la metáfora de la balanza ha sido impactante Imagen Imagen Imagen Imagen
Queda tan enigmático (tan bien Imagen ) que no nombres a "las tres mujeres" Imagen ....

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[justify]–¿Por qué? ¿No está escrito en la historia que existiera un rey Gonzalo?[/justify][justify]Aylynt movió la cabeza de un lado a otro.[/justify][justify]–No, mi amor. El sucesor será tu hermanastro Carlos. Y de ello se derivarán muchas consecuencias.[/justify][justify]Era la primera vez que tenían en consideración lo que Aylynt ya sabía de las grandes líneas generales de la Historia. Hasta entonces siempre había habido un acuerdo tácito entre ellos por el que jamás se referían a ese espinoso tema. Ambos preferían vivir como si no supieran nada de lo que estaba por venir. Gonzalo, en la práctica, había olvidado ese “detalle”. Y Aylynt, trataba de implicarse tanto en su vida corriente, que muchas veces lo olvidaba también.[/justify]
[/quote]


Menuda sorpresa al leer ésto!!! Porque a mi también se me olvidaba que Aylynt lleva la ventaja de saber lo que tiene que suceder Imagen Imagen

Como dice Luna, promete mucho el viaje de la tia Eleonora Imagen

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Aylynt
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Lun Dic 10, 2012 6:55 pm

¡Muchas gracias, Lunanueva y Aledis, por vuestros comentarios! Imagen Imagen Imagen
Son muy importantes para mí Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Dom Dic 16, 2012 12:16 pm

Este capítulo ha salido un poco largo Imagen
Capítulo 21
(Enlace para ver la Capilla Sixtina al detalle con tan solo mover el ratón, con zoom y música. Absolutamente impresionante e imperdible:
Alonso observaba anonadado la bóveda de la Capilla Sixtina. ¿Cómo demonios había pintado aquello Michelangelo en un lugar tan complicado como un techo de esa altura? Los coloridos y brillantes frescos relucían en formas voluptuosas y vivas. Literalmente parecía que aquellas figuras eran seres humanos que estaban de verdad allí.
–¡Es impresionante! –dijo Gonzalo maravillado.
La tía Eleonora disfrutaba con el pasmo de sus sobrinos.
–Todavía no he conocido a nadie que no se haya quedado con la boca abierta al ver esto –dijo satisfecha, mientras tomaba del brazo a Aylynt que a punto estuvo de caerse, mareada de tanto girar el cuello para tratar de verlo y absorberlo todo.
Andresito, sin embargo, en lugar de observar las pinturas, se emocionó al ver un sitio tan grande y tan vacío y empezó a correr sin parar de un lado para otro hasta que tropezó con la escalinata de cuatro peldaños que subía al altar y se quedó sentado en el suelo del golpe. Cuando ya asomaban los pucheros en su cara, unos brazos robustos lo levantaron. El niño se quedó asombrado mirando la cara de un señor ya mayor pero con una especie de gorrito infantil blanco, y sin pensárselo se lo quitó y se lo puso sobre sus propios rizos rubios. En esas llegó Gonzalo que compuso una sonrisa de circunstancias ante el Santo Padre mientras le devolvía el solideo; Su Santidad, tras la primera sorpresa, con un gesto de su enguantada mano le restó importancia, lo tomó, se lo volvió a poner y se dirigió hacia Eleonora.
–¡Fabio! –exclamó con alegría Eleonora mientras contra todo protocolo abrazaba al interpelado, que correspondió al abrazo con una sonrisa.
–¡Ah, la pequeña Eleonora!
–¡Estamos los dos con un pie en el otro lado y me sigues llamando “pequeña”! ¡Pero si solo eres tres años mayor que yo! –contestó jocosa la tía.
Eleonora les había contado durante el trayecto a Roma que el Papa actual era su buen amigo de la infancia Fabio Chigi, de Siena, en la misma Toscana. Su familia, banqueros como los Medici, también veraneaba en Livorno, donde de niños habían sido compañeros de juegos. Hasta el mayordomo personal del Papa se conturbaba siempre que aparecía esta mujer dando abrazos a su señor, ¡y lo peor es que él la correspondía!
El máximo representante de Dios en la Tierra, se mostró complacido al conocer al hijo de Beatrice y su familia.
–Vuestra madre era una mujer especial –dijo como rememorando viejos tiempos–. Incluso llegué a pensar en hacerla mi esposa –confesó de forma totalmente inesperada.
La mirada de Gonzalo se endureció y preguntó gélidamente:
–¿Fuisteis vos uno de los desairados por mi madre que convenció a Ferdinando para mandar asesinarla?
Alejandro le fulminó con su propia mirada y añadió con voz ronca por la emoción:
–Yo jamás hubiera mandado asesinar a Beatrice, ni aunque de ello hubiera dependido mi propia vida. Yo la amaba.
–Disculpad, Santidad –repuso Gonzalo un poco más calmado–. Es muy duro enterarse de que tu propia familia mandó matar a tu madre.
–Aunque ya hacía años que había decidido dedicar mi vida al Señor cuando tuvo lugar su muerte, también fue muy dolorosa para mí. –Hizo una pausa y cambiando de semblante, mientras observaba con deleite a los tres chicos, continuó–. ¿Así que estos son los nietos de Beatrice? ¡Por fin los has encontrado Eleonora! Me congratulo de ello y te deseo que sea para el mayor bien.
La mujer, emocionada, soltó un suspiro mientras afirmaba con la cabeza.
–Sí, Fabio. Y ha sido mucho mejor de lo que yo nunca pude imaginar. ¿Sabes?, cuando marchemos de Roma, nos iremos todos juntos a España. Necesito disfrutar un tiempo más de ellos.
–Y nosotros de ti, tía –añadió Gonzalo.
Luego siguieron hablando de que Gonzalo sería el próximo señor de Fiesole y el secretario del Papa les hizo entrega de una bula papal con el nombramiento certificado personalmente por el Santo Padre. Este era uno de los motivos por los que la tía los había llevado a verle. Quería dejar las cosas bien atadas, y nada mejor que un escrito firmado por Alejandro VII para ello. Lo había pedido a través de un mensajero nada más confirmarse la visita a Roma de Gonzalo y su familia.
Por último, la audiencia terminó con la bendición papal a cada uno de los Montalvo de la Vega, que efectuaron una reverencia bajando la cabeza y besando el anillo del Pescador.
Luego continuaron la visita al Vaticano, con la imponente basílica de San Pedro, y la plaza del mismo nombre con su columnata gigantesca y fuera de toda medida, firmada por Bernini.
La ya ritual subida al lugar más alto de la ciudad tuvo lugar en la cúpula de San Pedro, con cientos de escalones, pero que mereció la pena por la fabulosa vista de Roma que desde allí se disfrutaba.
Aquella noche, después de que los pequeños se hubieran quedado dormidos en sus respectivas cunas, Aylynt se acercó a Gonzalo y lo abrazó por detrás mientras que, riendo, al oído le preguntaba qué había pasado por su mente mientras agachaba la cabeza ante el Papa.
Gonzalo se giró, la abrazó por la cintura y la tumbó con él sobre la cama.
–Y usted, señora de la Vega, ¿qué murmuraba por lo bajo en ese mismo instante?
La mirada chispeante de la muchacha se fijó en la de él:
–He recordado al gran maestro Galileo y he pensado que era un buen momento para bisbisear “Y sin embargo, se mueve”*.
Gonzalo se echó a reír complacido.
–¡No esperaba otra cosa de ti! Yo he tratado de imaginar la cara de Alejandro si hubiera sabido que ante sus narices estaban los que habían rescatado a los últimos reos de la inquisición española.
Una gran sonrisa iluminó el rostro de Aylynt. Luego, sinuosa e incitadoramente, metió sus manos por debajo de la camisa de Gonzalo que empezó a gemir satisfecho, dejándose hacer.
***********
Fueron varios días de ver todo tipo de restos romanos, iglesias, arcos, obeliscos…Esta vez les salían las piedras por las orejas, según Alonso, que empezaba ya a cansarse de tanto viaje y que de vez en cuando se veía aquejado por una especie de ataque de melancolía pensando en su amada Isabel, que lo dejaba absorto y ausente durante minutos o incluso horas.
Unos días después de su llegada a la Ciudad Eterna, fueron invitados a una fastuosa recepción en el palacio de los Farnese, en la colina palatina. Como no podía ser menos, también estaban emparentados con esta familia de larguísimo abolengo, y poseedores de varios ducados, como el de Parma, entre otros. Por lo que les explicó la tía, Ranuccio II Farnese, el actual duque de Parma, era nieto de su hermano Cosimo II y de María Magdalena, es decir, primo hermano de Cosimo III, y sobrino segundo de Gonzalo. La cara de Alonso era todo un poema siempre que Eleonora comenzaba con sus explicaciones genealógicas en mitad del gran salón de la mansión Medici-Grimaldi en la que se alojaban, y que era propiedad de ella.
Acababan de llegar los nuevos trajes del taller de maese Braccioli de Florencia y Aylynt estaba entusiasmada con ellos. Eran tan fastuosos y elegantes que no dudó en probárselos todos nada más verlos.
–¿Cuál me pongo para la velada de los Farnese? –preguntó alegre como una niña a un extasiado Gonzalo que la miraba con la boca abierta. Quizá no llegaría nunca a reina, pero que tenía el porte y las hechuras, eso era tan cierto como que después de la noche siempre llegaba el día.
–Cariño, todos te sientan a la perfección. Con cualquiera de ellos estoy segura de que serás la reina de la fiesta.
Finalmente Aylynt decidió que irían a juego, con un vestido en varios tonos azules, ella, y con un traje azul oscuro, él, ambos con fantásticos bordados en hilo de plata.
Esta vez, también estaba invitado Alonso, que ejerció de acompañante de la tía. Cuando Fiorella vio al muchacho vestido con el elegante y señorial conjunto en tonos mostaza que le habían confeccionado en casa Braccioli, literalmente le dio un pasmo y se tuvo que sentar para recuperarse. ¡Qué guapo estaba el chico español, con esa estampa y esa elegancia innata heredada de su padre!
En el carruaje, camino del palacio Farnese, la tía aprovechó para decirles que ella solo iba para presentarles, porque lo cierto es que sus relaciones con esa parte de la familia no eran muy buenas, pero había que quedar bien.
–Eso, sí, espero que vosotros hagáis una entrada triunfal “en sociedad”.
Se echó a reír y los miró alegre.
–¡Qué guapos estáis los tres! ¡Vais a ser la envidia de la velada! Isabel d’Este, la mujer de Ranuccio, no es excesivamente agraciada, por decirlo finamente. “En compensación”, Nuestro Señor le dio una lengua viperina con la que se dedica a criticar a todo bicho viviente. Pero no hagáis caso, todo el mundo sabe que carece del don de gentes, y como critica a todos…pues todos le dicen que sí por delante, pero por detrás…la ignoran.
–O sea, tía, que nos mandas a un sitio con gente a la que no vamos a caer muy bien y encima nos van a criticar como fieras…–resumió Gonzalo compungido, recordando a su vez aquel “Es un nido de víboras”, con el que una vez describió Aylynt la corte española cuando le tocó vivir en ella para ayudar a la reina Mariana–. Porque supongo que no nos perdonarán que seamos “descendientes” del duque de Montmorency, ejecutado por rebelión y traición al rey de Francia…
–Bah…, ni caso. Por mucho que reluzcan sus joyas y vestidos, por dentro están podridos. Entre ellos habrá traidores, asesinos, ladrones, defraudadores, estafadores…bastardos…–y se quedó mirando significativamente a Gonzalo.
–¡Tía…! –saltó Alonso asustado.
–Bueno…Lo que quiero decir es que vayáis tranquilos y con la cabeza alta. Si alguno os dice alguna inconveniencia, no le deis importancia. Vosotros tenéis algo que muchos de ellos no tendrán nunca, dignidad, integridad y honestidad. Creedme a mí, que he conocido a mucha gente “importante” en toda mi vida, y se de lo que hablo. Y si os he animado a que aceptarais la invitación es porque os tenéis que dar a conocer, haceros vuestro sitio, y dejar establecida vuestra presencia y pertenencia a la nobleza italiana.
Bien aleccionados, pues, por la tía Eleonora, hicieron su entrada en el impresionante salón de recepciones del palacio Farnese. Estaba recubierto de enormes espejos, regios cortinajes, cuadros, oro…hasta las impresionantes lámparas de cientos de velas eran de oro. Relucía todo tanto que parecía de día. ¡Y qué decir de cómo iban vestidos los invitados! Sin embargo, ya sea por su belleza natural o por la curiosidad que suscitaban, en cuanto los españoles asomaron, Ranuccio y su esposa, acudieron raudos a recibirles. Y quedaron tan visiblemente impresionados que se colgaron del brazo de Aylynt y Gonzalo, respectivamente, y no los soltaron en toda la noche. ¡Por fin una novedad después de muchos meses!, se dijo Isabel.
Aylynt acabó agotada de tanto bailar con el incansable Ranuccio al que alguna que otra vez se le escapó la mano un poco más allá de lo decoroso, aunque bastaba una mirada de advertencia para ponerlo en su sitio.
Estaba Gonzalo siguiendo la conversación en un corrillo de nobles cuando su fino y entrenado oído oyó el silbido característico de una flecha lanzada por una ballesta. Instantáneamente se giró hacia el lugar del que provenía el ruido y en milésimas de segundo consideró la situación, lo que le llevó a apartar en el último momento con un fuerte empujón a Ranuccio y a otro de los invitados que charlaba entonces con él. Décimas de segundo más tarde, la enorme lámpara de oro con decenas de velas se estampaba contra el suelo justo en el lugar donde hasta entonces habían estado el duque y su acompañante.
El estruendo fue pavoroso, los músicos y los invitados callaron de súbito y todos se giraron hacia el lugar de los hechos con la impresión pintada en el rostro. Pero antes de que nadie pudiera calibrar lo ocurrido vieron algo igualmente impactante. A la velocidad del rayo, Gonzalo salió corriendo disparado hacia la única ventana que estaba abierta, pues aunque estaban solo a primeros de mayo y hacía una noche fría, el interior del salón se había caldeado y los criados habían abierto esa ventana para refrescar el sitio.
Al llegar a la ventana, Gonzalo miró por un momento y saltó al vacío. Llegó al suelo, un piso más abajo, sano y salvo, como siempre. Se adentró en los jardines y a la tenue luz de la Luna empezó su búsqueda. Cinco minutos después lograba su objetivo. Con el desconocido agarrado por la nuca con su fuerte mano derecha, lo giró y se lo quedó mirando. No pudo evitar sorprenderse, ¡era un niño de diez o doce años!
–¿Qué haces aquí disparando para matar al duque? –preguntó asombrado en voz baja y ronca.
–¡Yo no he disparado al duque…sino a la lámpara…!
–¡Pero has podido matar a dos personas!
–¡El duque se merece morir! ¡Mandó matar a mi padre solo por haber cazado unos conejos en su coto! –se defendió el niño con la cara sucia y tiznada, surcada por las lágrimas–. Mi madre, mis hermanos pequeños y yo ahora vivimos debajo del Ponte Vecchio…pronto moriremos de hambre y de frío…señor,…si quiere máteme…me ahorrará sufrimientos…
A Gonzalo se le partió el alma al ver que el niño le entregaba la ballesta con otra flecha y le decía:
–Máteme...
–¿Cómo te llamas?
–Antonino…señor –respondió el chiquillo agachando la cabeza compungido.
–¿Y qué crees que hubieras conseguido si hubieras matado al duque?
–Justicia…señor. Aunque me hubiera costado la vida, por lo menos hubiera servido para algo. El duque es un criminal. Nos mata de hambre al pueblo con impuestos para sus guerras a las que nos hace ir para servir de carne de cañón… Máteme… señor… –volvió a pedir con la cabeza gacha, conformado con su suerte.
Gonzalo se quedó mirándolo con infinita tristeza. Por su mente pasó fugaz el largo momento en que Hernán apoyó su pistola en la cabeza de Alonso hacía ya varios años…
–Toma. Coge a tu madre y a tus hermanos y marchaos a otro lugar en el que podáis sobrevivir mejor que aquí, que ya os conocen por lo de tu padre –Gonzalo extrajo del bolsillo de su chaqueta una pequeña bolsa con varios florines en su interior y se la dio.
El chico apenas podía creerlo y tardó un rato en alargar la mano, con cautela y prevención. Gonzalo se la retuvo un instante.
–Solo quiero que me prometas algo.
Antonino levantó por fin la mirada vidriosa y se quedó expectante.
–Prométeme que vas a aprovechar esta oportunidad que te doy y te convertirás en un hombre de bien. Si fueras malo de verdad hubieras disparado directamente al duque, no a la lámpara para que cayera sobre él.
El muchacho asintió con la cabeza y dándose la vuelta echó a correr y desapareció en la oscuridad.
Al poco aparecieron los guardias del duque.
–¿Ha conseguido ver a alguien, señor? –preguntó uno de ellos sin resuello.
–No mucho…creo que eran dos o tres hombres…uno muy alto y fornido…se fueron por allí –y señaló en sentido contrario al que había tomado Antonino. Los guardias siguieron con la persecución.
Cuando Gonzalo regresó al gran salón, encontró que se había formado un revuelo formidable. Todos querían saber qué había pasado, quién había sido el autor, al mismo tiempo que se congratulaban porque todo había quedado en un susto.
Ranuccio se acercó a darle las gracias, aunque la rabia y la furia traslucían por todos sus poros. ¡Quién había osado atacarle así en su propia casa!
–¡Te quedo eternamente agradecido, Gonzalo! Si no hubiera sido por tus rápidos reflejos, estaría muerto debajo de la lámpara de oro macizo…eso sin contar con las quemaduras de las velas…
A su lado estaba el otro “salvado”, que también le dio las gracias profusamente, mientras trataba de quitarse el susto de encima. Hizo una reverencia y se presentó:
–Gonzalo de Montalvo, quedo en deuda contigo…soy Juan José de Austria.
La cara de sorpresa de Gonzalo no tuvo precio.
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************
Nota*: Cuenta la leyenda que Galileo, cuando fue obligado por la Inquisición a abjurar de sus teorías heliocéntricas, murmuró por lo bajo “Eppur si muove”, es decir, “Y sin embargo, se mueve”, en referencia a que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no al contrario, como obligaba a creer en aquella época la Iglesia Católica. Se duda de que este gesto de rebeldía lo hiciese en esos peligrosos momentos; quizá lo dijo después en otra ocasión. El Papa le conmutó la prisión por arresto domiciliario de por vida.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Jue Dic 20, 2012 10:13 pm

¡Seguimos con otro capi! ¡Esta vez nos volvemos a la Villa ya! Imagen
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Capítulo 22
Gonzalo apenas pudo disimular el asombro y la emoción que le embargaron. Se quedó mirando al hombre que se le acababa de presentar: su hermano de padre. Otro bastardo como él, pero con mucha mejor suerte. Reconocido y aupado por su padre, se había labrado una merecida fama de buen militar, político y estratega, con innumerables batallas ganadas y encomiendas del rey efectuadas en las cuatro esquinas de su gran imperio.
Sintió unos intensos deseos de darse a conocer, de decirle que era su hermano, de tratar de compartir un cariño fraternal con él…pero acabó ganándole la prudencia. Eran momentos cambiantes, con su padre y su hermanastro Carlos en la cuerda floja…momentos difíciles de los que era mejor apartarse. Hacía unos días que Gonzalo había tomado la gran decisión de su vida: quedarse a un lado de las luchas por el poder. No iba a empezar ahora…
*************
Unos días después, en Madrid, Diego de la Vega, refugiado en el pequeño cuarto oculto anexo al dormitorio de Elvira, la duquesa de Villagrande, trataba de alejar de sus oídos los infructuosos esfuerzos del señor duque por cumplir con su esposa. Ya habían sido varias las ocasiones en las que había tenido que saltar por la ventana o refugiarse en la oscuridad del escondrijo porque el señor duque, incapaz de satisfacer a Elvirita desde la semana después de la boda, aprovechaba cualquier pequeña sensación de potencia viril para acudir raudo al tálamo conyugal a probar suerte.
“Esto no es vida”, se dijo el muchacho harto de la situación y cada vez más atemorizado por las consecuencias que le podría acarrear el que el duque lo descubriera. ”Estoy tentando demasiado a la suerte”. Decidido ya a cortar esa gratificante pero a la vez peligrosa relación, acabó de calzarse las botas y de ponerse el cinturón con la espada. En ese instante, el repentino “cese de actividades” justo después de que la campana de la iglesia de Santa Gertrudis tocara las nueve de la noche, le llamó la atención y se puso en guardia instantáneamente.
–Tengo que irme, Elvira. He quedado a las diez en la taberna Pata de Liebre con Osuna para un importantísimo asunto y no quiero retrasarme –dijo el duque entre estertores después del tremendo pero vano trabajo.
–¡Vaya, qué pena, querido mío! –repuso Elvira con la voz dulcemente compungida. Diego, desde su escondite, levantó la vista al cielo. “¡Será falsa esta mujer!” Por un instante le entró la duda masculina de si cuando estaba con él, y ella gemía y gritaba como una posesa bajo su cuerpo cuando la hacía suya una vez tras otra sin descanso, mentía también. Un momento después, se sonrió y se dijo para sí mismo: “¡No, Diego, no!” Recordó al enclenque y viejo duque, que no le llegaba a él ni por el pecho; y sus inútiles empeños. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener la carcajada que estuvo a punto de soltar–. ¿Y se puede saber qué tienes que tratar de tanta importancia que hasta dejas impaciente a tu esposa?
El viejo carcamal sacó pecho contento y ufano ante las elogiosas palabras de su mujer.
–Bueno, desde que ajusticiaron a su hija Leonor, Osuna no tiene otra cosa en mente que la venganza –comentó descuidadamente mientras se acomodaba la ropa, la espada y la capa.
Esta vez Elvira no tuvo que fingir para llevarse la mano a la boca abierta por el espanto.
–¡Teodomiro, eso es muy peligroso! ¡No se te ocurra meterte en esos berenjenales!
–¡Tranquila, mujercita mía, que sé cuidarme! –y guiñando un ojo haciéndose el interesante, salió raudo de la habitación.
Diego tragó saliva al oír las explicaciones del duque. Un par de minutos después, antes incluso que el señor duque, ya estaba fuera del palacio, no sin antes tocarse levemente el ala de su sombrero negro a modo de saludo cuando pasó como una exhalación ante una estupefacta y preocupada Elvira.
*************
Sátur, sentado en una de las mesas de la taberna de Cipriano, observaba con indolencia el vaso de vino que tenía en frente. Desde que el amo y su familia se habían ido a Barcelona hacía ya más de tres meses, no había vuelto a saber nada de ellos excepto que estaban bien. Y esto porque se lo contaba don Diego, al que parece ser que sí le habían llegado algunas cartas. No comprendía cómo los amos no le mandaban ninguna a él. Las primeras semanas, todos los jueves iba a esperar la llegada de la diligencia de la ciudad condal. Pero con el tiempo, se desilusionó y dejó de hacerlo. Por eso, cuando vio aparecer al hermano de la señora, le hizo señas con grandes aspavientos para que se acercara y así poder recabar noticias.
Diego, con su habitual y franca sonrisa en la cara, le contestó.
–Pues hoy estás de suerte, Sátur. La última carta de esta mañana indicaba que en menos de una semana estarán aquí de nuevo con nosotros.
La cara del postillón se llenó de alegría al oír la esperada noticia. Luego, con un poco de prevención empezó a explicarle sus cuitas.
–Don Diego, no se enfade por lo que le voy a decir, pero la verdad es que me siento extrañado de que el amo le escriba a usted, y a mí no…
–¡No me digas que estás celoso! –concluyó el muchacho con un par de carcajadas y dándole una palmada en el hombro.
–Celoso…celoso…no…Bueno, sí.., para qué le voy a mentir. No entiendo que con lo fácil que es mandar una carta desde Barcelona, al amo no le haya venido bien enviarme ni un par de líneas…y eso que él escribe deprisa…no como un servidor…
–Sátur..., Sátur…, tranquilo que todo tiene una explicación –arguyó Diego tratando de relajar al escudero.
–Pues ya me dirá usted… –repuso Sátur sin perder un instante.
Diego creyó llegado el momento de contarle el verdadero destino del viaje de su hermana y su cuñado. Al fin y al cabo, por lo que decía la última misiva de Giuseppe, llegada aquella misma mañana a través de sus cauces secretos, pronto habría que desvelar todos los misterios.
–Verás, Sátur…En realidad, Gonzalo y mi hermana no han ido a Barcelona, sino a Italia.
La cara de sorpresa del criado no tuvo límite.
–¿A Italia?
–Sí. Hace unos meses, llegó una invitación de la hermana de la madre de Gonzalo para que fuera toda la familia a visitarla…Porque tú sabes quién es su verdadero padre, ¿no?
Sátur, impresionado por la noticia, asintió.
–Pues bien, como no se sabía cómo iba a resultar el asunto, y era extraño que Gonzalo se pudiera permitir un viaje a Italia, pensamos en decir que iban a Barcelona, de donde somos Aylynt y yo.
El pobre criado, con los ojos y la boca todavía abierta, por una vez en su vida se había quedado sin palabras.
–Por eso era tan difícil de que te llegara carta. Mi hermana me ha enviado a mí solo tres. Una cuando llegaron a Florencia, otra cuando partieron para Roma y otra que he recibido hoy, diciendo que hace tres semanas iban a tomar el barco en Civitavecchia, por lo que yo calculo que en muy pocos días volverán –lo que no le explicó es que, en realidad, era Giuseppe el que todas las semanas, puntualmente, le mandaba un informe de todo lo que ocurría. Y sabedora de ello, Aylynt pensó que no hacían falta más cartas.
–¡Hola, don Diego! –saludó al chico una entusiasmada Inés, mientras lo miraba sonriente y encantadora.
–Hola, Inés –contestó él con esa voz suave, a la vez profunda y varonil que las engatusaba a todas…
–¿Va a cenar aquí? –preguntó ella con arrobo.
–Creo que sí. Me ha parecido oler ese guiso de perdiz que me gusta tanto…
–¡Qué buen olfato tiene, don Diego! –le alabó ella con una sonrisa de oreja a oreja.
–Por cierto, Inés… ¿Quién es aquel hombre que está sentado en la mesa debajo de la hornacina de la Virgen del Rosario? Me da la impresión de que lo conozco…pero no acabo de caer en la cuenta de quién es…–preguntó Diego como por casualidad.
–Bah…, creo que es un noble venido a menos…viene algunas noches a cenar…casi siempre solo…se apellida Osuna…creo… Siempre se sienta allí, debajo de la Virgen, debe tenerle devoción a Nuestra Señora, digo yo…
–Ya…, pues si es así, no le conozco…, de todas formas, gracias, Inés…Se nota que cuidas mucho de la clientela…
–Para eso estamos, señor, para servirles –contestó la posadera, que se giró y se fue en busca de la cena para Diego.
–¿Cómo lo hace, don Diego? –preguntó Sátur maravillado, y ya vuelto en sí.
–¿El qué? –el muchacho enarcó las cejas intrigado.
–Volverlas locas a todas…
Los dos se echaron a reír, Sátur a risotadas.
–Me alegro de que se te haya pasado el enfado. Porque te puedo asegurar que mi hermana y mi cuñado te aprecian muchísimo. Pero el tema era peliagudo…
–¿Y cómo ha resultado?
–Estupendo, Sátur, estupendo. Se traen a la tía con ellos. Y aquí es donde necesitamos de tus servicios. Digamos que es una señora de alcurnia, y mi hermana ha pensado en ti para que busques algunas mansiones que estén a la venta o para alquilar y así agilizar el tema del acomodo de doña Eleonora.
Por segunda vez en la noche, la cara de Sátur fue un poema. Aunque en esta ocasión se recuperó más rápidamente.
–¡Cuánto me alegro, señor! –por fin, el postillón se dio cuenta de la envergadura del asunto–. Así que el amo ha encontrado a su tía materna…Mañana mismo empiezo la búsqueda…Ahora que me acuerdo, el palacete de los Alcántara, creo que está a la venta…–empezó a murmurar para sí.
Unos segundos más tarde, al levantar la vista vio algo insólito. Don Diego estaba frente a la hornacina de la Virgen, santiguándose y besándole los pies a la figura. El tal Osuna no estaba, aunque tenía aún el plato medio lleno en la mesa; probablemente había ido al establo a vaciar la vejiga.
Cuando Diego volvió a sentarse en su mesa, Sátur le comentó:
–No le tenía yo por tan creyente, don Diego.
–Bueno, Sátur, nunca se sabe…–repuso el muchacho con cara de circunstancias.
En ese momento volvió Osuna y, a la vez, entró el duque de Villagrande, que fue a sentarse junto a su amigo. Sonaron las diez en la campana de San Felipe.
Mientras tanto, Inés ya había traído el guiso de perdiz por el que era famosa en toda la Villa, y un entusiasmado Diego se dispuso a atacarlo. Sátur se despidió, pues Estuarda lo esperaba en casa con la cena, y se fue.
Con disimulo y aparente desinterés, cenando a la vez, Diego observaba a los dos hombres que, sin percatarse de nada, habían empezado a cuchichear mientras Osuna se terminaba la cena, y Villagrande bebía de un vaso de vino que le acababa de servir Cipriano.
Media hora después, Diego se levantó, fue a pagarle a Inés y se marchó. Mientras cenaba, había tomado una importante decisión y, quizá demasiado impulsivamente, fue a llevarla a cabo. Además, el local estaba casi vacío y temía que sus labores de vigilancia pudiesen resultar sospechosas para el duque.
Subió al caballo, y a paso ligero, en un cuarto de hora llegó al palacio de Villagrande. Debía aprovechar que no estaba el duque y despedirse de Elvira. No podía seguir corriendo tantos riesgos.
Como tantas veces antes, con la formidable agilidad de sus veinticinco años, saltó la tapia del jardín trasero en un santiamén y se acercó a la fachada a donde daban las habitaciones de su amante. Como tantas veces, se dispuso a encaramarse por las rejas de las ventanas, pero, desgraciadamente, esta vez no logró alcanzar su meta, sino que resbaló y cayó al suelo desde el primer piso.
La más negra oscuridad se cernió sobre el cuerpo y la mente de Diego de la Vega, que quedó tirado sobre las frías losas del patio del señor duque.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Vie Dic 21, 2012 5:54 pm

Fantásticos los dos capis, Aylynt! Desde luego que de cualquier escena cotidiana, pasamos a la aventura Imagen Que penita me ha dado el chiquillo que intenta matar al duque; me ha llegado al corazón la escena con Gonzalo y que bonito lo que le dice:
Si fueras malo de verdad hubieras disparado directamente al duque, no a la lámpara para que cayera sobre él.
Y de nuevo disfrutamos de Don Diego!! Imagen ....mmmm!! Imagen Una pena que deje a Elvirita, me gustaría volver a verle en "ese tipo de aprietos" Imagen Me ha encantado el momento en el que está escondido, xD! Y ese castañazo que se ha pegado al final??!!....ainnnsss!!! Imagen Por cierto, el detalle de ir a besar a la Virgen, ¿tiene segundas intenciones? Imagen me ha dejado un poco perpleja....

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Sab Dic 22, 2012 7:36 pm

Por cierto, el detalle de ir a besar a la Virgen, ¿tiene segundas intenciones? Imagen me ha dejado un poco perpleja....
Pues yo creo que sí, ¿no? Imagen Imagen Imagen
Ya sabes que los de la Vega y los Montalvo no son mucho de besar vírgenes Imagen Imagen Imagen
Pero me encanta que las lectoras estén tan atentas, y las pillen al vuelo. Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Dom Dic 23, 2012 2:42 pm

Por cierto, el detalle de ir a besar a la Virgen, ¿tiene segundas intenciones? Imagen me ha dejado un poco perpleja....
Pues yo creo que sí, ¿no? Imagen Imagen Imagen
Ya sabes que los de la Vega y los Montalvo no son mucho de besar vírgenes Imagen Imagen Imagen
Pero me encanta que las lectoras estén tan atentas, y las pillen al vuelo. Imagen
Dudé, dudé de preguntar ya que Diego no había hecho ningún otro "movimiento extraño" a los ojos de Sátur Imagen Me imagino un montón de cosas, pero seguro que nos sorprendes Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Dom Dic 23, 2012 4:09 pm

Pues esta vez, Aledis, no vas a tener que esperar mucho para resolver tu duda, jejejeje
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Capítulo 23
–¡Virgen del Tremedal, don Diego! Pero, ¿qué le han hecho?¡Parece usted un Ecce Homo! –no pudo menos que exclamar Sátur al ver al cuñado de su amo en tan lamentable estado.
Diego, sentado en el suelo y recostado contra las rejas, parpadeaba tratando de verlo con la mirada enturbiada por la sangre, la inflamación y el dolor. Los criados del duque de Villagrande lo encontraron inconsciente en el suelo del jardín la noche anterior y lo habían denunciado al comisario creyendo que era un vulgar ladrón. Elvira había observado, con la cara blanca como el papel de la impresión, cómo se lo llevaban los guardias para meterlo en la cárcel. Prefirió no decir nada porque cualquier cosa hubiera empeorado la situación de los dos. Era mejor que pasara por ladrón que por asaltacamas, porque en este último caso, estaba segura de que el duque los hubiera mandado matar a los dos sin tardar un segundo.
Una vez en la comisaría, los guardias habían empezado con su dinámica de trabajo, pegándole la paliza de su vida. Se suponía que era para confesar si tenía otros compinches, pero al final, como siempre, los golpes acabaron propinándoselos por puro placer. Otra vez llegó a perder la consciencia, y luego se sumió en una especie de sueño agitado del que lo despertaron por la mañana echándole un cubo de agua por la cabeza. Tan solo llevaba puestos el pantalón y las botas. Entre brumas recordó que tenía algunas monedas ocultas en un falso fondo por el interior del calzado, y consiguió sobornar a uno de los guardias para que fuera a avisar a Sátur, asegurándole que él le daría más.
–Sátur…acércate, por favor… –la voz de Diego, rota y ronca conmovió aún más al postillón, que se agachó junto a él dentro de la celda.
–Don Diego, ahora mismo traigo lo necesario para curarle esas heridas. ¡Tenía que haberlo pensado antes! –masculló un improperio contra sí mismo–. Cuando el malnacido del guardia ese vino a decirme que estaba detenido en la cárcel, debí haberme imaginado que le habrían hecho algo así! ¡Con la de veces que he estado yo aquí…! –resopló y continuó:– ¿Y qué es eso de que le han detenido por ladrón?
–Eso ahora no importa, Sátur. Necesito que vayas a buscar una cosa… –la respiración le fallaba y por instantes parecía que se iba a ahogar.
Sátur le miró con extrañeza pero asintió en silencio.
–¿Recuerdas que anoche fui a besar la imagen de la Virgen del Rosario en lo de Cipriano?
El criado volvió a asentir.
–Lo hice para esconder una pequeña caja de madera detrás de la estatua. Necesito que la recuperes y me la traigas cuanto antes. Es lo único que puede sacarme de aquí, Sátur… ¡Y, por Dios, no la abras bajo ningún concepto! …ten mucho cuidado, se puede romper lo que hay dentro, que es muy frágil.
Diego se volvió a recostar extenuado pero con la mirada suplicante.
Sátur partió deprisa a cumplir el, para él, extraño encargo.
Una vez en casa de los Montalvo, cogió un zurrón y metió trapos limpios, alcohol, agua, hilo, aguja y un poco de pan y queso y luego fue hasta la taberna a por la dichosa cajita; tuvo suerte, pues no había nadie por allí cuando se apropió de ella tras santiguarse ante Nuestra Señora. Al meterla en el zurrón se dio cuenta de que había olvidado la bolsa con las hierbas para los emplastos contra los hematomas y regresó a por ella. Fue entonces cuando en un descuido, la cajita de madera tallada con un pequeño orificio en un lateral, se le cayó sobre la mesa y se abrió mostrando su contenido.
Sátur se quedó parado tratando de adivinar qué narices era aquello. Aunque dudó por unos segundos, al final le pudo la curiosidad y tomó el objeto en sus manos.
Era negro, rectangular y plano, con las esquinas redondeadas. A su alrededor tenía un perfil gris metálico y además, contaba con hendiduras, marcas, y pequeños salientes. Sin pensar, accionó uno de ellos y, súbitamente, aparecieron unos números arriba y unas letras que se movían abajo, y en medio, con una increíble rapidez, sobre fondo negro una espada trazó una especie de zigzag o Z que quedó envuelta en llamas.
El susto fue tan mayúsculo que soltó el objeto y cayó al suelo. Por lo menos la imagen desapareció. Entonces lo atenazó el remordimiento, ¿y si se había roto? Con el miedo en el cuerpo lo volvió a coger usando tan solo el pulgar y el índice y lo depositó en la caja; esta vez quedó del revés y se percató de que había pintados una especie de signos extraños de color plateado sobre el fondo negro, brillante y pulido.
Se acercó más y logró leer algo: “iPhone”. Encima había una extraña figura que brillaba como un espejo; incluso se pudo ver la cara en ella. Después de unos instantes mirando, creyó que se parecía a una manzana a la que le faltaba un trozo.
¡Ay, Dios mío! ¿Y si todo aquello era cosa del diablo? ¿No era aquella la manzana mordida por Eva? “Sátur, deja de pensar en necedades y llévale esto a don Diego, que hasta ahora siempre se ha portado muy bien contigo y es el hermano de doña Aylynt, tu ama”.
Con que echó a correr hasta la Comisaría tratando de no pensar en el miedo que se le había instalado en el cuerpo sin remedio.
Una vez allí, volvió a “untar” al guardia con unas monedas más y pudo acceder hasta la celda del señor, que lo esperaba con la frente perlada por un sudor febril.
–¿Lo has traído, Sátur?
Por toda respuesta, el criado sacó la caja y se la dio, aliviado por dejar de ser su porteador. Luego sacó el alcohol y los trapos y empezó a limpiarle las heridas, mientras Diego hacía algo que le dejó extrañado y otra vez temeroso: de un diminuto compartimento que también había en la caja, extrajo una especie de hilos y unas bolitas, ¡que se introdujo en los oídos! Luego manipuló la cosa negra, la ocultó en su mano, cerró los ojos, se recostó contra las rejas y se dejó hacer por Sátur, que consiguió hacer a un lado por un rato todas sus angustias y concentrarse en atender al herido. Le puso el emplasto de hierbas sobre el hígado donde le habían asestado un golpe espantoso y le cosió también dos brechas, una en la cabeza y otra en un brazo. Entonces, apareció el guardia sobornado y conminó a Sátur para que saliera, pues don Eusebio estaba al llegar y no podía encontrarlo allí.
–¡Tienes mi gratitud eterna, Sátur! –consiguió susurrar Diego. Luego, evidentemente decepcionado, recogió la caja con su contenido y se la volvió a dar al postillón, que sintió renacer sus temores al tener la caja otra vez entre sus manos.
–¡Por favor, guárdala bien, ahí puede estar mi salvación! Dásela a mi hermana cuando vuelva; ella sabrá qué hacer. Dile que en la primera media hora no hay nada, ella lo entenderá. Y que recuerde el año de mi nacimiento.
–Don Diego, estoy asustado con esta cosa. ¿No será algo de brujas o del demonio? –preguntó el criado revelando por fin sus miedos.
A pesar de su situación, Diego no puedo evitar esbozar una tenue sonrisa.
–No, Sátur, puedes estar tranquilo. Es un invento fabricado en la China que compré antes de venir de Barcelona.
–¡Ah, es chinés! Entonces me quedo más tranquilo. Mi amo también tiene otras cosas muy raras de allí –el suspiro de alivio por parte del criado, fue antológico.
El guardia entraba ya en la celda para sacar al molesto visitante, por lo que Sátur se retiró y salió corriendo antes de que aquél le echara la mano encima.
**************
Aunque, dada su situación, a Diego se le hicieron eternos los dos días más que tardó en llegar a la Villa su hermana con su familia, no menos largos le parecieron a Sátur, que se devanaba los sesos pensando qué hacer para ayudarle. El guardia ya no le había dejado volver a entrar a ver al preso, pues temía la reacción del comisario que a punto estuvo de pillarlos la última vez.
Trató de encontrar a fray Agustín, pero éste estaba de peregrinación a Santiago de Compostela. “¡Qué oportuno el fraile!”, masculló para sus adentros el postillón. Y aunque intentó hablar con el comisario para saber cuándo iba a ser el juicio para buscar un abogado defensor, el comisario le negó la audiencia.
Diego, que empezó a recuperarse físicamente, trataba de mantener la moral a flote, aunque había momentos en que ya lo daba todo por perdido. “¡Valiente manera de morir, en una asquerosa prisión del siglo XVII, por un delito que no había cometido!”
Por fin, a media tarde del tercer día, los Montalvo de la Vega hicieron su entrada en carruaje y a caballo por la calle de su hogar. Cuando descendieron, Sátur se tiró eufórico sobre Gonzalo, que no entendía lo que le pasaba a su criado.
–¡Ay, amo, no sabe usted cuánto me alegro de verlos!
–¡Nosotros también, Sátur, nosotros también! –repuso Gonzalo riendo.
Los vecinos que los vieron empezaron a cuchichear. Resultaba que todos venían vestidos con ropas caras y elegantes que no eran precisamente las que solían llevar antes de marchar. Y apareció también una señora mayor que debía de ser noble y muy rica, a juzgar por su distinguido porte, su lujosa vestimenta y porque venía acompañada de dos criadas y de dos hombres con pinta de guardianes.
Salieron también, de su propia casa, que estaba al lado, Estuarda, Gabi y Carmencita, para deleite de Andresito que lanzó un chillido de enorme satisfacción cuando vio a su compañerita de juegos otra vez después de tanto tiempo.
Entraron todos en casa y una vez hechas las presentaciones, Sátur, discretamente, le pidió a Aylynt que le acompañara a su dormitorio para hablar de un asunto muy importante. Risueña todavía con el feliz retorno a su hogar, la muchacha lo siguió hasta allí y le preguntó lo que sucedía.
–Señora, lamento tener que decirle que su hermano está ahora mismo preso en la comisaría.
Aylynt, sin dar crédito, se quedó mirando a Sátur impactada.
–Pero, ¿qué ha pasado? ¿Por qué? ¿Cómo está? ¡Me voy ahora mismo a ver qué es lo que pasa! –dijo finalmente, decidida a intervenir a favor de su hermano.
–¡Espere, señora, espere, que se lo explico! –exclamó el criado tratando de detenerla–. Don Diego fue encontrado inconsciente tras una caída, en el jardín del duque de Villagrande y, aunque usted y yo sabemos lo que hacía allí –Sátur no lo sabía a ciencia cierta, pero se lo imaginaba recordando lo hermosa y joven que era la señora duquesa, y lo viejo que decían que era el duque–, lo detuvieron por ladrón y ahora está en la cárcel.
–¡Ya sabía yo que esa afición suya nos iba a traer graves problemas! –dijo Aylynt agriamente.
–Pero hay más, señora.
Aylynt lo miró interrogante.
El criado fue al enorme arcón donde el matrimonio guardaba sus prendas de vestir, y de entre la ropa sacó la pequeña caja de madera y se la entregó.
–Don Diego dice que ahí puede estar su salvación y que usted sabría qué hacer con ello. También me encargó que le dijera que “en la primera media hora no hay nada”, que usted lo entendería. Y que recordara su año de nacimiento.
Aylynt abrió la caja y palideció al ver lo que había dentro.
–Señora, ¿de verdad no es eso un invento demoníaco? ¡Lleva la manzana de la tentación de Eva! No he podido dormir en estos tres días pensando en don Diego y en esa cosa…
–No, Sátur, no es nada malo. Confía en mí. Y ahora cuéntame todo lo que sabes de este asunto.
El criado le explicó lo de la cena en la taberna de Cipriano la noche de la detención, y también, lo que hizo Diego con las “bolitas” cuando fue a curarlo.
–Muchísimas gracias, Sátur, por cuidar de mi hermano –la muchacha, agradecida, abrazó al criado, que se quedó impresionado por la nobleza de corazón de su ama.
Aylynt fue a poner rápidamente en antecedentes a Gonzalo, que pestañeó incrédulo al ver semejante artefacto en su casa del siglo XVII. ¡Si los pillaba la inquisición…!
Pidieron a Sátur que llevara a doña Eleonora y a sus acompañantes hasta la Posada del Peine, en uno de los accesos a la Plaza Mayor. Era el hotel de mayor lujo de la Villa, en el que pernoctaban los nobles y ricos que se acercaban a la capital.
Mientras tanto, Alonso se había aseado y cambiado de ropa y había partido todo acelerado al encuentro de su querida Isabel, que lo esperaba ansiosa después de tanto tiempo separados.
Estuarda se había hecho cargo de los pequeños y Gonzalo y Aylynt se habían puesto a escuchar, por fin, la grabación de la conversación de Osuna con el desconocido.
Al oír ese nombre de labios de Sátur, se dieron cuenta de que el asunto iba más allá de las aventuras amorosas de Diego y que quizá estaba también relacionado con su trabajo. Recordaron que el duque de Osuna era el padre de Leonor, la dama de la reina Mariana que intentó asesinarla y que lo hubiera conseguido de no ser por la intervención de Aylynt y Águila Roja. Leonor le había dado un hijo bastardo al rey, y viendo que la reina, que estaba embarazada, podía tener el tan ansiado heredero varón, decidió, no sin cierta dosis de estupidez y locura, quitar de en medio a la reina para tomar su puesto y que su hijo fuera el próximo príncipe heredero.
–¿Y cómo lo carga? –preguntó Gonzalo dudoso, después de un rato de escuchar tonterías y fanfarronerías de viejos pero nada que les fuera de utilidad.
–Vendían una especie de funda que decían que se cargaba con la luz solar –contestó Aylynt.
–Sí, algo así tendrá que ser, porque si no…–repuso Gonzalo meneando la cabeza.
Se pusieron a investigar todo lo que había en el teléfono móvil y se quedaron impresionados. Diego guardaba allí muchas grabaciones que debían ser importantes en su faena de espionaje. También había fotos y vídeos de personas y sitios. Enciclopedias del siglo XXI de Geografía e Historia, aplicaciones con las utilidades más insospechadas… Y diagramas de todas sus redes de información y espionaje, nombres clave, archivos de documentos por países, por personajes…
–¡Madre mía, todo lo que tiene aquí este hermano mío! Ahora entiendo su éxito en su trabajo y cómo lo controlaba todo, hasta el más mínimo detalle.
Por fin, las voces de la grabación empezaron a entrar en materia y a desgranar el plan de la venganza de Osuna.
Al acabar, Gonzalo y Aylynt se miraron con mutua comprensión. Él comentó:
–Me voy a recuperar la katana y el traje. Esta noche volverá Águila Roja. ¡Ya lo echaba de menos! –una ácida sonrisa se pintó en la cara del héroe.
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*******************
Nota: la Posada del Peine en los aledaños de la Plaza Mayor (C/ Postas) de Madrid pasa por ser el establecimiento hotelero más antiguo de España, datándose de 1610. En la actualidad pertenece a la cadena High Tech Petit Palace, y tiene una categoría de 4 estrellas Plus.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Mar Dic 25, 2012 5:21 pm

Enfilando ya la recta final del relato. Antepenúltimo capítulo:
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Capítulo 24
Aquella misma tarde, Aylynt, con todo el empaque derivado de su nueva situación de futura señora de Fiesole y con el dinero que eso significaba ya en esos momentos, pues la tía estaba siendo muy generosa con ellos, entró en la comisaría pisando fuerte y preguntando por el comisario Eusebio de la Mota.
Tras un leve forcejeo verbal con el lugarteniente Pedro, accedió por fin a dejarla entrar en el despacho de don Eusebio.
Éste, al ver la belleza, la lujosa vestimenta y el poderío que irradiaba la visitante se quedó visiblemente anonadado y apenas pudo contestar con breves frases.
—Mire, don Eusebio, le voy a ser franca. Yo creo que aquí hay gato encerrado. Mi hermano jamás entraría de esas maneras en ninguna casa por ningún motivo, porque no los tiene. Tenemos todo el dinero que queremos, y no necesitamos ir a robar nada a ningún sitio. A mí me parece que esto es alguna mala pasada que le han hecho al pobre Diego. Alguien lo secuestró y luego lo dejó inconsciente en el jardín ese donde lo encontraron, que ni sé de quién es ni me importa —alegó Aylynt haciendo de menos implícitamente al señor duque.
—Ya…señora de la Vega, pero es que lo encontraron allí y eso es algo que no se puede obviar…
— Pero, vamos a ver, ¿alguien le vio saltar la tapia por su propio pie? ¿Alguien le vio realmente caer de la fachada de la casa? No, señor comisario. Tampoco llevaba encima ningún objeto robado. Ni siquiera hay escaleras ni nada por el estilo que explique cómo saltó la tapia. ¿O cree usted que esa tapia de más de tres metros se puede saltar así como así? —Aylynt trataba de envolverlo y enredarlo con su verborrea para sembrar la duda en la mente del comisario.
—Pudo tener compinches que al ver que se cayó, huyeron dejándolo allí —intentó rebatir de la Mota.
—Claro, se lo van a dejar allí para que luego cuando ustedes lo torturasen, —la mirada de Aylynt se volvió gélida y se clavó en la del hombre—, pudiese incriminarles. ¡Se lo hubieran llevado con ellos! Él, ¿qué les ha dicho?
—Que no sabe cómo llegó allí —tuvo que reconocer por fin el comisario.
—¡Ve como se lo decía yo! —Aylynt suspiró aliviada para sus adentros al ver la fortaleza de su hermano, que le había permitir soportar todo el daño que le habían infligido esos desalmados de guardias sin soltar prenda—. En los próximos días tendrá noticias nuestras, no lo dude —los ojos de la muchacha se clavaron en un cada vez más apocado don Eusebio—. Y ahora me voy a hacerle una visita, a ver qué le han hecho ustedes.
Incapaz ya de abrir la boca, el comisario se volvió a sentar en su sillón y con un airado gesto de la mano, le dio permiso a Pedro para que acompañara a la señora hasta la celda del prisionero.
Las lágrimas surcaron las mejillas de los dos hermanos al abrazarse; el uno de alivio, la otra de horror al verlo herido, sucio y demacrado.
—¡Ya creía que no ibas a venir, hermanita! —soltó Diego destrozado, tratando de bromear.
—No pienses que te vas a librar de mí tan fácilmente, pequeñajo —le espetó su hermana en medio de la llorera. Por fin se serenó y pudo proseguir—. Ya hemos escuchado la grabación y sabemos lo que ocurre. Confía en nosotros, Diego, te sacaremos de aquí lo más pronto posible.
El muchacho compuso una triste sonrisa y se volvió a sentar en el suelo.
—¿Y de qué va el complot? —preguntó sin poder dejar a un lado su oficio.
—Mejor que no lo sepas; prefiero no hablar aquí. No te preocupes, que de eso también nos encargaremos nosotros. Y ahora me voy; cuanto antes empecemos antes te liberaremos —y le lanzó un beso con la mano.
Antes de marchar, Aylynt le dio dinero al guardia para que cuidara del preso y les avisara si había alguna novedad.
****************
Al caer la noche, Águila Roja salió de su guarida otra vez después de cuatro meses. Mientras se calaba el embozo de nuevo, Gonzalo había vuelto a sentir ese cosquilleo en el estómago que anunciaba una noche llena de lances y aventuras. Y por enésima vez iba a salvar a los suyos, en concreto a su hermanastro Carlos, y de paso a su cuñado Diego.
La primera parada fue en un oscuro rincón de la cava de San Miguel. Águila penetró limpiamente en la casa por una de las ventanas que daba al tejado. Dio una vuelta por ella y se aseguró de que no había nadie más.
El objeto de su visita se hallaba sentado frente a una mesa llena de botes y redomas con todo tipo de sustancias, a cada cual más insospechada: manzanilla, opio, ámbar, miel, lapislázuli, vinagre, alcanfor, talco, jengibre, sebo de carnero, almendras, achicoria, aceite, láudano, chocolate…
Dado el sigilo del héroe, no se había percatado de que tenía visita y seguía con su quehacer, ignorante de lo que se le venía encima. Era un hombre pequeño y rechoncho, sin pelo, vestido con un jubón y unas calzas marrones, sobre los que llevaba un mandil de cuero sucio y estropeado.
Águila se acercó por detrás, le colocó los brazos a la espalda, lo ató a la silla y a continuación le puso la palma de su mano izquierda sobre la boca, a la vez que con una tira de tela gruesa le tapaba los ojos. Fue todo tan rápido que el hombrecillo no tuvo tiempo ni de gritar. Agazapado aún tras él, le habló al oído con voz ronca y amenazante mientras los espasmos de miedo empezaron a sacudir su cuerpo.
—Me han dicho que es usted un experto oficial de botica conocedor de todo tipo de venenos —le susurró tenebrosamente.
Hizo una pausa antes de continuar.
—Necesito uno que haga su efecto poco a poco y que produzca una muerte sin sospechas —volvió a hacer una pausa. El boticario se relajó ligeramente al pensar que estaban buscando sus servicios. Lo cierto es que de los compradores de venenos se podía esperar cualquier cosa. No era la primera vez que un envenenador le montaba esos números. Empezó a hacer esfuerzos con la boca tratando de hablar. Águila le quitó la mano y aprovechó para anudar el trapo de los ojos, y sacar una daga cuyo filo apoyó en su garganta.
—¡Ni se te ocurra gritar! —lo amenazó el héroe.
—Hace poco llegó uno nuevo de Egipto que es como tú dices —el boticario empezó la explicación con la voz entrecortada por el miedo y la angustia.
—Sí, me lo ha contado mi buen amigo Osuna —dijo Águila como por casualidad.
El cuerpo del hombrecillo empezó a sudar y a retorcerse.
—Se puede mezclar con otros medicamentos sin que se note, ¿verdad? ¿Cuánto me vas a cobrar? —prosiguió Águila con la conversación—. Osuna me ha dicho que le has cobrado cincuenta escudos de oro, ¡una fortuna! ¿Dónde lo tienes?
—¡Está escondido! No te lo daré hasta que no me des los cincuenta escudos —aún tuvo valor para reclamar el mequetrefe.
Águila empezó a buscar frenéticamente. Los malnacidos que lo habían descubierto para el arte envenenatorio lo habían bautizado “Arenas del desierto”, según habían dicho los duques. Por fin, un rato después dio con él. Lo abrió y dentro encontró otro botecito de cristal cuidadosamente sellado. Águila se lo quedó mirando con aprensión.
—¿Con las “Arenas del desierto” pensabas envenenar al Príncipe Carlos? ¡Pero si es solo un niño de cuatro años! —preguntó con rabia.
El boticario empezó a sudar otra vez copiosamente.
—¡Hace un año que el rey no nos paga el jornal! ¡Y al príncipe se le haría favor si lo mataran, con lo enfermo que está! —escupió más que habló.
Águila le cruzó la cara con una terrible bofetada que resonó por todo el cuarto y dejó marcada su palma nítidamente en la mejilla del envenenador.
Después, ya sin más dilaciones, apretó con saña sus dedos índice y medio contra su carótida en el cuello, y el hombre se desplomó sobre la mesa inconsciente. Lo amordazó, lo sacó de la silla, le ató las manos y los pies, y lo envolvió en una manta.
Media hora más tarde, el héroe depositó su presa en la misma cocina de las ruinas del palacio ducal donde hacía ya cuatro meses había estado con los dos judíos a los que liberó de la Inquisición.
Después prosiguió con su búsqueda y asaltó el palacio de Villagrande, de donde sin que nadie se percatara se llevó también ya inconsciente al señor duque.
Finalmente, fue a por Osuna que, desde que el rey mandara cortarle la cabeza a su hija Leonor por intentar asesinar a la reina Mariana, y le confiscara sus tierras y rentas y además, meses después falleciera su pequeño nieto hijo del rey a consecuencia de un ataque fulminante de difteria, se había refugiado en una pequeña casucha a orillas del Manzanares a las afueras de la Villa.
A medianoche ya tenía reunidos, amordazados y atados a los tres conspiradores del intento de asesinato del pequeño Carlos, al que pensaban envenenar a través de sus medicamentos preparados en la Real Botica del Alcázar, donde el experto en venenos era uno de los ayudantes del boticario mayor don Martín Martínez.
***************
—¿Ya los tienes a los tres? —preguntó Águila Blanca al encontrarse con Águila Roja.
Él héroe asintió con la cabeza y se introdujo por el boquete de salida de los túneles del Alcázar a las afueras de la Villa. Hacía cuatro años que habían entrado por última vez pero estaba todo exactamente igual. Águila Blanca le siguió. Media hora más tarde llegaron a su destino.
—Hola, padre —dijo Gonzalo con la voz suficientemente alta como para que el hombre acostado en su cama se despertara.
Felipe IV abrió los ojos con dificultad, pero al percatarse de a quién tenía delante, se sobresaltó y lleno de furia preguntó:
—¿Qué hacéis aquí?
*************
*************
Nota: las dificultades económicas de la Real Botica, encargada de suministrar las medicinas que necesitaba la familia real en aquella época, están plenamente documentadas a lo largo de muchísimos años.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Saga » Mar Dic 25, 2012 8:49 pm

ayyyy Señoooooooooo!!! Mi Diego pobrecito...que lo veo todo lleno de heriditas...mi amorcito bello....... Imagen Imagen
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Aledis
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Mar Dic 25, 2012 11:08 pm

¡¡QFA!! Gonzalo en la alcoba del Rey Imagen , mejor dicho: Águila Roja! Imagen Veremos a ver qué pasa ahí....
Chico listo, Don Diego! Desde luego que yo tampoco me iría al SXVII con las manos vacías; siempre hay que llevar ventaja Imagen Imagen Imagen

Has descrito fenomenal los pensamientos de Sátur al ver "el invento de Satanás":
[justify]¡Ay, Dios mío! ¿Y si todo aquello era cosa del diablo? ¿No era aquella la manzana mordida por Eva?[/justify]

[justify]–¡Ah, es[/justify][justify]chinés[/justify][justify]! Entonces me quedo más tranquilo. Mi amo también tiene otras cosas muy raras de allí[/justify]
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Jue Dic 27, 2012 2:31 pm

Has descrito fenomenal los pensamientos de Sátur al ver "el invento de Satanás":

[justify]¡Ay, Dios mío! ¿Y si todo aquello era cosa del diablo? ¿No era aquella la manzana mordida por Eva?[/justify][justify]–¡Ah, es[/justify]chinés! Entonces me quedo más tranquilo. Mi amo también tiene otras cosas muy raras de allí

La verdad es que me lo pasé genial imaginando y escribiendo ese trozo. Solo de pensar en Sátur con un iPhone, me entra la risa. Y ya, la coincidencia de la manzana mordida de Apple, fue alucinante, jajajaja
Penúltimo capítulo:
Capítulo 25
—¿Cómo te atreves a entrar así en mis aposentos? —preguntó el rey terriblemente enfadado.
—Hay que ver, padre, hace cuatro años que no me ves, ¿y me recibes así? —respondió Gonzalo con una mezcla de ironía y tristeza, mientras tomaba asiento en uno de los sillones de la lujosa estancia.
Aylynt, sin embargo, permaneció de pie. No le hacía la menor gracia estar allí y pensaba marcharse en cuanto hubiera llevado a cabo lo que había ido a hacer.
Un poco ya más calmado, Felipe volvió a preguntar:
—¿A qué habéis venido?
—A hacerte un favor, padre. Hemos descubierto un complot para asesinar a mi hermanastro Carlos.
La furiosa mirada del rey pasó a ser de estupefacción e incomprensión.
—¿Quiénes lo habéis descubierto?
—Diego de la Vega y nosotros. Por cierto, Diego ha sido detenido por ladrón cuando intentaba recabar pruebas en casa de uno de los implicados.
—Eso no es de mi incumbencia. Quedó muy claro cuando aceptó el trabajo que si era pillado cometiendo actos ilegales, se las tendría que apañar solo —repuso el rey, desentendiéndose de la suerte de su jefe de espionaje.
Aylynt no podía creer lo que estaba oyendo. Ella y Gonzalo cruzaron sus miradas y Gonzalo retomó la conversación.
—Tengo que reconocer que nunca pensé que tuviéramos que llegar a esto. Lo normal sería que, agradecido, dictaras la orden de libertad de Diego.
—A mí nadie me dice lo que tengo que hacer, ¡soy el Rey! —replicó con soberbia el monarca.
—¡Vámonos, Gonzalo! Lo siento por tu hermano, pero el mío también es importante. O se salvan los dos, o no se salva ninguno —dijo Aylynt fría y calculadoramente, echándose el farol.
—Sí. Y eso que no te estamos pidiendo dinero, sino una firma, y por un asunto de justicia —replicó Gonzalo, haciendo ademán de levantarse del sillón.
—¡Esperad! ¿Quiénes forman parte de la conspiración?
—Primero, la firma y el sello —intervino Aylynt secamente, mientras extraía de sus ropas una hoja de papel ya escrita con la orden de libertad.
Por fin, aunque la miró airado, el rey se levantó de la cama, tomó el papel, fue a su escritorio y después de leer rápidamente el escrito, lo firmó y lo selló. Con la cara agria se lo extendió a Aylynt, que lo repasó y luego lo dobló y se lo guardó.
—Los autores de la maquinación son el duque de Villagrande, el antiguo duque de Osuna y uno de los oficiales de la Real Botica. Osuna ideó el plan como venganza por la muerte de Leonor. Villagrande, además de odiarte porque hace años te acostaste con su primera mujer, cree que Carlos será incapaz de gobernar y que lo mejor para el reino sería que desapareciera. Es el que ha puesto el dinero. El boticario alega que hace un año que no cobra y que dada su enfermedad, se le haría un favor a Carlos si muriera. Pensaban envenenar poco a poco al niño echándole una sustancia egipcia llamada “arenas del desierto” en sus medicamentos preparados en la Real Botica. Tengo a los tres amordazados y atados en un escondite, en la antigua casa ducal de los Sanabria.
Felipe se les quedó mirando con los ojos abiertos como platos al escuchar la retahíla de detalles que fue desgranando Gonzalo y durante unos momentos fue incapaz de decir nada.
—Desde luego, padre, cuántos disgustos te hubieras ahorrado si no la hubieras sacado tanto a pasear por jardines ajenos —le recriminó Gonzalo sarcásticamente.
El rey, abatido por fin, se sentó en la cama.
—Gracias, hijo mío. Una vez más, te debo la vida mía, de Mariana o de tus hermanos —apenas había ya una sombra de su anterior furia—.Uno cree que por ser el rey lo puede todo, se le ha de conceder todo…pero al final, te das cuenta de que solo eres un hombre, al que quizás muy pronto llame Nuestro Señor a su gloria. He pasado una temporada bastante enfermo, con fiebres que los médicos no atinaban a bajar de ningún modo. Cuando ya lo veía todo perdido, Dios me dio otra oportunidad y, aquí estoy.
Durante unos segundos, nadie habló.
—Padre, todo el mundo dice que Carlos es un niño enfermizo y débil. ¿Has pensado lo que podría suponer para sus pobres facultades, echarle encima la responsabilidad de reinar? ¿No sería mejor hacerlo a un lado y que pueda tener una vida relajada y feliz, siendo bien cuidado y sin ninguna carga?
Un pequeño conato de ira surgió en los ojos del rey. Pero pronto se disipó.
—Muchas veces, hijo mío, muchas veces. Pero no hay otra posibilidad —respondió Felipe con la voz cansada.
—Sí la hay. Podías nombrar a Juan José como tu heredero. Ha demostrado su valía en multitud de ocasiones —replicó Gonzalo.
—¿Cuánto crees que tardaría la rama austríaca de la familia, mi hermana y mi cuñado, a la sazón mis suegros, en presentarse aquí con un ejército si pusiera de heredero al hijo de una actriz y dejara de lado al hijo de Mariana, mi legítima esposa? —preguntó el rey.
Gonzalo dejó estar el tema. Al fin y al cabo, Aylynt ya le había dicho que el rey sería Carlos y que eso tendría graves consecuencias. No era su misión enmendar más la historia.
—Por cierto —la voz del rey resurgió con viveza—, ¡no se te vuelva a ocurrir liberar más prisioneros de la Inquisición! No pienso mover un dedo si los dominicos te pillan.
—Con no decir nada, ya has hecho bastante, padre —contestó Gonzalo sonriente.
Al rey se le templó el corazón al ver esa cara sana, franca, sonriente. ¡Cuánto daría por poder nombrar sucesor a Juan José o al mismo Gonzalo! Por instantes, intuyó los rasgos de Beatriz en los de su hijo. Sus recuerdos volvieron a aquellos felices meses después del nacimiento del muchacho, quizá los más gozosos de su vida, hacía ya treinta y ocho años. Estiró el brazo y le puso la mano en la mejilla a Gonzalo, que volvió a sorprenderse igual que cuatro años atrás.
—¡Qué ironía del destino! Lo mejor que he hecho como hombre, no lo conocerá nunca nadie —susurró el monarca con tristeza.
—¿Sabes, padre? Hoy mismo acabamos de volver con los niños, de Italia. Eleonora, la hermana de mi madre, nos invitó a ir a visitarla.
Otra vez, la primera intención que asomó a los ojos del rey fue la de enfurecerse, pero se extinguió antes de llegar a sus labios.
Gonzalo prosiguió, orgulloso.
—Me ha hecho su heredero. Voy a ser el próximo señor de Fiesole.
—Me alegro, Gonzalo, de que al menos hayas podido recuperar esa parte de tu herencia —repuso finalmente su padre.
—Eleonora está aquí en Madrid. Ha venido con nosotros —añadió Gonzalo.
Felipe no contestó. En su rostro se marcaba el profundo cansancio de toda una vida.
—Ahora, por favor, dejadme solo. Han sido demasiadas emociones para tan poco rato. Mañana a primera hora daré orden de que vayan a buscar a los traidores. ¡Gracias, otra vez, hijo mío! —lenta y dificultosamente, se acercó a Gonzalo, lo abrazó y volvió a meterse en la cama. La sorpresa hizo que Gonzalo se quedara paralizado sin saber cómo reaccionar.
Aylynt tomó de la mano a Gonzalo y juntos se encaminaron otra vez al pasadizo secreto. Cuando llegaron de vuelta a casa, ya clareaba el día, pero todavía era muy temprano, pues estaban a mediados de junio, cuando los días son más largos. Ella estaba impaciente por ir a sacar a su hermano de la cárcel, pero comprendió que a esas horas nadie la atendería, por lo que se recostaron tratando de dormir un par de horas. ¡Vaya vuelta a casa más agitada! “Si antes llego, antes tengo que ir a buscar el traje”, se dijo Gonzalo meneando la cabeza.
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aledis » Vie Dic 28, 2012 8:22 pm

Agridulce reencuentro con su padre Imagen Este hombre nunca me cayó bien....
Menos mal que ya tienen la orden para liberar a Diego Imagen (aiinnnssss! dará tiempo en el último capi para volver a verle en acción?? Imagen Imagen )
Deseando leer el desenlace Imagen

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Aylynt
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3ª PARTE

Mensajepor Aylynt » Sab Dic 29, 2012 11:54 am

Llegamos a la última entrega del relato.
Quiero dar las gracias a todas las lectoras que han seguido el relato, especialmente a las que han ido poniendo mensajes, que me han sido de mucho aliento.
¡Allá vamos!!! Imagen
(Disculpad las líneas pegadas, pero no he encontrado manera de que me las respete cuando las copio aquí)

Capítulo 26
Sátur observaba a Alonso con orgullo. Recordó cuando se conocieron, seis años atrás. ¡Cuánto habían cambiado las cosas desde entonces! Encontró a un niño devastado por la brutal pérdida de su madre, al que poco a poco fue reconduciendo, consiguiendo que su tozudez y su cabezonería menguaran lo suficiente como para que dejaran de ser un peligro para todos los que le rodeaban. Ahora, estaban pidiendo para él la mano de una futura condesa. Se había convertido en un alto y espigado muchacho de casi dieciséis años, que en unas semanas iba a iniciar sus estudios universitarios de “Artes y Filosofía” en Alcalá.
Gonzalo se acercó a la señora condesa de Valmayor y solicitó formalmente su permiso para que dentro de unos años sus hijos se pudieran casar. La condesa, satisfecha, dio su visto bueno. Mucho había tenido que pasar para llegar a ese asentimiento. Porque aunque comprendía el amor que había entre Isabel y Alonso y el muchacho era bueno y de noble carácter, durante años el hecho de que fuera un vulgar plebeyo, sin dinero ni posesiones de ninguna clase, la retrajo de dar su aquiescencia.
Pero en el último mes, la visita de doña Eleonora explicándole que en realidad, Gonzalo y Alonso eran unos Medici, y que en un futuro heredarían su cuantiosa fortuna y un señorío en Italia, le disipó todas sus dudas.
Aylynt permanecía, no menos orgullosa que Sátur, junto a Isabel, una preciosa muchachita de trece años, alegre y generosa, que se encaprichó de Alonso el primer día que lo vio, y que no había cejado hasta conseguir enamorarlo (aunque dejó que él creyera que había sido al contrario, claro), y ahora comprometerse con él. Para Isabel, Aylynt había llegado a convertirse en su segunda madre, alguien que la orientó y ayudó a salir del pozo de miedo y sufrimiento en el que se hundió cuando la vida le arrebató a su adorado padre con tan solo cuatro años.
Finalmente, Isabel y Alonso intercambiaron sus regalos de compromiso: un anillo para él, una medalla para ella; ambos de oro y grabados con el nombre del otro.
A continuación, la señora condesa volvió a abrir sus jardines para otra celebración, como cuando se casaron Gonzalo y Aylynt. Los pequeños Carlitos, Andresito y Carmencita, corrían sin cesar de un lado para otro, volviendo locas a las dos criaditas que habían puesto para cuidarlos. Gabi, que había crecido más de lo que se esperaba en un principio, le pasaba el brazo por los hombros a su amigo del alma con el que iba a ir a la Universidad; cortesía de doña Eleonora, por supuesto. Sátur y Estuarda nunca se lo podrían agradecer lo suficiente a la señora. Para ellos era un sueño que su hijo tuviera esa grandísima oportunidad.
De lejos, apoyado contra uno de los enormes cedros del jardín, Diego observaba con una ligera sonrisa el ir y venir de todos; su hermana se acercó para hablar con él.
—¿Cómo estás, Dieguito? —le preguntó ella cariñosamente.
—Mejor, mucho mejor, casi bien, diría yo —el muchacho seguía convaleciente de algunos de los golpes físicos, pero quizá aún más de los golpes morales. Tan solo hacía un mes de su detención y todavía le dolía recordar que el rey lo dejó en la estacada. Si no hubiera sido por su hermana y su cuñado, su “jefe” lo hubiera dejado pudrirse en una prisión. Se dio cuenta de que tenía que cambiar de vida.
—¿Has sabido algo de Elvira? —preguntó Aylynt.
—Nada más; tan solo que cuando ajusticiaron a los tres conspiradores, y el rey le retiró el título y le confiscó todas sus posesiones, se fue a Toledo, con su familia. No lo debe estar pasando muy bien; se había acostumbrado muy fácilmente a la buena vida de duquesa.
—¿La echas de menos?
—Pues la verdad es que no. Cierto es que en la cama lo pasábamos muy bien —el chico dio un par de carcajadas—, pero no es ni de lejos la mujer de mi vida. No se interesaba por nada que no fuera ella misma y sus deseos.
Se les unió Gonzalo, que teniendo a Aylynt a la vista, no podía permanecer mucho rato separado de ella.
—¡Cuánto le debemos a tía Eleonora! —exclamó suspirando—. Por cierto, ¿dónde está? —y se puso a buscarla con la mirada.
—Pues con Agustín, ¿con quién si no? —respondió tranquilamente Aylynt.
—¿Cómo que con Agustín? —preguntó Gonzalo anonadado.
La muchacha se echó a reír sin poderlo remediar. Con todas las inmensas virtudes que tenía su marido, la de percatarse de esas cositas no era una de ellas.
—Las mujeres…, Gonzalo… Cuando nosotros vamos…, ellas ya vuelven —replicó Diego con cara de circunstancias.
Hubo una pausa de unos segundos, y entonces Gonzalo se decidió.
—Diego, ¿cómo sigue mi padre? ¡Es curioso! Yo he hablado con él dos veces, y tú lo ves todos los días.
—Sigue delicado, pero va aguantando. De todas formas, ahora no lo veo todos los días; ya no está interesado como antes en ser el primero en enterarse de todas las noticias. Ahora despacho con Méndez de Haro, el primer ministro.
—¿Y Carlos? —siguió preguntando Gonzalo.
—Pues como siempre, Gonzalo. Ya sabes que no alcanza mucha salud ni inteligencia, pero va a ser el próximo rey.
Gonzalo bajó la cabeza apesadumbrado. ¿Por qué tenían que ser las cosas tan difíciles? ¿Por qué la ambición y la terquedad se empeñaban en ir siempre en contra de toda lógica? ¡Cuánto sufrimiento el de su madre, el suyo, el de su hermano Carlos…! Todo por el linaje y la sangre.
*************
Dos semanas después, Gonzalo sintió deseos de ir a visitar la tumba de su madre. Desde que Agustín, cuatro años atrás se la había mostrado en el antiguo convento de las Carmelitas, ya abandonado, empezó a ir de vez en cuando para serenarse y coger fuerzas. También fue uno de los primeros lugares que quiso visitar tía Eleonora al día siguiente de llegar a la Villa.
Conforme se aproximaba se dio cuenta de que había alguien de pie, al lado de la lápida. Eran la tía, ¡y su padre!
¿Cómo era posible? Decían que el rey llevaba todo el año sin salir del Alcázar, y ya estaban a mediados de agosto. Se quedó oculto tras un árbol y no se atrevió a avanzar más. ¿De qué estarían hablando?
****
—Me alegra conocerte, Eleonora; aunque sea ya tan tarde —dijo amablemente el rey.
—Yo también me alegro de conoceros, majestad —la mujer hizo una pequeña inclinación de cabeza—. Gracias por haber aceptado mi petición para vernos. Aunque tengo que reconocer que me ha sorprendido el lugar.
—Nuestro amor por Beatriz es lo que nos une —dijo Felipe con un deje de tristeza en su voz.
—Nunca dudé, majestad, de vuestro amor por ella…, tan solo es que…digamos que ella no resultó beneficiada precisamente —aclaró Eleonora.
—No hay día que no la recuerde. ¿Sabes que es lo que más amaba de ella? —confesó el monarca—. Su amor sincero por mí. Creo que fue la única que me amó de verdad, como hombre; no por ser el rey, como todas las demás.
Permanecieron unos segundos en silencio.
—Y el fruto de ese amor, fue digno de él. La fuerza y la nobleza de Gonzalo me tienen maravillada. Reúne lo mejor de los dos, majestad.
—Sí. Él cree que he estado alejado de él, pero no ha sido así. A través de mi fiel Agustín siempre he estado al tanto de todos y cada uno de sus pasos y vicisitudes.
—Precisamente, quería interceder por Gonzalo, majestad. Creo que os honraría reconocerlo como vuestro hijo; además, como bien sabéis, se lo merece —expresó finalmente Eleonora la idea que la había llevado hasta allí.
“Y no sabes cuánto”, pensó para sí mismo el rey, recordando las andanzas de su hijo como Águila Roja.
—Eleonora, me parece muy encomiable lo que estás intentando hacer por Gonzalo, pero yo ya no me siento con fuerzas de reconocer nada —discrepó el rey, pensando en cómo iba a decirle a Mariana que había otro hijo más—. Creo que las cosas están bien como están. Además, parece ser que le has nombrado tu heredero; incluso de tu señorío.
—Sí, majestad. Pero recordad que, más pronto que tarde, tanto vos como yo tendremos que rendir cuentas ante Nuestro Señor, y no quisiera yo llegar ante Él creyendo que no lo he intentando lo suficiente —Eleonora bajó la mirada, incrédula ante lo que acababa de decirle al mismísimo rey de las Españas. Éste sintió nacer la cólera en sus entrañas ante semejante desfachatez, pero como le pasaba últimamente, pronto se disipó. ¿Para qué enfadarse, si ella estaba diciéndole la verdad? ¿Qué le diría a Dios cuando le preguntase si había cuidado bien de sus hijos? ¿Que no había querido reconocer públicamente al mejor de todos ellos simplemente por no oír los improperios de su mujer, o para no tener que admitir ante todos otro más de sus deslices con la carne?
Súbitamente sintió una debilidad en las piernas y en la cabeza.
—Eleonora, discúlpame, pero he de irme. No me encuentro demasiado bien.
La mujer, observó el rostro macilento y ojeroso del rey.
—Por supuesto, majestad. Que Dios os guarde muchos años —Eleonora se despidió inclinando levemente la cabeza.
—Gracias por cuidar de él —dijo Felipe como adiós. Se giró y se alejó de allí renqueante, con el resuello agitado, hasta donde lo esperaba su carruaje con sus lacayos, unos metros más allá.
Entonces apareció Agustín, que se acercó a la tía, quien le hizo un significativo movimiento negativo con la cabeza. Él chasqueó la lengua en señal de decepción.
Gonzalo se fue a casa sin dejarse ver. Aún sin oír nada, lo entendió todo. Nunca había esperado nada de su padre, pero después de la negativa a los visibles esfuerzos de su tía, se sintió decepcionado. Para quitarse la pena, se fue hasta donde se estaba construyendo su futura escuela.
Se trataba de un edificio de dos plantas, con cuatro aulas, y varias salas comunes más, como cocina, biblioteca, etc. Era un proyecto muy querido que siempre había tenido en mente; poder extender la educación de manera gratuita a los más pobres. De acuerdo con Aylynt habían pensado en hacer dos niveles, uno para que los pequeños aprendiesen a leer y escribir, las cuatro reglas y un poco de historia y ciencias; y otro para que los más mayores y avanzados pudieran prepararse para seguir estudios superiores. Lo novedoso es que habría dos clases para chicos y dos para chicas, haciéndose cargo Aylynt de estas últimas. También buscarían a un par de jóvenes licenciados para que les ayudaran.
Se encontró con Murillo, aprendiz de Juan Carreño, célebre pintor que acabaría siendo el retratista oficial de Carlos II. Murillo se había entusiasmado con pintarle la nueva escuela a su antiguo maestro y se hallaba en la biblioteca realizando unos frescos dedicados a los filósofos griegos, Platón, Aristóteles y Sócrates.
Gonzalo se sonrió al verlo convertido para sus escasos dieciséis años en un voluntarioso y exitoso pintor. ¡Ya podía estar contenta Catalina con su hijo pequeño!
******
Dos manzanas más allá estaba la nueva casa que había comprado la tía para todos y que era tan grande y tan lujosa que más bien podía llamarse palacio. Y así es como acabaría siendo llamado con el tiempo, Palacio Medici. Cuando tres semanas atrás habían hecho la mudanza, Gonzalo se había percatado de lo poco con lo que vivían en su antigua morada. Ahora tenían cuartos y cuartos vacíos. ¡Menos mal que se habían venido a vivir con ellos Sátur y su familia!
Estaba entrando en el palacio cuando se le acercó el postillón.
—¡Hola, amo!
—¡Hola, Sátur!— respondió Gonzalo ya nuevamente alegre.
—Creo que esta noche tenemos misión —le susurró el criado.
—¿Qué ha pasado? —se interesó Gonzalo.
—La banda de los Manueles: otra vez han robado ganado en la Majadahonda.
—Pues habrá que ir a explicarles cómo son las cosas, ¿no? —dijo Gonzalo guiñándole un ojo.
—¡Claro, amo! ¡Que la katana no descanse!
***********
***********
***********
Epílogo
-…otrosí, quiero dejar constancia de que reconozco como hijo natural mío a Gonzalo de Montalvo y Ramírez, y ordeno otorgarle el título de duque de Montalvo junto con las rentas de la comarca de Alcalá del Henares, Mejorada del Campo, Arganda, Morata de Tajuña y San Martín de la Vega… otrosí…
Testamento del rey Felipe IV
† 17 de septiembre de 1665.
***************************************************************
****************************************************************
Veracruz, Virreinato de Nueva España, 18 de enero de 1667
Querida Aylynt:
¡No sabes la alegría que me he dado esta mañana al recibir tu carta de respuesta a la que yo te envié!
Así que el viejo al final reconoció a Gonzalo en el testamento y ¡le ha hecho duque!!!!
¡Mi hermana es duquesa!!! :wink:)
Puedo imaginarme perfectamente la que dices que se armó en vuestro antiguo barrio cuando se enteraron; hasta el desmayo de Catalina veo, jejejeje
Os echo mucho de menos, pero de momento quiero seguir una temporada más por aquí. Esta es una tierra con montones de oportunidades, en la que puedes ser tu propio jefe (qué quieres que te diga, todavía me escuece la puñalada trapera del anterior). No me arrepiento de haberme venido a hacer las Américas al día siguiente de la muerte de Felipe. Aunque después de tu noticia, me hubiera encantado estar en la lectura del testamento, ¡sólo por ver la cara de la insufrible reina Mariana, al ver que aparecía otro bastardo más de su marido!
He comprado la concesión de unas minas y estoy ganando bastante dinero. También tengo que contarte que hay cierta personita que me ha enamorado hasta los huesos. Se llama Elena, casualmente, o no…. A veces creo que es mi pequeña Elena reencarnada... Te lo explico a ti porque tú sabrás entenderme, pues tú viajaste desde muy lejos para encontrar a tu amor…
Es la hija de un marqués caído en desgracia que se vino para aquí tratando de superar la mala racha, y ¡vaya si lo ha conseguido!, es el dueño de la mitad de las tierras de los alrededores.
En fin, que probablemente nos casemos dentro de unos meses. Confieso que realmente me apetece sentar la cabeza y hasta tener niños! ¿Te lo imaginas? ¡Yo con hijos!
Pienso también mucho en Carlitos y Andresito. Deben estar ya enormes, con cuatro y dos años y medio….
Por lo demás, todo sigue igual, exasperantemente lento, sin cambios; esto de estar sin internet es tremendamente aburrido, jajajaja ¡Cuando pienso en los meses que tardarás en leer esto!
Ya sabéis también, que por supuesto estáis invitados a venir a verme.
Ahora mismo están surgiendo muchas haciendas en la Alta California. Estoy pensando en comprarme alguna. De allí vino nuestro antepasado de la Vega, el Zorro. ¿Te imaginas si acabo siendo el tatarabuelo de nuestro tatarabuelo? ¡Casi como en Terminator! Jajajaja
Bueno, hermana, te mando el mayor de los abrazos y un millón de besos.
Diego
PD: ¡Dios mío qué mal escrita está esta carta, si parece un email!
Por cierto, la cajita negra pequeñita sigue funcionando divinamente. A veces veo los vídeos que os hice antes de marchar y me parece que sigo estando con vosotros. Porque como tú ya sabes, el verdadero amor transciende las barreras del tiempo y el espacio.
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Madrid, 30 de octubre de 1668
Querido Diego:
Espero que te encuentres bien al recibo de esta carta.
Te escribo para decirte que el 27 de septiembre pasado nació tu sobrina Beatriz. ¡Por fin, una niña! ¡Es preciosa!
Gonzalo y yo estamos entusiasmados; y él, además, está desconocido, completamente embobado y rendido a sus piececillos.
Los pequeños, Andrés y Carlos, al principio tenían un poco de celos, pero ahora se pelean por cuidarla y hacerle juegos. A Alonso le pasa igual que a Gonzalo; las dos veces que la ha visto no ha parado de hacerle monerías a su hermanita.
Además de ayudar a su padre, a veces, por las noches, este curso se nos licenciará como doctor en Medicina, pues al llegar a la Universidad, ya en los primeros días se pasó de la filosofía a la anatomía. En cuanto lo haga, se casará con Isabel, que ya cuenta los días para el feliz acontecimiento. Y Gabi pronto será doctor en Leyes. Sátur y Estuarda no caben en sí de gozo.
Te confieso que lo de ser duquesa, ¡me encanta! Lleva sus responsabilidades, pero en general, ¡es una pasada! Basta con abrir la boca, ¡y los demás hacen lo que tú dices!
La única pena es que hemos tenido que dejar de ocuparnos de la escuela personalmente y hemos contratado a varios muchachos muy voluntariosos y trabajadores que hacen muy bien su trabajo. Incluso, la tenemos llena y con lista de espera. ¡A veces pienso que tendríamos que empezar a dar franquicias! :wink:
Agustín y Eleonora están en Fiesole, encantados de esta magnífica segunda oportunidad que les ha dado la vida cuando ya no esperaban nada más. Se casaron a principios de año en el Duomo de Florencia y Gonzalo y yo tuvimos el honor de ser los padrinos.
Me alegro, también, de que tú seas tan feliz en tu matrimonio con Elena. Cada vez que llega el correo de América voy toda esperanzada a ver si encuentro carta tuya con la noticia de que ya soy tía.
También hemos decidido que, cuando la niña sea un poco más mayor, iremos a verte a América. Me hace una ilusión tremenda conocer todo aquello, y cómo es tu vida allí con Elena.
Recibe todo el amor de tu hermana,
Aylynt
PD: Por cierto, aquel héroe del que oíste hablar, sigue siendo el rey de la noche de la Villa. Su leyenda crece día a día en versos, guiñoles y romances. Su nombre está ya inscrito en la Historia. Y el pueblo, que siempre está con los que lo defienden, lo adora; y lo llevará siempre en su corazón.
*
*
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FIN
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Saga » Sab Dic 29, 2012 1:06 pm

Seño...en cuánto tenga un ratitito me lo leo del tirón...palabrita del Niño Jesús!!! Creo que te ha quedado estupendo.... Imagen ImagenImagenImagenImagenImagenImagenImagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Saga » Sab Dic 29, 2012 1:31 pm

Toi en pleno proceso lecturillll....y voy a hacer algunas reseñitas:
Mamma mia! ¡Cómo está ese hombre! ¿Pero, lo has visto, Donatella?
–¿Qué si lo he visto? ¡Lo he tocado! Duro como una roca. ¡Se le marcaban todos los músculos a través de la tela de la camisa!
–¡Y qué medidas más perfectas y proporcionadas! ¡Creo que es lo mejor que ha pasado por esta tienda! ¡Qué talle! ¡Qué donaire! ¡Bien podía llamarse David!
Los suspiros llenaron el taller de las costureras; algunas se sentaron para abanicarse, ¡y eso que estaban en marzo!
–¿Y la voz? ¿Le habéis oído hablar? –dijo otra cerrando los ojos y mordiéndose los labios.
–¡Te acaricia el alma…y otras cosas! –dijo Donatella con una mirada y una sonrisa pícaras en su rostro.
Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen ¡¡Muy bueno!! QMMTTTTTTTTT!!!
tía Eleonora, que trajo una caja de tamaño mediano, preciosamente taraceada y adornada con marfil y nácar.
–Gonzalo, te voy a mostrar los objetos que guardo de tu madre – dijo la señora, con un nudo en la garganta. Y empezó a devanar sus recuerdos, teñidos de cariño y tristeza.
–Este collar de pequeñas conchas me lo regaló tu madre cuando éramos pequeñas. Solíamos pasar algunas temporadas en Livorno, y a Beatrice le encantaba ir a recoger conchas a la playa; luego nos hacía collares para todos…
Y así fueron desfilando pequeños retazos de vida, hilvanados con esas menudencias que no tienen valor por sí mismas, pero que lo valen todo para el corazón que recuerda.
…una piedra pintada, …un pañuelo bordado con las iniciales B.M., …un pequeño misal ricamente decorado, …unas flores secas casi desmenuzadas, …unos retratos al carboncillo de Beatrice, Eleonora y Caterina, las tres hermanas, …un aro de oro, …
–Y esto es lo que he guardado especialmente para ti, un retrato de tu madre –Eleonora sacó un cilindro de tela y lo desenrolló. Antes sus ojos apareció la exquisita imagen de Beatriz con la edad de Alonso; era bellísima, rubia y angelical. Vestida con un traje regio en tonos granates y dorados, que destacaban su suave y blanca piel, y sus ojos y su pelo castaños.
Esto me ha parecido un retazo precioso.... Imagen
–Es el “Códex del vuelo de las aves”. Leonardo era zurdo, y muchas veces escribía en lo que se llama “imagen especular”; escribía de derecha a izquierda para ir más deprisa –explicó la tía Eleonora complaciente, al ver el interés del muchacho–. Fue uno de los más grandes genios que se han conocido, lo mismo pintaba, que cocinaba, esculpía, hacía dibujos de anatomía extraordinariamente precisos, inventaba máquinas que volaban o para la guerra, desarrollaba teoremas matemáticos, construía edificios, estudiaba los minerales y las plantas…Nuestra familia tuvo el honor de compartir con él parte de su vida.
Me encanta que cuentes estos detallitos tan interesantes... Imagen Al igual que el recorrido por Florencia...me ha parecido fascinante...¡¡BRAVO SEÑO!! Imagen
Voy por el capítulo 16 en cuánto tenga otro ratitito sigo....Estás super interesante....!!!!!
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Arya » Sab Dic 29, 2012 8:50 pm

Bravo, Seño!!! Imagen Imagen Imagen
Me ha encantado todo el relato. Enhorabuena por esta tercera parte de las Aventuras de Aylynt de la Vega.

Como en las otras dos me he metido de lleno en la historia. Escribes muy bien. Describes los lugares, las situaciones como si estuviéramos viviéndolo.

Me quedaban varias entregas sin leer. Así que ahora las voy a comentar.

La familia al completo regresa a Madrid. Además sabiendo que la tía le ha hecho heredero universal a Gonzalo.

Diego mientras tanto, metiéndose en líos. Menos mal que no se vino con las manos vacías y Aylynt ha podido sacarlo de prisión, aunque para eso Gonzalo haya tenido que ir a ver a su padre. La verdad es que el encuentro no ha sido muy bueno, más bien agridulce.

Pero al final todo acaba bien. Diego casado con Elena. Alonso que está estudiando medicina. Gonzalo y Aylynt que son duques. Y además ahora han tenido a su preciosa niña, Beatriz.

Lo vuelvo a repetir...BRAVO!!! Imagen Imagen Imagen

Gracias por compartir tu relato con nosotras, Seño. Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aledis » Sab Dic 29, 2012 8:51 pm

Ohhh, que final tan bien construido y tan "abierto" Imagen Imagen Has dejado situados a todos los personajes de una forma muy, muy creíble...y mira que creo que esto es difícil, si se pretende un final perfecto para todos Imagen

El extracto del testamento del Rey es un detalle precioso para las que amamos a Gonzalín Imagen Imagen (bueno, todas somos consortes, no? Imagen ....todas somos Aylynt! Imagen ). Se me ha escapado un ohhhh de admiración imaginándole Duque de Montalvo.....aiiinnnssss!!! Con la blue velvet a diario!! Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

Muy original saber del destino de Diego y de los últimos acontecimientos de los Montalvo, por medio de esas dos cartas (me encanta seguir las fechas!! Imagen ). Encantada de que Dieguito haya encontrado el amor ¡ya le tocaba!....y los Sres. De Montalvo que no pierden el tiempo Imagen ¡llegó la niña!! Imagen

Un placer leerte, Aylynt! Imagen Gracias!! Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aylynt » Sab Dic 29, 2012 10:29 pm

¡Gracias, chicas! Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
La verdad es que ya tenía yo ganas de hacernos duquesas, jajajaja, ¡qué menos después de tanto sufrimiento! Imagen Imagen Imagen
Lo de "colocar" a todos los personajes en el último capítulo es algo que, según mi marido, me viene de las telenovelas, jajajaja, que todo se arregla en el último capítulo y los emparejan a todos. En fin, como siempre digo, tengo grandes influencias de la "escuela guionística culebronera" Imagen Imagen Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Saga » Dom Dic 30, 2012 2:16 pm

Pues yo sigo con mi léctura...de poquito a poquito...(dichosas interrupciones familiares, lexesss)....Y destaco como no...la partida de dados...y la de cartas..porque yo soy una negada para los juegos de cartas...y me ha encantado como se ha desarrollado...incluyendo el envenenamiento del Ludovico..que capullo Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen
Y pongo esto...porque he encontrado la frase muy didáctica a la par de muy de CONFUCIO...jejejejejeje....Amos Seño...que este pequeño diálogo lo he encontrado muy brillante:

–Me alegro de que Ludovico no consiguiera su propósito, señor –le dijo Giuseppe que llegaba en aquel momento al lado de Gonzalo. Éste lo miró agradecido por su lealtad y ayuda en los momentos más difíciles.
–Sin ti no hubiera sido posible, Giuseppe.
Los amos nobles y valientes sacan lo mejor de sus servidores –repuso el hombre.
–¿Tú crees que se me daría bien mandar a mucha gente?
Giuseppe se extrañó por la pregunta pero rápidamente la contestó.
Se manda mejor con el ejemplo que con la autoridad; y no cabe duda de que usted es el mejor en eso.


Más tarde continuaré....
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor lunanueva » Vie Ene 18, 2013 7:00 pm

Bueno, bueno, bueno... yo vengo a este rinconcito a decir una cosita:

Toy mu enfadá!!! Imagen Imagen ¿Por qué? Mu facil...

¡¡Que se han acabado las aventuras de La Vega!! Imagen Imagen Imagen Imagen Como me entre la llorera lo que voy a montar aqui va a ser una piscina, ya veras.

Que yo no queria que se acabase ya!!! Joooooooooo, de verdad que no hay más?? Seguro que no se te ha quedado algún capitulillo en el tintero?? O que Diego, además de traerse el ipod, no tiene algún jugetito más?? Porfi, porfi, porfi!!!

Siento haber tardado tanto en darte las gracias por dejarnos este regalo, pero el tiempo es el que es y a más no llego Imagen Imagen

Y ahora en serio... me ha encantado!!! Tanto que no dudo volver a leerme las tres partes del tirón (en cuanto termine con el de Saga que tambien lo tengo pendiente Imagen ) y seguro que lo vuelvo a disfrutar como una enana.

Gracias, de verdad. Imagen Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aylynt » Lun Ene 21, 2013 5:47 pm

¡Gracias Saga, por reseñar esos trocitos! Imagen Me alegro de que te gusten.

Lunanueva, siento tu disgusto, hija mía, pero es que no tengo tiempo para nada y he preferido dejarlo acabadito ya. (Espero que no se me hayan notado demasiado las ansias por hacernos duquesas Imagen Imagen Imagen )
Muchísimas gracias por tus palabras y anonadada me dejas con eso de que te lo vas a volver a leer entero. Es un honor para mí Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aylynt » Mar Ene 22, 2013 4:25 pm

¡Vengo superemocionada! Ya tengo el libro impreso en papel en Blurb con las tres partes de Las Aventuras de Aylynt de la Vega. Casi me salta la lagrimilla. Ha sido un gran esfuerzo, pero lo he conseguido, ¡he escrito un libro! Y en tapa dura, oiga, jejejeje Imagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor bgots » Mar Ene 22, 2013 9:53 pm

Madre mía Aylynt, ENHORABUENA!!!!! .... me alegro mucho, tiene que ser todo un logro.... y digu yo...ejem ejem... se puede adquirir algún ejemplar??? me encantaría....
ImagenImagen

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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor lunanueva » Mar Ene 22, 2013 10:33 pm

Pero esto qué es lo qué es?? Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen Imagen

Que fuerte!!! Felicidades guapa!!!
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Aylynt » Mié Ene 23, 2013 10:04 am

Madre mía Aylynt, ENHORABUENA!!!!! .... me alegro mucho, tiene que ser todo un logro.... y digu yo...ejem ejem... se puede adquirir algún ejemplar??? me encantaría....

Por dios, bgots. Me dejas anonadá, jejeje. La verdad es que sí. Ya miraré el enlace y te lo pondré.
Gracias a ti y a Lunanueva por su entusiasmo.
Para mí ha sido como un sueño, vérmelo en papel, guauuuu. Y eso que soy de ciencias, jajajaja
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Saga » Mié Ene 23, 2013 10:34 am

Madre mía Aylynt, ENHORABUENA!!!!! .... me alegro mucho, tiene que ser todo un logro.... y digu yo...ejem ejem... se puede adquirir algún ejemplar??? me encantaría....

Por dios, bgots. Me dejas anonadá, jejeje. La verdad es que sí. Ya miraré el enlace y te lo pondré.
Gracias a ti y a Lunanueva por su entusiasmo.
Para mí ha sido como un sueño, vérmelo en papel, guauuuu. Y eso que soy de ciencias, jajajaja


Señoooooooo ya te lo he dicho por otro sitio...pero otra vez: ¡¡ENHORABUENA!! Te ha quedado de lujo...y si que tiene que ser una emoción verlo editado así con todo detalle...a ver si yo también puedo hacer algo....aunque como no he terminado...pues ya se verá...UN BESAZO ESCRITORA!! Imagen
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Re: LAS AVENTURAS DE AYLYNT DE LA VEGA 3 - Finalizado

Mensajepor Arya » Mié Ene 23, 2013 11:51 am

Seño, ENHORABUENA!!! El esfuerzo ha merecido la pena. Y al igual que Bgots, te pido que nos pases el enlace del libro, para tenerlo en papel. Imagen
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