Relatos By Almu
- moli
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Relatos By Almu
Bueno, me acerco con sigilo, miedo y vergüenza a dejaros parte de lo que en su día escribi y dejé en el foro oficial de aguilaroja. Espero que si osais a leerlo, no decepcionaros.

- moli
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Re: Relatos By Almu
No podía más, el caballo corría desbocado, el aliento parecía escaparse por los hollares, y los flancos parecían rendirse a cada paso que el jinete le exigía. El joven le apretaba con sus rodillas, castigaba el bocado y parece quererle partir el cuello en dos a cada giro que le obligaba a dar al animal con las riendas tensas al límite, y el potranco, un joven corcel de escasos ocho años, apenas sí era lo suficientemente maduro como para haber sentido en sus carnes la premura que urgía en la sangre de su jinete. No había conocido la llamarada del amor como la que quemaba a su joven amo en las entrañas, esa que te quema desde dentro y que cierra el paso a la razón.
El joven también siente que el resuello le falta, las sienes le explotan de la presión, no tanto por la falta de aliento como por desesperación que acompaña a su empresa; ella, sólo ella podía sacarlo de su abstracción, sólo ella era capaz de despertar en él el instinto más primario y salvaje, ese que sólo se despierta en un hombre de modo atroz cuando de defender lo suyo se trata, más aun si ese, es el ser amado y al que estás a punto de perder.
La noche ha sido dura, oscura como la boca de un lobo, congelaba el alma aquellos que moraban bajo techo y mataba de frío a los que recibían a cuerpo descubierto la furia de la tormenta. _Habrá oscuridad en el mundo amo, pero como esta…_decía encogido el criado al joven Montalvo ._Pobre del que tenga que pasar la noche a la intemperie_ El maestro se regocijaba al echar la mirada hacia la habitación de su hijo y saberlo acostado, durmiendo y abrigado de esa noche infernal y del frío que congelaba hasta los huesos.
Esto es inhumano amo_ proseguía con su sermón el hombre, mientras que el otro asentía con la cabeza.
_¿Y no piensa hacer nada amo?, mira que…uste siempre igual, haciéndose el duro, haciéndose el duro, mira que un día de estos se va uste a arrepentir, de que quiera ir… va a ser tarde.
_¡Y qué quieres que haga?- le protesta inflado el otro con claro aire de enfado_ ¿no querrás que recoja en mi casa a todos los necesitados Satur?
_Amo, si sabe uste por donde voy, y no me refiero a las pobres gentes que están en la calle tiraos…_ A lo que el maestro responde con aire, ahora sí se no aguantar más los sermones de su criado.
No ha pasado tanto tiempo, pero la huella imborrable del dolor ha hecho mella en su alma, no podía dejar de repetirse una y otra vez… si llega a pasarle algo, si por un azar del destino el…ella… ese pensamiento lo atormentaba, le trituraba las entrañas y estrangulaba su razón hasta el punto de la rendición.
No había de sentirse culpable, pues el destino barajó y en esa suerte le tocó correr ese riesgo, pero en nada era un juego que él hubiera elegido. Nunca pensó que pudiera correr el tipo de suerte que ahora le llevaba a dar esos pasos, pasos que habían sido marcados y que se grabarían a fuego en su alma desde el mismo instante en que empezó su camino y comenzó a andar sobre el doloroso sendero que habría de marcar su camino.
Margarita hunde la cara entre las manos, una nube de congelado aliento sale de su pecho, pero no lo siente frío, muy al contrario, parece que esa bocanada de vida le quema cada vez más y más hondo a cada respiro de desconsuelo que ella da. Es ya mucho el camino recorrido, muchos los peligros salvados desde la tarde en que huyera como huyen las presas de la muerte. No dijo nada, se retiró con orgullo, con la frente muy alta y el alma hundida, pero en silencio, como había transcurrido su vida allí, junto a los suyos, sus seres amados. Tan sólo cogió lo que creía que era suyo, la ropa que llevaba, el cesto que traía lleno de ilusiones cuando regresó a la villa, unas alpargatas a medio roer, un delantal a estrenar, ya le serviría de moneda cambio, y el bolsillo vacío, sólo se permitió la licencia de coger algo, algo que desde hacía mucho tiempo, creyó le pertenecía y con el derecho que da el saberse dueño de algo, porta en lo más hondo de su corazón, literalmente, guarda esa carta en su pecho, como la que guarda una taleguilla llena de monedas, eso es mucho más valioso para ella que todo el oro del mundo y no va a permitir que nada ni nadie se la arranque del pecho, lugar que le ha pertenecido desde el mismo día en que llegó a sus manos y que llenó sus días de suspiros al aire, cuando en secreto se le iluminaba la cara al recordar, soñaba y sonreía con tan sólo imaginar su cara al leer esas letras tan cargadas de sentimientos, verdades y esperanzas , que un dolor arrancó las de su alma, uno que más allá de la razón se posó sobre su pecho y la ahogaba hasta hacerle perder el control sobre sí misma; secuestros, engaños y demás avatares habían sido salvados, pero eso, eso no, no podía soportar un engaño como ese, un tormento como el que atenazaba su ya más que compungido corazón.
-Gonzalo, qué alegría recibirte en mi humilde morada- Le dice la joven con cierto toque de ironía, a lo que él le responde con no menos sarcasmo._ Creo Lucrecia que de humilde tiene poco tu palacio, me has hecho llamar ¿ A qué debo tan gran honor?
_ Te hecho llamar porque necesito que me hagas un favor Gonzalo, un gran favor.
El joven enarca las dejas y con mirada enigmática escrudiña cada gesto, cada movimiento de la mujer que se contonea ante él, continúa un paseo nada propuesto que los lleva de camino a los álamos que antaño dieran cobijo a los sentimientos de la joven, mezcla de asco por yacer bajo el mismo lecho de un hombre en nada amado ni deseado y placer debido al mismo hecho, ya que de él dependía la fortuna de la ambiciosa joven. La tarde se presenta apacible, calmada, ese tipo de calma que anuncia malos presagios, como la que precede a una tormenta que se desata como el más fiero de los fenómenos naturales. Apenas sí se oye el trinar de los pájaros, canto que acompañaba con su habitual sosiego el susurro de las ramas que se mecían sobre ellos y que esta tarde no da muestras de existencia.
_Un favor, Lucrecia ¿de qué se trata? – pregunta el joven ahora sí, más intrigado.
_No voy a darte demasiadas explicaciones, creo que ni las mereces ni te las debo, sólo quiero que te quedes con mi hijo unos días, hay asuntos que tengo que atender fuera de la villa y creo que contigo estará mejor que con nadie. _ deja la frase como arrastrada desde lo más hondo de su alma, sus anhelos y deseos mejor guardados parecen darle la cara y ella, impasible, no se deja amedrentar por ellos y los devuelvo a su escondrijo donde reposan desde hace tanto tiempo, en el silencio de su corazón.
_¿Te das cuenta Gonzalo, de que Nuño podría ser hijo tuyo? Le pregunta con cierto aire de picardía la de vestido verde.
_Lucrecia, no… _Sssshh calla, no digas nada, no es necesario le dice con voz juguetona, no tienes de qué preocuparte, además, nunca tuvimos ocasión para ello…porque tú no quisiste_ Apostilla la joven jugando con la solapa de la chaqueta del maestro con la mano y con sus sentimientos que tantos recuerdos le traen al hacerlo. Sólo te he hecho venir para pedirte este gran favor, nada más _ y baja la cara, descargando un suspiro que no le hace sentir para nada alivio.
_¿Puedo saber qué te lleva a salir de la villa?
_No _ Le contesta ella con rotundidad, pero simpatía en la voz- Ya te dije que no hicieras preguntas, no tengo que darte explicaciones.
_Si me voy a hacer cargo de tu hijo, al menos, tendré que saber por qué motivo ¿No crees? _ Intenta buscarle la mirada, pero la rehúye.
_Ya te he dicho que era un gran favor, además, creía que no te interesaban los temas de palacio…
_Y no me interesan, sólo me preocupo por una vieja amiga.
_¿Ahora somos viejos amigos Gonzalo? – se vuelve y le sonríe más con la mirada que con los labios_ Creí que eso eran cosas del pasado… está bien Gonzalo ¿Me harás ese favor?
_Claro, cuenta conmigo, además Nuño es un alumno de mi escuela, lo que esté en mi mano, en lo que pueda ayudar, sabes que lo haré, te lo prometí hace tiempo, creo que no es necesario que lo repita.
_Y eso te honra, dice mucho de ti Gonzalo. Tú nunca fuiste de los que dejaban de lado a los suyos, y si alguna vez yo pertenecí a tu círculo, te estoy agradecida y por ello he osado pedirte este favor, porque sé que puedo confiar en ti y que mi hijo estará bien contigo. Daré por pagado el favor que me debías Gonzalo, esta tarde tendré todo listo para que Nuño marche a tu casa. Gracias Gonzalo.- La marquesa se despide acercándose a él y otorgándole el deseo de más de un hombre, un beso en la mejilla que lleva la marca, la esencia y el aroma de esa mujer de indudable valentía y envidiable fortaleza.
No puede ser, se dice una y otra vez, esto no puede estar pasando, he perdido tanto tiempo… si al menos me hubiera dado una pista, si él… si yo… y las perlas se adueñan de su rostro que parece adornado por la más honda de las amarguras. Ha visto desde el jardín lo que su corazón reprocha a sus ojos, Gonzalo, él, dejándose abrazar y besar por ella, Lucrecia. Siempre hubo cierta envidia que se adueñaba de la marquesa, Margarita nunca hizo nada para despertar en ella esa animadversión, pero ahora sufre las consecuencias de un acto, de un hecho en el que ella ni tuvo propósito, ni conciencia. Recuerda con dolor esa conversación en que ella lo instaba o le dejaba entrever que había que estar ciego para no darse cuenta de cómo la marquesa lo miraba, de lo bella que aparentaba la joven con sus galas y peinados, a lo que él parecía responder con una pícara sonrisa ¿Quién iba a pensar entonces que él albergaba ese deseo? Margarita huye, se aleja del lugar, las rosas que encuentran su furia a su paso sucumben al dolor de la joven, y se rinden a los embistes que sus ropas les proporcionan, regalándole su aroma a la par que se marchitan por el peor de los propósitos, la amargura de una joven, que en lugar de recibirlas en un ramo que engalanara su alcoba, las mataba por el dolor de un amor perdido.
El joven también siente que el resuello le falta, las sienes le explotan de la presión, no tanto por la falta de aliento como por desesperación que acompaña a su empresa; ella, sólo ella podía sacarlo de su abstracción, sólo ella era capaz de despertar en él el instinto más primario y salvaje, ese que sólo se despierta en un hombre de modo atroz cuando de defender lo suyo se trata, más aun si ese, es el ser amado y al que estás a punto de perder.
La noche ha sido dura, oscura como la boca de un lobo, congelaba el alma aquellos que moraban bajo techo y mataba de frío a los que recibían a cuerpo descubierto la furia de la tormenta. _Habrá oscuridad en el mundo amo, pero como esta…_decía encogido el criado al joven Montalvo ._Pobre del que tenga que pasar la noche a la intemperie_ El maestro se regocijaba al echar la mirada hacia la habitación de su hijo y saberlo acostado, durmiendo y abrigado de esa noche infernal y del frío que congelaba hasta los huesos.
Esto es inhumano amo_ proseguía con su sermón el hombre, mientras que el otro asentía con la cabeza.
_¿Y no piensa hacer nada amo?, mira que…uste siempre igual, haciéndose el duro, haciéndose el duro, mira que un día de estos se va uste a arrepentir, de que quiera ir… va a ser tarde.
_¡Y qué quieres que haga?- le protesta inflado el otro con claro aire de enfado_ ¿no querrás que recoja en mi casa a todos los necesitados Satur?
_Amo, si sabe uste por donde voy, y no me refiero a las pobres gentes que están en la calle tiraos…_ A lo que el maestro responde con aire, ahora sí se no aguantar más los sermones de su criado.
No ha pasado tanto tiempo, pero la huella imborrable del dolor ha hecho mella en su alma, no podía dejar de repetirse una y otra vez… si llega a pasarle algo, si por un azar del destino el…ella… ese pensamiento lo atormentaba, le trituraba las entrañas y estrangulaba su razón hasta el punto de la rendición.
No había de sentirse culpable, pues el destino barajó y en esa suerte le tocó correr ese riesgo, pero en nada era un juego que él hubiera elegido. Nunca pensó que pudiera correr el tipo de suerte que ahora le llevaba a dar esos pasos, pasos que habían sido marcados y que se grabarían a fuego en su alma desde el mismo instante en que empezó su camino y comenzó a andar sobre el doloroso sendero que habría de marcar su camino.
Margarita hunde la cara entre las manos, una nube de congelado aliento sale de su pecho, pero no lo siente frío, muy al contrario, parece que esa bocanada de vida le quema cada vez más y más hondo a cada respiro de desconsuelo que ella da. Es ya mucho el camino recorrido, muchos los peligros salvados desde la tarde en que huyera como huyen las presas de la muerte. No dijo nada, se retiró con orgullo, con la frente muy alta y el alma hundida, pero en silencio, como había transcurrido su vida allí, junto a los suyos, sus seres amados. Tan sólo cogió lo que creía que era suyo, la ropa que llevaba, el cesto que traía lleno de ilusiones cuando regresó a la villa, unas alpargatas a medio roer, un delantal a estrenar, ya le serviría de moneda cambio, y el bolsillo vacío, sólo se permitió la licencia de coger algo, algo que desde hacía mucho tiempo, creyó le pertenecía y con el derecho que da el saberse dueño de algo, porta en lo más hondo de su corazón, literalmente, guarda esa carta en su pecho, como la que guarda una taleguilla llena de monedas, eso es mucho más valioso para ella que todo el oro del mundo y no va a permitir que nada ni nadie se la arranque del pecho, lugar que le ha pertenecido desde el mismo día en que llegó a sus manos y que llenó sus días de suspiros al aire, cuando en secreto se le iluminaba la cara al recordar, soñaba y sonreía con tan sólo imaginar su cara al leer esas letras tan cargadas de sentimientos, verdades y esperanzas , que un dolor arrancó las de su alma, uno que más allá de la razón se posó sobre su pecho y la ahogaba hasta hacerle perder el control sobre sí misma; secuestros, engaños y demás avatares habían sido salvados, pero eso, eso no, no podía soportar un engaño como ese, un tormento como el que atenazaba su ya más que compungido corazón.
-Gonzalo, qué alegría recibirte en mi humilde morada- Le dice la joven con cierto toque de ironía, a lo que él le responde con no menos sarcasmo._ Creo Lucrecia que de humilde tiene poco tu palacio, me has hecho llamar ¿ A qué debo tan gran honor?
_ Te hecho llamar porque necesito que me hagas un favor Gonzalo, un gran favor.
El joven enarca las dejas y con mirada enigmática escrudiña cada gesto, cada movimiento de la mujer que se contonea ante él, continúa un paseo nada propuesto que los lleva de camino a los álamos que antaño dieran cobijo a los sentimientos de la joven, mezcla de asco por yacer bajo el mismo lecho de un hombre en nada amado ni deseado y placer debido al mismo hecho, ya que de él dependía la fortuna de la ambiciosa joven. La tarde se presenta apacible, calmada, ese tipo de calma que anuncia malos presagios, como la que precede a una tormenta que se desata como el más fiero de los fenómenos naturales. Apenas sí se oye el trinar de los pájaros, canto que acompañaba con su habitual sosiego el susurro de las ramas que se mecían sobre ellos y que esta tarde no da muestras de existencia.
_Un favor, Lucrecia ¿de qué se trata? – pregunta el joven ahora sí, más intrigado.
_No voy a darte demasiadas explicaciones, creo que ni las mereces ni te las debo, sólo quiero que te quedes con mi hijo unos días, hay asuntos que tengo que atender fuera de la villa y creo que contigo estará mejor que con nadie. _ deja la frase como arrastrada desde lo más hondo de su alma, sus anhelos y deseos mejor guardados parecen darle la cara y ella, impasible, no se deja amedrentar por ellos y los devuelvo a su escondrijo donde reposan desde hace tanto tiempo, en el silencio de su corazón.
_¿Te das cuenta Gonzalo, de que Nuño podría ser hijo tuyo? Le pregunta con cierto aire de picardía la de vestido verde.
_Lucrecia, no… _Sssshh calla, no digas nada, no es necesario le dice con voz juguetona, no tienes de qué preocuparte, además, nunca tuvimos ocasión para ello…porque tú no quisiste_ Apostilla la joven jugando con la solapa de la chaqueta del maestro con la mano y con sus sentimientos que tantos recuerdos le traen al hacerlo. Sólo te he hecho venir para pedirte este gran favor, nada más _ y baja la cara, descargando un suspiro que no le hace sentir para nada alivio.
_¿Puedo saber qué te lleva a salir de la villa?
_No _ Le contesta ella con rotundidad, pero simpatía en la voz- Ya te dije que no hicieras preguntas, no tengo que darte explicaciones.
_Si me voy a hacer cargo de tu hijo, al menos, tendré que saber por qué motivo ¿No crees? _ Intenta buscarle la mirada, pero la rehúye.
_Ya te he dicho que era un gran favor, además, creía que no te interesaban los temas de palacio…
_Y no me interesan, sólo me preocupo por una vieja amiga.
_¿Ahora somos viejos amigos Gonzalo? – se vuelve y le sonríe más con la mirada que con los labios_ Creí que eso eran cosas del pasado… está bien Gonzalo ¿Me harás ese favor?
_Claro, cuenta conmigo, además Nuño es un alumno de mi escuela, lo que esté en mi mano, en lo que pueda ayudar, sabes que lo haré, te lo prometí hace tiempo, creo que no es necesario que lo repita.
_Y eso te honra, dice mucho de ti Gonzalo. Tú nunca fuiste de los que dejaban de lado a los suyos, y si alguna vez yo pertenecí a tu círculo, te estoy agradecida y por ello he osado pedirte este favor, porque sé que puedo confiar en ti y que mi hijo estará bien contigo. Daré por pagado el favor que me debías Gonzalo, esta tarde tendré todo listo para que Nuño marche a tu casa. Gracias Gonzalo.- La marquesa se despide acercándose a él y otorgándole el deseo de más de un hombre, un beso en la mejilla que lleva la marca, la esencia y el aroma de esa mujer de indudable valentía y envidiable fortaleza.
No puede ser, se dice una y otra vez, esto no puede estar pasando, he perdido tanto tiempo… si al menos me hubiera dado una pista, si él… si yo… y las perlas se adueñan de su rostro que parece adornado por la más honda de las amarguras. Ha visto desde el jardín lo que su corazón reprocha a sus ojos, Gonzalo, él, dejándose abrazar y besar por ella, Lucrecia. Siempre hubo cierta envidia que se adueñaba de la marquesa, Margarita nunca hizo nada para despertar en ella esa animadversión, pero ahora sufre las consecuencias de un acto, de un hecho en el que ella ni tuvo propósito, ni conciencia. Recuerda con dolor esa conversación en que ella lo instaba o le dejaba entrever que había que estar ciego para no darse cuenta de cómo la marquesa lo miraba, de lo bella que aparentaba la joven con sus galas y peinados, a lo que él parecía responder con una pícara sonrisa ¿Quién iba a pensar entonces que él albergaba ese deseo? Margarita huye, se aleja del lugar, las rosas que encuentran su furia a su paso sucumben al dolor de la joven, y se rinden a los embistes que sus ropas les proporcionan, regalándole su aroma a la par que se marchitan por el peor de los propósitos, la amargura de una joven, que en lugar de recibirlas en un ramo que engalanara su alcoba, las mataba por el dolor de un amor perdido.

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Re: Relatos By Almu
-Es una estupidez- se repite- Él nunca me dijo nada, él nunca me confesó su amor - parecía que la desgracia y el desamor estaban creados expresamente para la joven, tras conocer el compromiso de su propio prometido con la joven de rubia melena, tan distinta a ella en todo, ahora está segura de que lo que movió a Juan debió de ser algo así como la compasión, no eran ciertas sus palabras. Sí es cierto que se encaró a sus propios padres, sacó el pecho por ella, pero ¿de qué servía eso ahora?, él estaba comprometido con otra joven- Nunca me quiso- se repite una y otra vez, todo fue mentira, él me decía que no le interesaba la vida de noble, y míralo… _Se reprochaba haber sido tan ingenua, haber creído ese cuento de hadas, en el que el noble se casa con la plebeya, eso nunca ocurre en la realidad, con él creía haber encontrado el amor, no ese al que llamar “el verdadero”, pero el amor al fin y al cabo.
Y ahora el peor de los dolores se adueña de su alma y estrangula su razón, ahora, el que sí fue y creyó que siempre sería su amor verdadero, el primero, el que nunca se olvida, está en brazos de otra. Y todo, piensa, por ser tan ingenua, por dejar pasar el tiempo, por no sacar fuerza y afrontar la realidad, ¿a quién quería engañar? Lo amaba, lo amaba desde lo más de su corazón, antes de haber encontrado su mirada por primera vez, ya lo estaba amando. El aliento parece faltarle en su huida, la desesperación se ha hecho dueña de su cuerpo, que sólo responde como responde la locura, con desesperación. En su huida ha dejado caer el costurero y las finas telas que llevaba la joven para que la marquesa diera su visto bueno al nuevo vestido, que ahora ha quedado olvidado al pie de los arbustos.
No es mucha la gracia que hace a Lucrecia encontrar tirados en el suelo los hilos de seda y el fino lienzo que había de cubrir su cuerpo en una opulenta fiesta, para la que estaba destinado, más aún después de que le fuera casi imposible conseguir esa fina tela, puesto que el comerciante que en el lugar del de las telas, ocupaba su puesto con lo que más parecía despojos del cementerio de la villa que del matadero, le dijera que no esperara las telas importadas, pues no llegarían ya que estaba el paso cortado. Y tras recoger la tela y el costurero, emprende la entrada en la cocina de palacio, la reprimenda no se hace esperar, pero Margarita, bien instruida en el oficio de la humildad, se disculpa con los ojos aún inflamados por el llanto, aludiendo a que se ha sentido indispuesta y prefirió abandonar las telas, antes que estropearlas con el vómito que se adueñó de ella. La marquesa, hace gala de buena ama, y le da la mañana libre con una socarrona sonrisa en los labios, el mal de su antes amiga, le hace crecerse y sentirse feliz.
Señorita, ha llegado uste mu pronto hoy ¿Es que ha pasado algo en el palacio? No me lo diga, la señora marquesa- hace florituras en el aire_ que tiene visita en la cama…
_No Satur, sólo es que he terminado pronto, eso es todo, dice la joven abatida. La mirada vacía de Margarita, no pasa desapercibida para el criado, pero no se atreve a preguntar, de sobra sabe que no se le permitirían bromas por su parte, ni ningún tipo de intromisión.
La joven limpia de nuevo sus ojos, inflamados por el llanto, mientras se dirige con pasos pesados hacia la escalera, al menos en su dormitorio, podrá dar rienda suelta a la desesperación sin tener que dar explicaciones, además, lo último que desea es ver la cara de satisfacción que traerá su cuñado cuando regrese de palacio.
Gonzalo pregunta por ella, y como respuesta, sólo recibe un- Debe de estar en uno de esos días amo, la señorita vino… ya me entiende…
_No Satur, no te entiendo._ Y el joven lo invita de esta manera a que hable.
_Pues eso… que su cuñada de uste, que debe de estar en esos días en que los recuerdos del señor Juan…_Y hace gesto en el aire sobre su cabeza_ O eso, o es que su cuña le da al vino, a saber por los ojillos que me traía, que parecían dos pulgas pedorras.
_Satur¡¡¡…_Le para los pies el joven Montalvo, que se hunde al saber que Margarita se encuentra mal. Si él llega a saber lo que iba a suceder, la jugada que le ha gastado el destino a la joven…
_Alonso, Alonso, ya te he dicho que serán sólo unos días_ sujeta el maestro a su hijo por los brazos, pero el joven forcejea en un intento por huir de ahí.
_No padre. Esta es mi casa, no puedes obligarme a que viva con él bajo el mismo techo, eso no…_ Protesta entre llantos incapaz de pensar ni de recapacitar el niño, desatando su rebeldía, de la cual hace gala en no pocas ocasiones, y ésta, es una de esas en las que le desquicia la situación.
_Padre, si él entra en casa, yo me voy…
_Alonso_ y su padre le levanta aún más la voz_ No se te ocurra decir eso, vendrá a casa, y tú lo recibirás como a uno más y no hay nada más que hablar.
_Pero padre ¿Tú serías capaz de vivir en la misma casa con alguien a quien no quieres, alguien a quien odias, y que te ha hecho daño?
-El maestro se confiesa así mismo y reconoce para sus adentros que el niño tiene razón, pero el joven Nuño no tiene a donde ir, y le prometió a su madre que cuidaría de él, además, cree que será de provecho para su hijo, le será de utilidad aprender a convivir, a ceder, incluso le servirá para aprender a dominar esa rabia que tantas y tantas veces se adueña de su persona y que en tantos líos lo mete.
-Nuño, hola, estás aquí…
_Mira qué bien, pues yo me voy.
-Alonso, Alonso – lo llama a gritos su padre, sin recibir respuesta por parte del niño.
Nuño entra en la casa, y como no podía ser de otra manera, se gira hacia el mozo que porta sus maletas- No pienso quedarme aquí, esto es una cochambre, no puedo vivir en una casa plebeya.- Y el gesto de asco en su cara, no pasa desapercibido para Satur.
-Pase, pase, señor Nuño- y hace reverencia ante él con un toque de humor que molesta no sólo al niño, sino al maestro también.
_Ya está bien Satur, anda, ve a preparar la mesa, cenaremos pronto.
_En palacio no acostumbramos a cenar tan pronto, las costumbres plebeyas no están hechas para mí_ dice con cara de superioridad_ Y el criado este… ¿Es que los pobres os permitís criados, y no les dais uniforme?
-¿Qué le pasa a mi uniforme? Si no te gusta, ya sabes, acepto uno nuevo, si uste tiene a bien regalármelo_ Le contesta el postillón con sorna, señalando sus ropas.
_Maestro ¿No cree que su criado se toma muchas licencias?
_Eso no es asunto tuyo Nuño, además los pobres, somos pobres, pero el que tengamos o dejemos de tener ciertos privilegios, no nos hace mejores ante nuestros conciudadanos.
-Y Saturno García, que ha visto por sus ojos, más que ese joven vaya a ver en toda su vida, pierde la paciencia y estalla_ Pues puerta, si no te gustan las costumbres de los pobres, con viento fresco señorito, porque aquí no va a tener más privilegios que los que tenemos los “plebeyos”.
-Satur, para, Nuño es nuestro invitado y como tal será tratado, acércate Nuño _ Y le invita a sentarse a la mesa donde el maestro tiene abierto uno de tantos libros que gusta de disfrutar.
Los quejidos de las sábanas y la desesperación en la que ahoga sus lágrimas en ellas se dejan notar en el silencio de la noche, el maestro ha querido subir a interesarse por el ella, pero el criado no se lo ha permitido, lo ha convencido de que sería mejor dejarla tranquila.
La joven no aguanta más tiempo estar encerrada en esa prisión que le supone su alcoba, y decide salir a tomar el aire, piensa que así, se le hará más corta la espera del nuevo día, y reza por dejar en esa mala noche la amargura y el dolor que le viene estrangulando el alma desde el momento en que viera a la Marquesa en brazos de Gonzalo.
_No puede ser se dice a sí misma al ver al joven marqués allí, en la cocina y al cuidado de Gonzalo, que en ese momento, le acerca un vaso de agua al niño.
El dolor que siente en su alma es más grande que cualquier otro que haya sentido en su vida, incluso superior al momento en que despidió por última vez a sus padres, cuando éstos eran entregados al manto.
La cabeza parece estallarle, y el corazón ahogarla, estrangularla y engullirla en una fiera rabia que no puede contener. Gonzalo al verla deja la escudilla sobre la mesa e intenta acercarse a ella para interesarse por su ánimo y el mal que parece asolarla. Por el aspecto de la joven, las perlas que todavía surcan su rostro y el amargo de su mirada, parece que Satur no exageró en absoluto cuando le dijo cómo se encontraba Margarita.
Ella, lejos de dejarle acercarse, se gira con furia, se arrebuja bajo su manto, y coge las de San Diego, solo que no sabe qué camino llevarán sus pasos en esa mala noche.
Los relámpagos parecen despertar a los espíritus que hasta entonces, dormitaban en lo más profundo de la oscuridad, cada látigo ilumina el camino, pero no sólo eso es lo que resplandece bajo su luz, sombras, siniestros sonidos y aullidos, salen al paso del que se aventure a retar a esa negra noche.
Gonzalo sale tras ella, no puede retener el infierno que se apodera de él, no sabe qué es lo que ocurre, ni el motivo que ha llevado a Margarita a comportarse de esa manera, puede entender que ella se haya enfadado porque Nuño está en su casa y a Alonso eso, a ciencia cierta sabe que no le hace gracia, ella jamás haría algo así sabiendo que a su sobrino le dolería, pero a él no le ha quedado más remedio que aceptar la petición de la marquesa. La calle está vacía, desolada, es tarde y sabe que si llama a la puerta de su amiga, tal vez ella se asuste y opta por regresar a casa, echando un vistazo a la puerta de Catalina con la ternura que desprende su mirada, pensando que Margarita descansa en ese hogar.
Nada más lejos de la realidad, Margarita huye, al principio lo que era un simple paseo para aliviar su alma y llenar los pulmones de algo que le hiciera despertar su espíritu, y bien cierto que lo despertaba, el aliento se le congelaba pero no lo sentía, se acabó convirtiendo en una pesadilla, arrastró sus pasos, como el que arrastra un calvario por las calles vacías, el bajo de su vestido cada vez le pesaba más por haber empapado en él los penosos pasos que la llevaban sin rumbo, arrastrando su ropa por los charcos que ahora parecen bocas de lobo bajo sus pies, sólo cuando el cielo descarga su furia se ilumina el camino el tiempo justo para ver donde echará el pie la próxima vez.
Cuando quiere darse cuenta el rumor de las hojas le advierte de que está lejos, demasiado lejos, su alma no ha encontrado consuelo, ahora piensa que tal vez no mereciera la pena tanto sufrimiento ni que debería haber salido así sin una explicación, o mejor dicho sin recibirla, ahora poco importa ya.
Los álamos le susurran historias que vienen de su infancia, esas en las que las viejas del lugar acompañaban noches como esta, en las que al más valiente se le congelaba el aliento al escucharlas. Recuerda una que quiere apartar de su mente, pero se le aparece como un fantasma, ese que ella misma alimentó con sus miedos desde niña imaginándoselas, poniéndoles caras y sonidos mientras tiritaba de miedo escondida tras el portón de la cocina, mientras las mujeres se daban compañía y chismorreaban, y a los niños se les mandaba a la cama para no molestar.
Un hombre al que llamaban el loco, se decía que fue capaz por una apuesta, de ir solo en la noche de los santos al cementerio y robar la mesa de autopsias, el loco, se aventuró en la penumbra en una noche como esta, fría, desgarradoramente oscura y tenebrosa, en la que como en ésta, cada resuello que daba le dolía. En lo más profundo de la noche Margarita se arrebuja en su mantilla y siente que el frío le cala hasta los huesos; se dice que el hombre, regresó con la mesa de descuartizar a los muertos, que la depositó en medio de la taberna del lugar, y que su mirada, no era la misma, más bien, que no tenía mirada, porque le faltaban los ojos, el grito de una mujer desde la calle, hizo que le gente se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo, ese grito… Margarita escucha un grito, le parece tan real… apura su paso decidida a regresar a casa, y al paso, le sale una mujer que se agarra fuertemente a ella corre con la mirada perdida, la boca seca de tanto llorar, en la garganta un puñal de dolor hecho grito, pregunta por qué y se agarra a Margarita con la mano que lleva libre, en la otra, reposa el cuerpo de su hijo, apenas un niño que aún andaba en mantillas, por la carita que tiene Margarita diría que el bebé no pasa del año, la mujer se aferra a ella como si fuera su última salvación, y se desgarra por dentro mientras le suplica al divino y al maldito que le devuelvan la vida a su pequeño, que no se lo lleve, que se la lleve a ella, y un relámpago acompaña a su plegaria, entonces, es cuando Margarita, puede ver la locura de sus ojos, y el llanto descosido que acompaña a la mujer.
Y ahora el peor de los dolores se adueña de su alma y estrangula su razón, ahora, el que sí fue y creyó que siempre sería su amor verdadero, el primero, el que nunca se olvida, está en brazos de otra. Y todo, piensa, por ser tan ingenua, por dejar pasar el tiempo, por no sacar fuerza y afrontar la realidad, ¿a quién quería engañar? Lo amaba, lo amaba desde lo más de su corazón, antes de haber encontrado su mirada por primera vez, ya lo estaba amando. El aliento parece faltarle en su huida, la desesperación se ha hecho dueña de su cuerpo, que sólo responde como responde la locura, con desesperación. En su huida ha dejado caer el costurero y las finas telas que llevaba la joven para que la marquesa diera su visto bueno al nuevo vestido, que ahora ha quedado olvidado al pie de los arbustos.
No es mucha la gracia que hace a Lucrecia encontrar tirados en el suelo los hilos de seda y el fino lienzo que había de cubrir su cuerpo en una opulenta fiesta, para la que estaba destinado, más aún después de que le fuera casi imposible conseguir esa fina tela, puesto que el comerciante que en el lugar del de las telas, ocupaba su puesto con lo que más parecía despojos del cementerio de la villa que del matadero, le dijera que no esperara las telas importadas, pues no llegarían ya que estaba el paso cortado. Y tras recoger la tela y el costurero, emprende la entrada en la cocina de palacio, la reprimenda no se hace esperar, pero Margarita, bien instruida en el oficio de la humildad, se disculpa con los ojos aún inflamados por el llanto, aludiendo a que se ha sentido indispuesta y prefirió abandonar las telas, antes que estropearlas con el vómito que se adueñó de ella. La marquesa, hace gala de buena ama, y le da la mañana libre con una socarrona sonrisa en los labios, el mal de su antes amiga, le hace crecerse y sentirse feliz.
Señorita, ha llegado uste mu pronto hoy ¿Es que ha pasado algo en el palacio? No me lo diga, la señora marquesa- hace florituras en el aire_ que tiene visita en la cama…
_No Satur, sólo es que he terminado pronto, eso es todo, dice la joven abatida. La mirada vacía de Margarita, no pasa desapercibida para el criado, pero no se atreve a preguntar, de sobra sabe que no se le permitirían bromas por su parte, ni ningún tipo de intromisión.
La joven limpia de nuevo sus ojos, inflamados por el llanto, mientras se dirige con pasos pesados hacia la escalera, al menos en su dormitorio, podrá dar rienda suelta a la desesperación sin tener que dar explicaciones, además, lo último que desea es ver la cara de satisfacción que traerá su cuñado cuando regrese de palacio.
Gonzalo pregunta por ella, y como respuesta, sólo recibe un- Debe de estar en uno de esos días amo, la señorita vino… ya me entiende…
_No Satur, no te entiendo._ Y el joven lo invita de esta manera a que hable.
_Pues eso… que su cuñada de uste, que debe de estar en esos días en que los recuerdos del señor Juan…_Y hace gesto en el aire sobre su cabeza_ O eso, o es que su cuña le da al vino, a saber por los ojillos que me traía, que parecían dos pulgas pedorras.
_Satur¡¡¡…_Le para los pies el joven Montalvo, que se hunde al saber que Margarita se encuentra mal. Si él llega a saber lo que iba a suceder, la jugada que le ha gastado el destino a la joven…
_Alonso, Alonso, ya te he dicho que serán sólo unos días_ sujeta el maestro a su hijo por los brazos, pero el joven forcejea en un intento por huir de ahí.
_No padre. Esta es mi casa, no puedes obligarme a que viva con él bajo el mismo techo, eso no…_ Protesta entre llantos incapaz de pensar ni de recapacitar el niño, desatando su rebeldía, de la cual hace gala en no pocas ocasiones, y ésta, es una de esas en las que le desquicia la situación.
_Padre, si él entra en casa, yo me voy…
_Alonso_ y su padre le levanta aún más la voz_ No se te ocurra decir eso, vendrá a casa, y tú lo recibirás como a uno más y no hay nada más que hablar.
_Pero padre ¿Tú serías capaz de vivir en la misma casa con alguien a quien no quieres, alguien a quien odias, y que te ha hecho daño?
-El maestro se confiesa así mismo y reconoce para sus adentros que el niño tiene razón, pero el joven Nuño no tiene a donde ir, y le prometió a su madre que cuidaría de él, además, cree que será de provecho para su hijo, le será de utilidad aprender a convivir, a ceder, incluso le servirá para aprender a dominar esa rabia que tantas y tantas veces se adueña de su persona y que en tantos líos lo mete.
-Nuño, hola, estás aquí…
_Mira qué bien, pues yo me voy.
-Alonso, Alonso – lo llama a gritos su padre, sin recibir respuesta por parte del niño.
Nuño entra en la casa, y como no podía ser de otra manera, se gira hacia el mozo que porta sus maletas- No pienso quedarme aquí, esto es una cochambre, no puedo vivir en una casa plebeya.- Y el gesto de asco en su cara, no pasa desapercibido para Satur.
-Pase, pase, señor Nuño- y hace reverencia ante él con un toque de humor que molesta no sólo al niño, sino al maestro también.
_Ya está bien Satur, anda, ve a preparar la mesa, cenaremos pronto.
_En palacio no acostumbramos a cenar tan pronto, las costumbres plebeyas no están hechas para mí_ dice con cara de superioridad_ Y el criado este… ¿Es que los pobres os permitís criados, y no les dais uniforme?
-¿Qué le pasa a mi uniforme? Si no te gusta, ya sabes, acepto uno nuevo, si uste tiene a bien regalármelo_ Le contesta el postillón con sorna, señalando sus ropas.
_Maestro ¿No cree que su criado se toma muchas licencias?
_Eso no es asunto tuyo Nuño, además los pobres, somos pobres, pero el que tengamos o dejemos de tener ciertos privilegios, no nos hace mejores ante nuestros conciudadanos.
-Y Saturno García, que ha visto por sus ojos, más que ese joven vaya a ver en toda su vida, pierde la paciencia y estalla_ Pues puerta, si no te gustan las costumbres de los pobres, con viento fresco señorito, porque aquí no va a tener más privilegios que los que tenemos los “plebeyos”.
-Satur, para, Nuño es nuestro invitado y como tal será tratado, acércate Nuño _ Y le invita a sentarse a la mesa donde el maestro tiene abierto uno de tantos libros que gusta de disfrutar.
Los quejidos de las sábanas y la desesperación en la que ahoga sus lágrimas en ellas se dejan notar en el silencio de la noche, el maestro ha querido subir a interesarse por el ella, pero el criado no se lo ha permitido, lo ha convencido de que sería mejor dejarla tranquila.
La joven no aguanta más tiempo estar encerrada en esa prisión que le supone su alcoba, y decide salir a tomar el aire, piensa que así, se le hará más corta la espera del nuevo día, y reza por dejar en esa mala noche la amargura y el dolor que le viene estrangulando el alma desde el momento en que viera a la Marquesa en brazos de Gonzalo.
_No puede ser se dice a sí misma al ver al joven marqués allí, en la cocina y al cuidado de Gonzalo, que en ese momento, le acerca un vaso de agua al niño.
El dolor que siente en su alma es más grande que cualquier otro que haya sentido en su vida, incluso superior al momento en que despidió por última vez a sus padres, cuando éstos eran entregados al manto.
La cabeza parece estallarle, y el corazón ahogarla, estrangularla y engullirla en una fiera rabia que no puede contener. Gonzalo al verla deja la escudilla sobre la mesa e intenta acercarse a ella para interesarse por su ánimo y el mal que parece asolarla. Por el aspecto de la joven, las perlas que todavía surcan su rostro y el amargo de su mirada, parece que Satur no exageró en absoluto cuando le dijo cómo se encontraba Margarita.
Ella, lejos de dejarle acercarse, se gira con furia, se arrebuja bajo su manto, y coge las de San Diego, solo que no sabe qué camino llevarán sus pasos en esa mala noche.
Los relámpagos parecen despertar a los espíritus que hasta entonces, dormitaban en lo más profundo de la oscuridad, cada látigo ilumina el camino, pero no sólo eso es lo que resplandece bajo su luz, sombras, siniestros sonidos y aullidos, salen al paso del que se aventure a retar a esa negra noche.
Gonzalo sale tras ella, no puede retener el infierno que se apodera de él, no sabe qué es lo que ocurre, ni el motivo que ha llevado a Margarita a comportarse de esa manera, puede entender que ella se haya enfadado porque Nuño está en su casa y a Alonso eso, a ciencia cierta sabe que no le hace gracia, ella jamás haría algo así sabiendo que a su sobrino le dolería, pero a él no le ha quedado más remedio que aceptar la petición de la marquesa. La calle está vacía, desolada, es tarde y sabe que si llama a la puerta de su amiga, tal vez ella se asuste y opta por regresar a casa, echando un vistazo a la puerta de Catalina con la ternura que desprende su mirada, pensando que Margarita descansa en ese hogar.
Nada más lejos de la realidad, Margarita huye, al principio lo que era un simple paseo para aliviar su alma y llenar los pulmones de algo que le hiciera despertar su espíritu, y bien cierto que lo despertaba, el aliento se le congelaba pero no lo sentía, se acabó convirtiendo en una pesadilla, arrastró sus pasos, como el que arrastra un calvario por las calles vacías, el bajo de su vestido cada vez le pesaba más por haber empapado en él los penosos pasos que la llevaban sin rumbo, arrastrando su ropa por los charcos que ahora parecen bocas de lobo bajo sus pies, sólo cuando el cielo descarga su furia se ilumina el camino el tiempo justo para ver donde echará el pie la próxima vez.
Cuando quiere darse cuenta el rumor de las hojas le advierte de que está lejos, demasiado lejos, su alma no ha encontrado consuelo, ahora piensa que tal vez no mereciera la pena tanto sufrimiento ni que debería haber salido así sin una explicación, o mejor dicho sin recibirla, ahora poco importa ya.
Los álamos le susurran historias que vienen de su infancia, esas en las que las viejas del lugar acompañaban noches como esta, en las que al más valiente se le congelaba el aliento al escucharlas. Recuerda una que quiere apartar de su mente, pero se le aparece como un fantasma, ese que ella misma alimentó con sus miedos desde niña imaginándoselas, poniéndoles caras y sonidos mientras tiritaba de miedo escondida tras el portón de la cocina, mientras las mujeres se daban compañía y chismorreaban, y a los niños se les mandaba a la cama para no molestar.
Un hombre al que llamaban el loco, se decía que fue capaz por una apuesta, de ir solo en la noche de los santos al cementerio y robar la mesa de autopsias, el loco, se aventuró en la penumbra en una noche como esta, fría, desgarradoramente oscura y tenebrosa, en la que como en ésta, cada resuello que daba le dolía. En lo más profundo de la noche Margarita se arrebuja en su mantilla y siente que el frío le cala hasta los huesos; se dice que el hombre, regresó con la mesa de descuartizar a los muertos, que la depositó en medio de la taberna del lugar, y que su mirada, no era la misma, más bien, que no tenía mirada, porque le faltaban los ojos, el grito de una mujer desde la calle, hizo que le gente se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo, ese grito… Margarita escucha un grito, le parece tan real… apura su paso decidida a regresar a casa, y al paso, le sale una mujer que se agarra fuertemente a ella corre con la mirada perdida, la boca seca de tanto llorar, en la garganta un puñal de dolor hecho grito, pregunta por qué y se agarra a Margarita con la mano que lleva libre, en la otra, reposa el cuerpo de su hijo, apenas un niño que aún andaba en mantillas, por la carita que tiene Margarita diría que el bebé no pasa del año, la mujer se aferra a ella como si fuera su última salvación, y se desgarra por dentro mientras le suplica al divino y al maldito que le devuelvan la vida a su pequeño, que no se lo lleve, que se la lleve a ella, y un relámpago acompaña a su plegaria, entonces, es cuando Margarita, puede ver la locura de sus ojos, y el llanto descosido que acompaña a la mujer.

- Bibitt
- Almidonadora de la capa y del embozo
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Re: Relatos By Almu
No sé si será el mismo que yo leí, pero que sepas que soy fan de tu relato, así que de vergüenza nada que te doyyy, es un relato fantástico, a ver si luego tengo un rato y me lo releo...




- Saga
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Re: Relatos By Almu
¡¡Gracias por regalarnos tus relatos, Moli!! Que sepas que ya he empezado...a ver si esta tarde se me pasa el dolor de testa, y continuo.....Un besito....






- Arya
- Suple a Inés en la taberna de Cipri
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Re: Relatos By Almu
Qué pedazo de relato!!! Ainsssss, si es que no me extraña que se entristezca Margarita a ver a Lucrecia besar a Gonzalo. Es que el amito a veces no tiene sangre en las venas.
Y luego Nuño que tiene que pasar unos días en casa de los Montalvo. A ver qué tal van las cosas, porque de momento no han empezado muy bien.
Me ha encantado Moli!!! Gracias.
Y luego Nuño que tiene que pasar unos días en casa de los Montalvo. A ver qué tal van las cosas, porque de momento no han empezado muy bien.
Me ha encantado Moli!!! Gracias.


- Saga
- Hace "buenas migas" con Sátur
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Re: Relatos By Almu
Moli....ya he terminado..Hala, bonita...ve recopilando que quiero leer más...que está muy interesante, joia.....me está gustando muchoMuchisimas gracias a vosotras, en cuanto pueda, recopilo más y os lo acerco





- Aylynt
- Mesa camilla con Cata y Margarita
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Re: Relatos By Almu
Escribes con mucha pasión, moli, como sé que tú eres.
Puro sentimiento y emoción. Espero que pongas la continuación porque me he quedado muy intrigada, por dios, a ver qué pasa con la Maggie y con Nuño en casa de los Montalvo 



- moli
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Re: Relatos By Almu
hOla chicas, quiero agradecer vuestros comentarios y deciros que me pongo de nuevo con la continuación, en cuanto pueda lo hago jejejejjee Un besito

- moli
- Welcome to San Felipe
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- Ubicación: Entre Pinto y Valdemoro
Re: Relatos By Almu
Habemus más jistoria jejejejee qué alegría¡¡¡ acabo de recuperar el relatillo que os dejé a medias, hala, os dejo otro poquito y sin atormentaros demansiado, espero que os entretenga. Sin prisas, sin obligaciones, os lo dejo y vosotras ya... ya vosotras... ya si eso ya...
Continúa NOCHE TOLEDANA:
Pero Margarita ¿Qué pronto vienes hoy no?- le dice su amiga al abrirle la puerta. Sh, calla- se le acerca sigilosa, no levantes la voz Cata, que nos pueden oír- la amiga la mira con gesto de no entender y cierra la puerta a su espalda, pero la joven la detiene y la vuelve a abrir, para dejar pasar… _Ven, pasa, aquí estarás bien- e invita a una mujer mugrienta a acercarse al fuego que su amiga ha alimentado de madrugada, ya que del frío que hacía la obligó a desechar las sábanas de húmedas que las sentía. Murillo aún duerme- le susurra Catalina- Ya imagino Cata, perdona, sólo te pido un favor, si preguntan, he pasado la noche aquí. _YO no quiero molestar, agradezco lo que usted está haciendo por mí, pero de verdad, que yo me marcho y… Tú nada Dolores, tú te quedas, bastante estás pasando ya… _¿Me puedes explicar qué es todo esto Margarita? Mira que te conozco y si algo sé, es que tu cuñado de esto no tiene ni idea ¿Me equivoco?- Le reclama la astuta mujer. -No, no sabe nada, y no tiene que saber… Pero ¿A qué viene tanto misterio? A nada Cata, ya te explicaré, sólo te pido que alojes aquí a Dolores, serán un par de días nada más, a cambio yo te puedo hacer alguna labor en la casa de la marquesa ahora que no está, además no se enterará y tú tendrás más tiempo para tu Murillo…anda mujer, si no es nada…-le ruega con los ojos más que con la voz, a lo que su amiga, que no puede negarse a la mirada dulce y tierna de la joven, accede. _Vale, pero sólo un par de días, y se larga-Y chasquea los dedos sin preocuparse de que la mujer pueda estar viéndola. ------------------------------------------------------------------------------------------------ _Amo, que le digo yo que se va liar parda, pero parda, parda… parda, que esto no es irse de picos pardos, que esto va a ser la hecatombe ¿Qué digo la hecatombe? El fin del mundo amo, que se lo digo yo… Tú preocúpate de tener los caballos preparados, que de lo demás ya me encargo yo Satur. Claro, mu bonito, como uste sólo tiene que ponerse el traje de luces, y hala, ancha es Castilla…pero aquí se queda el Satur, hala, que si desayuno, que si otro invento para engañar a Alonsillo, pobre Alonsillo… -Dice mirando hacia su alcoba- Si el zagal supiera…luego está lo de doña Margarita…que a ver qué hago yo ahora, que si esta mujer no le da por aparecer, voy a tener que llamar a un brujo pa que la saque de una boina, que …¿Quién me mandaría a mí no dejar al amo que saliera a buscarla? Mira que si le ha pasao algo…_y se espanta el fantasma de su miedo de la cabeza como el que se intenta espantar un piojo….ay señor-suspira el postillón, ven y llévame pronto¡¡¡ ------------------------------------------------------------------------------------------- La mañana ha despertado con la misma furia que se acostó la noche anterior, con frío, un viento gélido que congela hasta el ánimo del más valiente, y con una niebla tan espesa que no se ve más allá de la punta del zapato, y eso, del que posea tal bien. _Santa María purísima…-Sin pecado concebida…la mujer empieza a descargar su culpa y a medida que la confesión avanza, el cura se queda boquiabierto y sin palabras, no da crédito a lo que sus oídos escuchan. La mujer vive en la más honda amargura y en el más absoluto de los miedos debido a su cargo de culpabilidad, pero tras lo ocurrido a su hijo, no puede aguantar más, piensa que es un designio del señor, o algo peor, que Belcebú ha venido a cobrarse poco a poco su deuda y ha empezado por engullir con crueldad a su pequeño, se lo ha arrebatado de las manos sin más aviso que un pequeño espasmo que acompañó la huida del niño cuando se despedía de este mundo, del seno que hasta ahora lo arrullaba y del vientre que lo acunó. Se marchó en silencio, sólo lo acompañó el grito desgarrador de su madre en el que se le secó la garganta de tanto implorar perdón, un perdón que no llegó, y ahora no espera, sólo quiere descargar su conciencia, nada más. No quiere irse teniendo cuentas pendientes en este mundo, y ahora ha saboreado por desgracia el mal que ella misma propinó a otra mujer , que se vio con los brazos vacíos y sin recompensa tras un duro, penoso y largo parto en que el que después de pasar su calvario, no recibió sino un frío abrazo por parte de su partera, una mirada de desprecio y culpa de su marido, y un asqueado reproche por parte de su suegra, que sólo le dedicó las palabras justas para que la mujer viera lo que de ella se pensaba al respecto tras la muerte de su hijo varón: floja, inútil, apelativos así acompañaron su pena, cuando la mujer se encarceló en su propia casa, cegada de la luz del sol, sumergida en el dolor y entregada por completo al llanto. La desesperación hizo presa de ella, esa mujer no merecía eso, se repite una y otra vez, mientras descarga su culpa en el confesonario del hombre que ni perdona, ni obra en nombre de Dios, ese pecado no puede tener reparo, sólo la horca enmendaría algo así. Cuando el hombre sale de su oculto y velado refugio, no encuentra sino una tela que se evapora con un rápido movimiento ante sus narices, el cura corre tras esa mujer, pero no logra alcanzarla, en los escalones de la iglesia, le echa mano a uno de tantos mendigos que juegan con las morales de los ricos que allí se acercan a limpiar su conciencia, el andrajoso hombrecillo se le queda mirando impávido, agacha la cabeza y comienza su retorica…una limosna por caridad…mientras intenta acariciar la sotana del que asqueado se retira de él mientras le increpa y exige una descripción de esa mujer que, al parecer era la primera vez que acudía a la iglesia, y a saber por el modo de abandonar y el pecado confesado, nunca más volverá a encender vela en ella. Alonso, he dicho que tu padre quiere que te quedes, además, seguro que tienes que hacer cuentas, que en la escuela os mandarán algo que hacer ¿No? Digo yo…_le ordena el hombrecillo al pequeño, que no está dispuesto a compartir ni su espacio en su casa, ni sus víveres que tanto cuesta conseguir en estos tiempos. _Está bien, pero si este se queda, yo me subo arriba. _Cómo que te subes, tú te quedas, si no te subo yo, pero de un guantazo, muchacho ¿Será cabezón?... _No te preocupes Satur, si yo fuera él tampoco querría que se quedara _ confiesa el rubio con cara de darle la razón, pero con gesto asqueado. Alonso que ha visto la sinceridad en su compañero de escuela y con el comparte un desánimo más que justificado, agacha la cabeza y se acerca al fuego dando la espalda a Nuño, que no se lo reprocha. Son ya demasiadas horas en esa casa, su madre lo ha dejado ahí, y a saber con qué enmienda o qué motivo la llevó a abandonar la villa, de sobra sabe que los asuntos de su madre no son cosa suya, pero el pequeño ya no es tan pequeño, y la inocencia que acompañaba antes a su infancia, ha comenzado a perder terreno ante la malicia y la picardía alimentada por el comisario. Se consuela en pensar que su madre dará merecido pago por la ayuda a la familia Montalvo, que así no tendrá deudas morales ni contables con esos que lo alojan no sabe por cuánto tiempo, y no tendrá que agachar la cabeza ante nadie en la escuela cuando lo vean entrar otra mañana más acompañado del maestro. Los desprecios de los otros niños le hieren, quiere hacer creer a todos que está por encima de todo eso, pero en el fondo le quema el saber que nunca será poseedor de algo parecido si no se lo gana.



Continúa NOCHE TOLEDANA:
Pero Margarita ¿Qué pronto vienes hoy no?- le dice su amiga al abrirle la puerta. Sh, calla- se le acerca sigilosa, no levantes la voz Cata, que nos pueden oír- la amiga la mira con gesto de no entender y cierra la puerta a su espalda, pero la joven la detiene y la vuelve a abrir, para dejar pasar… _Ven, pasa, aquí estarás bien- e invita a una mujer mugrienta a acercarse al fuego que su amiga ha alimentado de madrugada, ya que del frío que hacía la obligó a desechar las sábanas de húmedas que las sentía. Murillo aún duerme- le susurra Catalina- Ya imagino Cata, perdona, sólo te pido un favor, si preguntan, he pasado la noche aquí. _YO no quiero molestar, agradezco lo que usted está haciendo por mí, pero de verdad, que yo me marcho y… Tú nada Dolores, tú te quedas, bastante estás pasando ya… _¿Me puedes explicar qué es todo esto Margarita? Mira que te conozco y si algo sé, es que tu cuñado de esto no tiene ni idea ¿Me equivoco?- Le reclama la astuta mujer. -No, no sabe nada, y no tiene que saber… Pero ¿A qué viene tanto misterio? A nada Cata, ya te explicaré, sólo te pido que alojes aquí a Dolores, serán un par de días nada más, a cambio yo te puedo hacer alguna labor en la casa de la marquesa ahora que no está, además no se enterará y tú tendrás más tiempo para tu Murillo…anda mujer, si no es nada…-le ruega con los ojos más que con la voz, a lo que su amiga, que no puede negarse a la mirada dulce y tierna de la joven, accede. _Vale, pero sólo un par de días, y se larga-Y chasquea los dedos sin preocuparse de que la mujer pueda estar viéndola. ------------------------------------------------------------------------------------------------ _Amo, que le digo yo que se va liar parda, pero parda, parda… parda, que esto no es irse de picos pardos, que esto va a ser la hecatombe ¿Qué digo la hecatombe? El fin del mundo amo, que se lo digo yo… Tú preocúpate de tener los caballos preparados, que de lo demás ya me encargo yo Satur. Claro, mu bonito, como uste sólo tiene que ponerse el traje de luces, y hala, ancha es Castilla…pero aquí se queda el Satur, hala, que si desayuno, que si otro invento para engañar a Alonsillo, pobre Alonsillo… -Dice mirando hacia su alcoba- Si el zagal supiera…luego está lo de doña Margarita…que a ver qué hago yo ahora, que si esta mujer no le da por aparecer, voy a tener que llamar a un brujo pa que la saque de una boina, que …¿Quién me mandaría a mí no dejar al amo que saliera a buscarla? Mira que si le ha pasao algo…_y se espanta el fantasma de su miedo de la cabeza como el que se intenta espantar un piojo….ay señor-suspira el postillón, ven y llévame pronto¡¡¡ ------------------------------------------------------------------------------------------- La mañana ha despertado con la misma furia que se acostó la noche anterior, con frío, un viento gélido que congela hasta el ánimo del más valiente, y con una niebla tan espesa que no se ve más allá de la punta del zapato, y eso, del que posea tal bien. _Santa María purísima…-Sin pecado concebida…la mujer empieza a descargar su culpa y a medida que la confesión avanza, el cura se queda boquiabierto y sin palabras, no da crédito a lo que sus oídos escuchan. La mujer vive en la más honda amargura y en el más absoluto de los miedos debido a su cargo de culpabilidad, pero tras lo ocurrido a su hijo, no puede aguantar más, piensa que es un designio del señor, o algo peor, que Belcebú ha venido a cobrarse poco a poco su deuda y ha empezado por engullir con crueldad a su pequeño, se lo ha arrebatado de las manos sin más aviso que un pequeño espasmo que acompañó la huida del niño cuando se despedía de este mundo, del seno que hasta ahora lo arrullaba y del vientre que lo acunó. Se marchó en silencio, sólo lo acompañó el grito desgarrador de su madre en el que se le secó la garganta de tanto implorar perdón, un perdón que no llegó, y ahora no espera, sólo quiere descargar su conciencia, nada más. No quiere irse teniendo cuentas pendientes en este mundo, y ahora ha saboreado por desgracia el mal que ella misma propinó a otra mujer , que se vio con los brazos vacíos y sin recompensa tras un duro, penoso y largo parto en que el que después de pasar su calvario, no recibió sino un frío abrazo por parte de su partera, una mirada de desprecio y culpa de su marido, y un asqueado reproche por parte de su suegra, que sólo le dedicó las palabras justas para que la mujer viera lo que de ella se pensaba al respecto tras la muerte de su hijo varón: floja, inútil, apelativos así acompañaron su pena, cuando la mujer se encarceló en su propia casa, cegada de la luz del sol, sumergida en el dolor y entregada por completo al llanto. La desesperación hizo presa de ella, esa mujer no merecía eso, se repite una y otra vez, mientras descarga su culpa en el confesonario del hombre que ni perdona, ni obra en nombre de Dios, ese pecado no puede tener reparo, sólo la horca enmendaría algo así. Cuando el hombre sale de su oculto y velado refugio, no encuentra sino una tela que se evapora con un rápido movimiento ante sus narices, el cura corre tras esa mujer, pero no logra alcanzarla, en los escalones de la iglesia, le echa mano a uno de tantos mendigos que juegan con las morales de los ricos que allí se acercan a limpiar su conciencia, el andrajoso hombrecillo se le queda mirando impávido, agacha la cabeza y comienza su retorica…una limosna por caridad…mientras intenta acariciar la sotana del que asqueado se retira de él mientras le increpa y exige una descripción de esa mujer que, al parecer era la primera vez que acudía a la iglesia, y a saber por el modo de abandonar y el pecado confesado, nunca más volverá a encender vela en ella. Alonso, he dicho que tu padre quiere que te quedes, además, seguro que tienes que hacer cuentas, que en la escuela os mandarán algo que hacer ¿No? Digo yo…_le ordena el hombrecillo al pequeño, que no está dispuesto a compartir ni su espacio en su casa, ni sus víveres que tanto cuesta conseguir en estos tiempos. _Está bien, pero si este se queda, yo me subo arriba. _Cómo que te subes, tú te quedas, si no te subo yo, pero de un guantazo, muchacho ¿Será cabezón?... _No te preocupes Satur, si yo fuera él tampoco querría que se quedara _ confiesa el rubio con cara de darle la razón, pero con gesto asqueado. Alonso que ha visto la sinceridad en su compañero de escuela y con el comparte un desánimo más que justificado, agacha la cabeza y se acerca al fuego dando la espalda a Nuño, que no se lo reprocha. Son ya demasiadas horas en esa casa, su madre lo ha dejado ahí, y a saber con qué enmienda o qué motivo la llevó a abandonar la villa, de sobra sabe que los asuntos de su madre no son cosa suya, pero el pequeño ya no es tan pequeño, y la inocencia que acompañaba antes a su infancia, ha comenzado a perder terreno ante la malicia y la picardía alimentada por el comisario. Se consuela en pensar que su madre dará merecido pago por la ayuda a la familia Montalvo, que así no tendrá deudas morales ni contables con esos que lo alojan no sabe por cuánto tiempo, y no tendrá que agachar la cabeza ante nadie en la escuela cuando lo vean entrar otra mañana más acompañado del maestro. Los desprecios de los otros niños le hieren, quiere hacer creer a todos que está por encima de todo eso, pero en el fondo le quema el saber que nunca será poseedor de algo parecido si no se lo gana.

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Re: Relatos By Almu
Alonso decide que ya lleva mucho rato esperando, y se marcha de su casa, quiere tomar el aire, dejar de ver esa cara ante él, dejar de sentir su sonrisa falsa ante sus narices, dejar de verlo en definitiva. Satur lo comprende, el maestro tarda más de lo debido y no quiere obligar al pequeño a vivir ese suplicio, por lo que le deja marchar, no sin antes darle las directrices de que se va a cambio de que consiga una docena de huevos a buen precio en el mercado. Nuño por su parte, escoge uno de los libros del maestro, uno de esos que tanta atención le llamaron la primera noche que llegó, ese libro tenía la tapa de cuero, nada extraño, si no fuera porque los pobres no pueden permitirse libros, y mucho menos con ese tipo de encuadernación. Le llama mucho la figura del maestro, aunque el pequeño trate de no dejarlo notar, nunca poseyó la figura de un padre, y en parte, es ese mismo el motivo que le lleva a sentir un odio tan exacerbado hacia Alonso. Él posee padre y no es como otros, es atento, educado, inteligente, e incluso algunas veces permisivo, también lo instruye, hasta el punto que el pequeño Alonso se siente seguro al máximo cuando de rebatir algo se trata aludiendo a que su padre le daría la razón, o que tal o cual tema lo sabe porque su padre se lo ha explicado, que sabe cosas, muchas cosas, porque su padre viajó cuando era joven, porque su padre esto…porque su padre lo otro… y Nuño, sintiendo crecer la rabia dentro de él, deja escapar un puñetazo a la mesa que se queja con un crujido que saca de sus sartenes al criado. -Dale, dale más fuerte, que como no es tuya… y no se queja…¿ Pero muchacho, se puede saber qué te ha hecho la mesa ahora para que le arres así? Que en tu palacio andaréis sobraos de mesas, pero aquí no tenemos más…- le reclama el postillón, a sabiendas de que algo atormentaba al pequeño, no era poca la manía que le procesaba el hombre al de Santillana, pero también y como padre, no puede evitar ver en Nuño la triste figura de un niño que ha sido reemplazado por la avara de su madre que, a saber qué contienda llevará entre manos. --------------------------------------------------------------------------------------- Murillo no hila fino en cuanto a picardía se refiere, pero para eso están los demás, el pobrecito sólo con sujetar las gafas encima de sus narices tiene suficiente, pero no por eso se queda atrás, acompaña en las fechorías a sus amigos, como está madao, que suele decirse en la zona. ¡¡Mirad chicos¡¡ qué vestido tan bonito. _No me digas que ahora te gustan los trapitos ¿Vas a jugar a las muñecas, o es que se te ha pegado el gusto refinado de tu invitado?_ le contesta Gabi con sorna. _Pues no listo, es que el otro día, oí a mi tía decir que no tenía tela ya ni para remendar el que lleva todos los días. _¿Y si le compras tú el vestido? _ Le sugiere Murillo. Satur te ha dado dinero para que compres huevos, y seguro que ese hombre no ha vendido mucho, a lo mejor le sacas un buen precio. _Pero si un vestido cuesta muchas docenas de huevos…_ Le contesta totalmente desanimado el pequeño. _Es igual, mira tú lo entretienes, yo le cojo un pedazo de retal que no lo va a notar, y después nos vamos corriendo. _Pero eso es robar Gabi, y no está bien. _¡Pero si ese hombre tiene muchos trapos, seguro que por uno que le falte no va a pasar nada, anda tonto, si no te atreves yo lo hago, a ver cómo crees que conseguí el regalo que le hice a mi madre en su cumpleaños…_ Le contesta sin importancia el más pillo de los tres. _A mi no me parece bien, si se entera mi madre, me castiga hasta que se me alise el pelo, o lo que es peor, me lo alisa ella de los tirones que me da…_ Contesta el de rizos. Bueno, ya está bien, Satur me ha dicho que consiga huevos a buen precio y es lo que voy a hacer_ Sentencia Alonso. _Ay Alonso, cuanto te falta por aprender, anda vamos que yo sé donde conseguir huevos al mejor precio, y lo que te sobre, pues te lo guardas y cuando tengas suficiente, le compras a tu tía el retal, lo mismo hasta te da para un vestido. Los niños se encaminan por una empinada cuesta que da a las afueras, la zona está plagada de huertos y cuadras de animales, Gabi no es la primera vez que visita esos andurriales, a saber por la ligereza y seguridad con que guía sus pasos, así los amigos lo siguen no sin preguntar antes acerca de dónde van a comprar los huevos. _Si no los vamos a comprar_ Contesta bajando la voz y agachándose._ Chicos, silencio. _¿Pero qué hacemos aquí? Pregunta Alonso. Pues conseguirte los huevos ¿Tú no querías huevos? Pues a eso hemos venido, vosotros estaos aquí quietos, que yo los cojo. Los niños se miran unos a otros y encogen los hombros, de sobra saben que nada hará cambiar de idea a su amigo, y en el fondo no era tan mala, si conseguían no gastar el dinero que Satur le dio para hacer el recado, ahorraría dinero, y eso, le gustaba al pequeño Montalvo. La mujer da alaridos, las faldas arremangadas hasta las caderas, para que la paja no delate la lucha que va a librar con ese hombre, su marido vería en ellas los restos de su traición, el hombre yace boca arriba y mantiene los ojos en blanco, no ha probado zagala como esa, que muestra unos pechos generosos y turgentes, se los acaricia y aprieta como si nunca antes hubiera disfrutado del calor de unos pechos así, la melena le cuelga hasta la cintura y la mujer comienza a balancearse. Los jadeos son ahogados por un mordisco a los labios, la mujer está disfrutando con ese hombre más de lo que lo ha hecho con el murrio de su marido en todos los años que comparten cama juntos. Gabi saca su más traviesa sonrisa y se esconde más para no ser visto, hace gesto de picardía a sus amigos, que lo observan desde su escondite detrás de un carro de varas y se miran uno a otro con cara de perplejidad. Cuando la mujer comienza a aumentar el contoneo, la pasión ciega a los traidores que yacen con ansias, con furia y desesperación, Gabi cree que ahora es el momento, y se aventura a agacharse más y andar despacio manteniendo su discreción con la escena que ahora está presenciando, mete la mano en la huevera y una gallina que permanece acoclada en la canastilla de poner, se queja como con un susurro, el huevo le ha sido robado, otra más… y así, hasta el último de las dos de una que le habían sido encargadas. Las docenas casi están completas, y el niño se dispone a robar el último, pero un gallo que no está dispuesto a compartir su harén con nadie se le abalanza, a buen seguro como lo haría el marido de la que yace con tanto placer. Gabi da un grito y los amantes, enfervorecidos se asustan al creer que es el marido el que ha venido a sacarlos de su pasión, Gabi corre todo lo que puede, y pierde algún huevo por el camino, que se estrella contra el suelo, esos, ya no darán alimento, ni al dueño cena, ni al ladrón recompensa. El hombre se sube las calzas e intenta correr tras ellos, no ha podido verle la cara al ladronzuelo pero cree haber reconocido en él el rostro del hijo de una meretriz bastante visitada por él en tiempos en que andaba sobrado de dinero y no tenía que recurrir a galanterías, ni a la imaginación, ni la pérdida de tiempo para llevarse a una mujer a la cama.

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Re: Relatos By Almu
Lo dejo aquí, que no quiero abusar y cuando me enrollo me paso 7 pueblos jejejeje




Re: Relatos By Almu
Moli me encanta que hayas vuelto a recuperar la pluma, lo tengo pendiente pero para no liarme todo lo que has dejado en este hilo va seguido, es una historia seguida, para saber como lo tengo que leer ya sabes una que es un poco torpe






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Re: Relatos By Almu
JAJAJJAAJ sincera, jamia, no le des al amoniaco, que no mentero de náaaaaaaaaaaa jajajajaj si has preguntado, sí, este relato, el lamado noche toledana, va seguido jajajajaja

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Re: Relatos By Almu
Moli, cielito lindo....en cuántito que pueda me leo lo que has publicado....Deseándito estaba desde hace...uhhhhmmmmmmm LA TORTA DE TIEMPO....FERMOSA...








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